Extra #1

1.7K 128 14
                                        

Ross

Suelto un suspiro y tomo aire. Necesitaba volver a entrar en el hospital, no me encontraba con fuerzas tras la carta de Laura. Sus últimas palabras hacia mi.

¿Cómo podía pedirme que amara a otra mujer? ¿Cómo podía creer que habría alguien más después de ella?

— Ross, has estado aquí por dos horas... ¿No crees que deberías entrar? — me pregunta Rocky. — Conocer a tu hija...

— Yo... Laura me dejó una carta... La perdí... ¿Cómo puedo seguir sin ella? No puedo... Ella lo era todo. — murmuro.

— ¿Era? Ross... — comienza a decir, pero yo lo interrumpo.

— Iré a ver a Marie, ya no quiero hablar de esto... Ya no puedo soportarlo. — susurro, para después entrar al hospital y acercarme a una de las enfermeras. — Disculpe, soy Ross Lynch... Mi esposa ha tenido una bebé hace unas horas. Dijeron que iban a hacerle exámenes. ¿Dónde está?

— ¡Oh, justo a tiempo! — exclama sonriendo. — Está en la habitación 213. Es realmente preciosa, se parece a su madre... Y es igual de fuerte. Está perfecta.

— Espere... ¿Habitación 213? — pregunto confundido. — ¿No debería estar en una sala para bebés recién nacidos?

— Ella está sana y fuerte, así que han dejado que se quede con su madre... — me explica.

Su madre. Laura.

— Gracias. — digo, para después ir corriendo a la habitación de mi esposa.

Cuando llego, suelto un suspiro y entro. Mis ojos se llenan de lágrimas al ver a Laura sonriéndole a nuestra hija mientras la tiene en brazos.

Está viva.

Su mirada se encuentra con la mía, y me sonríe. No puedo moverme. Tengo miedo de hacerlo y que desaparezca. Tengo miedo de que sea sólo un sueño.

— Siento decirte esto, Ross... Pero espero que sepas manejar un arma para espantar a todos los hombres de tu hija. — me dice.

Por Dios... Es ella. Me acerco rápidamente a su lado y no me demoro mucho en besarla, Laura se ríe suavemente para después corresponderme el beso.

Siento que mis manos tiemblan. Siento que estoy por desvanecerme. Laura está conmigo.

— ¿Cómo...? — pregunto emocionado, mientras acaricio su mejilla.

— Ni yo lo sé, el doctor vendrá en unos minutos a hablar conmigo.

Entonces, me percato de nuestra bebé en sus brazos. Sonrío al verla. Es preciosa. Me siento al lado de Laura, ella apoya su cabeza en mi pecho y yo rodeo con mis brazos su cuerpo mientras miro a nuestra hija.

— Es hermosa... Sin dudas, ha salido a ti. — murmuro.

— Te lo dije. — suelta un suspiro mientras que con su dedo recorre con ternura el rostro de Marie. — No puedo creer que tenga a mi hija en mis brazos... Y que pueda estar con ella y con su padre. Es lo que siempre soñé.

Sonrío levemente y la abrazo con más fuerza, mientras deposito un beso suave en su cabeza.

— Estás aquí, cara... Te amo. — susurro.

— Yo también te amo, Ross... — me dice en voz baja.

En ese momento, varios doctores entran a la habitación y le sonríen a Laura.

— Veo que te estás recuperando muy bien... — le dice el doctor Wempsey a mi esposa.

— No lo entiendo... Me dijeron que Laura estaba muerta... — murmuro.

— ¿Quién le ha dicho eso? — me pregunta confundido.

— Ella. — señalo a la enfermera.

— ¡Clarissa, te dije que no le dieras esperanzas, no que se las mataras por completo! — regaña a la pobre mujer.

— Yo no dije que estaba muerta, dije "Lo siento" y me marché. Él lo malinterpretó. — se excusa.

— Cuando le dices a alguien que está esperando que le avisen que su mujer se murió, no se le dice "Lo siento". Tendrías que haberle dicho "Aún no sabes con seguridad su condición".

Laura se ríe suavemente y niega con la cabeza. — Está bien, Wempsey. Ya deja de regañarla. — le dice a su doctor.

— ¿Cómo estás? ¿Puedes respirar bien? ¿Te sientes bien?

— Tengo a mi hija en mis brazos y a mi esposo a mi lado... Créeme cuando te digo que jamás me he sentido tan bien. ¿Ahora qué sigue?

— Tendrás que venir cada cuatro meses para vigilar de cerca los restos del tumor. Lo has hecho muy bien, Laura... Pero este año será duro para ti, y para Ross. Puedes tener altas y bajas, pero al final del todo... Tal vez logremos el resultado que esperamos.

— Entonces tendré que seguir luchando si quiero quedarme... — concluye Laura.

— Tendrán que ser fuertes. Confío en que si has llegado hasta aquí, es porque estarás hasta el final. — responde el doctor Wempsey, sonriéndole. — Los dejamos a solas... Felicidades.

— Muchas gracias por salvarla... En serio... — digo, emocionado.

El doctor me sonríe una última vez, antes de marcharse con su equipo. Cuando quedamos solos, Laura suelta un suspiro y se apoya en mi hombro.

Le acaricio el cabello con suavidad, mientras pienso en las palabras del doctor Wempsey. Esto no había terminado. Teníamos un largo camino por delante.

— Ross, lucharé por ti y por Marie... — dice Laura en voz baja, mirando a nuestra hija.

— Tengo miedo... Esto parece un sueño... Pensaba que te había perdido, cara, y fue la peor sensación que he sentido alguna vez. En la carta tú dijiste que encontrara a otra mujer, que siguiera amando... Pero no puedo amar a otra mujer que no seas tú, no de esta manera. Eres tú, siempre seras tú... — susurro.

— Ross, siento por lo que te hice pasar... No podía darte falsas esperanzas, supe de la operación esta mañana pero no podía esperar sobrevivir. Lo que te dije en esa carta fue para que siguieras amando, no perderás a todas las mujeres que ames y por lo tanto, no tienes que tener miedo a amar.

— Sólo he amado a una mujer en toda mi vida, y casi la pierdo.

— Pero aquí estoy... Y tenemos toda una vida juntos. — me asegura mientras me mira sonriendo.

— He cometido tantos errores... ¿Cómo puedes seguir queriendo estar conmigo?

— Porque te amo, y sé que me amas... Nuestro matrimonio no era verdadero antes pero ahora lo es, y es lo que me importa. Lo que tenemos ahora. No lo cambiaría por nada. Tenemos dos hijas que criar, y tenemos un matrimonio que debemos seguir cuidando si nos amamos y nos necesitamos. Te amo, Ross... Siempre lo haré.

— Yo también te amo, cara... Te amo tanto... — murmuro, para después besarla suavemente.

Ella me corresponde el beso mientras sonríe y yo la atraigo más hacía mi. Cuando nos separamos, sus ojos están llenos de lágrimas y me dirige una sonrisa cansada.

— Descansa un rato... — le ordeno con suavidad.

Me acuesto a su lado, y ella recuesta su cabeza en mi pecho mientras que Marie duerme en sus brazos. Apoyo mi mejilla contra su cabello y miro a nuestra hija dormir, sintiéndome el hombre más afortunado.


Marriage | RauraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora