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-Hye, debes comer algo, anda.- La directora Jung aún insistía del otro lado de la habitación.- Por favor. Al menos abre la puerta...¿Sí?

Su voz tranquila produjo un cosquilleo en todo mi cuerpo. Deshice el abrazo que tenía a mis piernas y bajé de la cómoda cama encaminándome a la puerta. Tomé del pomo y abrí la misma, encontrándome con la característica sonrisa de la directora Jung.

-Buenos días, Hye. ¿Qué tal has amanecido?, ¿disfrutaste tu primera noche aquí?

Los recuerdos de la noche anterior llegaron violentamente a mi y me quedé estática frente a la mujer.

"No, en absoluto".

Me limité a mirarla y suspirar. Abrí un poco más la puerta y regresé con cansancio a mi cama.

-Bien, eso es un avance.- bromeó. Pero su humor  no causó la más mínima reacción en mi; ni siquiera molestia o desagrado. Me miró con lástima, sabía que no tardaría en hacer aquello. Suspiró pesadamente. Vaya, al menos ya no sonreía.- Quiero que sepas que realmente quiero ayudarte. Estás aquí para mejorar, Hye. No deberías sentirte atrapada.
Hay tantos chicos como tú aquí además de ti, no eres la única que pasa por un mal momento.

De nuevo esa mirada, ¿qué era lo que todos esperaban de mi?, ¿que hablara?
Finalmente después de un rato de mirarme fijamente en busca de alguna respuesta, la directora soltó un suspiro cansado.

-Por favor, déjame ayudarte.- Me tomó por un hombro suavemente. Se sentía tan...maternal. Me dedicó una sonrisa más antes de ponerse de pie e irse.

Pensé por mucho tiempo en sus palabras, aunque antes me había mostrado como si ni siquiera hubiera prestado atención a ellas.
¿Más chicos como yo aquí? No estaba loca. Yo no debía estar ahí.
Había pasado por la muerte de mi hermano, ¿cómo se supone que debería comportarme? Cuando él estaba con vida, siempre parecía ser el centro de atención. Y es que, era tan talentoso en todo lo que hacía, siempre estaba dispuesto a ayudar y aquella sonrisa no se le borraba del rostro. Eso jamás fue un problema para mi, porque no necesitaba de más atención que la que él me daba a mi.
Tae siempre supo cómo cuidarme, cómo protegerme, cómo hacerme feliz. Sabía todo lo que me gustaba y lo que me disgustaba, mis más profundos secretos y la cosa más mínima y estúpida de mi, siempre era importante para él.
Pero seis meses atrás se había ido sin más, y nunca iba a regresar. Lo único que dejó fue un increíblemente grande vacío en mi, un cuadro de depresión y ansiedad que hasta ese día llevaba conmigo medio año mi completa pérdida de comunicación con los demás y a toda mi familia prestando atención a todas las cosas que yo hacía mal. Desde el día en que todo ocurrió, jamás volví a hablar con nadie. Dejé de comer, incluso de dormir; aquel descuido no era algo que no pudiera notarse. Mi peso pasaba a ser insano, y mi rostro siempre lucía un aspecto pálido y descuidado. Sin olvidar que, ya no recordaba algo tan simple como el sonido de mi voz hasta la noche anterior, en la que aquel extraño había logrado que le hablara sin haber hecho nada más que tocar una simple y hermosa pieza de piano.

Si bien era cierto, además de las tres personas que parecían preocuparse por mi, mi madre, mi padre y la directora, yo también buscaba una mejoría. Yo también quería dejar de sentirme del modo en que lo había estado haciendo por seis meses; también quería dejar de llorar por las noches; quería dejar de sentirme enferma. También quería tener una vida normal.
Pero no estaba loca, no había razón por la que yo debía estar en un lugar como ese. Llámese sanatorio, hospital, manicomio, lo que sea. Todo era lo mismo para mi.

Me reí de mi misma y de lo estúpida que seguramente estaba luciendo al quejarme de todo lo que me pasaba y del lugar en el que me encontraba. De cualquier modo, ya estaba ahí así que, ¿qué podía hacer?, ¿llamar a mis padres y rogarles porque me sacaran de ese lugar? Patética.

𝓚𝓮𝔂 || ᴍ.ʏ.ɢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora