Tomás se despertó como todos los días apenas el primer destello de luz natural le logró alcanzar la cara. O nunca se había dormido realmente. Era muy difícil notar la diferencia últimamente. Sobretodo porque ya dentro de una semana sería el día tan esperado, el momento de emprender el viaje. Y aunque no quisiera admitirlo le aterraba cada día mas la idea de tener que enfrentarse contra el exterior por mas de unas horas.
Se dirigió directo al baño, para cepillarse los dientes como de costumbre. Por reflejo abrió la canilla, pero automáticamente recordó que era inútil, ya que hace meses se había acabado el agua corriente en el edificio. -Estúpido, si ya sabes que no hay agua, para que mierda seguís abriendo la canilla- se dijo a si mismo entre dientes. Los insultos y el hablarse así mismo siempre habían sido parte de su vida cotidiana, pero debido a la soledad total con la que lidiaba hace meses era la única manera de no perder la cabeza que tenía, o al menos ayudaba. Se dirigió hacia la cocina en busca de una botella de agua para poder seguir con su aseo personal matutino, y se sirvió en un vaso, solo lo suficiente como para lavarse los dientes. El agua era un bien escaso y había que cuidarlo mucho, ya que el mas mínimo desperdicio de esta podía trasladarse a un día sin su uso. Camino de vuelta hasta el baño, se lavo los dientes y se miro al espejo. Se pasó la mano por el mentón, y rascó la barba a medio crecer que tenia. Su vello facial siempre había sido escaso, pero debido a que nunca se tenía que juntar con nadie como lo hacía antes, le daba lo mismo estar desprolijo, siempre y cuando no le picara la cara. - Me vendría bien un baño, ya paso como una semana del último, pero como odio cagarme de frío. - se dijo. El agua caliente no era un bien del cual disponía con tanta facilidad como para desperdiciarlo en una simple ducha. Decidió que dejaría el baño para otro momento y se dirigió hacia la mesa en busca de su teléfono celular. Sin batería, como era de esperarse. Se sentó en un silla y miró la mesa toda desordenada. Se estaban acabando las reservas de comida que tenía previstas para los días anteriores a su viaje, pero no era debido a un error en sus cálculos, sino que últimamente, sentía que si salía al exterior para conseguir víveres, algo sucedería que no le permitiría lograr su objetivo. Nunca había estado tan aterrado de salir desde el ataque. Miro a su muñeco wobble-head que tenía sobre una repisa. -Finn, hoy vamos a tener que salir, por mas que no queramos. Ya estamos bajos de recursos. - Le dijo al muñeco. Finn era una miniatura de un Stormtrooper, un soldado de la saga Star Wars, que en una ocasión le había regalado su hermana, hacía ya un año. Era una de sus posesiones mas preciadas, junto a la Victorinox que le habían regalado sus padres para su último cumpleaños, una herramienta multiuso que en mas de una ocasión le había salvado el pellejo. Tomás agarró el teléfono celular, un paquete de galletitas y se dirigió hacia la ventana, en donde tenia colgado unos pequeños paneles solares que estaban conectados a unas baterías apoyadas en el piso, las cuales a su vez tenían conectadas una zapatilla que hacia las veces de tomacorriente. Hacer toda esta instalación le había tomado su trabajo, sobre todo traer los paneles y las baterías hasta su departamento, ya que debido a su conocimiento en el tema eléctrico que había recibido de su padre y de la universidad, el ensamblado había sido sencillo, pero digamos que su lado físico nunca había sido su fuerte, y aunque en varias ocasiones había intentado ir al gimnasio, nunca había logrado sacar un solo músculo, así que simplemente se había contentado con el hecho de ser flaco. Conectó su celular a la zapatilla, y la pantalla del mismo empezó a titilar. En su dispositivo tenía guardados mapas, notas importantes y por sobretodo y más importante, su música. Mientras se cargaba el aparato, tendría que alistarse para salir al mundo exterior. Agarró su vestimenta habitual, un jean con una remera manga corta cómoda y unas botas de trabajo que había conseguido hace un tiempo en un local cercano al edificio en donde residía. Luego abrió el ropero y busco su "armadura", como el la llamaba. Se basaba en unos protectores para las piernas estilo polainas de cuero para montar, un chaleco antibalas que había conseguido milagrosamente en un auto policía abandonado, unos protectores para los antebrazos también de cuero que el mismo había recortado y cocido de unas camperas, y lo mas importante, una máscara para filtrar gases tóxicos. Ya se habían disipado hace mucho tiempo los gases, pero el había visto con sus propios ojos lo que eran capaces de hacerle a una persona, y no estaba dispuesto a tomar el riesgo de aspirar algún remanente del mismo atrapado en alguna habitación cerrada. Ya no cometería ningún error. No otra vez.
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La Promesa
AdventureBuenos Aires, Argentina. Luego del ataque químico, Tomás se encuentra solo en el corazón de la ciudad. O al menos no tan solo, aunque, teniendo en cuenta la compañia con la cual cuenta por las noches, cualquiera desearía estar solo. El tiempo pasa...