Tomás se paró ante la puerta del departamento y miró hacia atrás. Observó toda su morada con una sola mirada. Su casa parecía caótica en comparación a como lo recordaba de tiempos anteriores, pero no debido a el desorden mayor que había, sino porque simplemente era muy pequeño. La residencia se basaba en un departamento pequeño, de dos ambientes y un baño, en el cual, en un ambiente, estaba la habitación con su cama de dos plazas, y en la otra el living-comedor con cocina, la cual había quedado inutilizada debido a el corte de energía eléctrica desde hace meses. En alguna ocasión había querido darle energía con las baterías, pero la potencia que requería el horno era mucho más de lo que se podía gastar, y en cuestión de pocos minutos, las baterías se agotaban, y tardaban mínimo 8 horas en cargarse, si era un buen día.
Dirigió la mirada a el costado de la puerta en donde se encontraba su arma preferida por excelencia, y una de las pocas que había podido encontrar la cual fuera ligera y funcional, un hacha pequeña con mango de madera, la cual había conseguido buscando en una ferretería abandonada luego del ataque a una cuadra del edificio. Nunca salía sin ella, y esta vez tampoco iba a ser la excepción, así que decidió tomarla y engancharla en un espacio del lado derecho de su cadera, en su cinturón. Luego agarró su mochila, la cual estaba en el piso, y contenía su preciada Victorinox, junto con una soga, una linterna, y un kit de primeros auxilios básicos que el mismo había armado y se basaba en unas vendas, una pequeña botella de alcohol, un inhalador para la falta de aire y cinta aislante, la mas ancha que había podido conseguir. Con estos simples materiales salía al exterior, y aunque parecieran pocos, debía ir ligero, para poder llevar consigo la mayor cantidad de cosas posibles, o escapar de alguna cosa que hubiera afuera.
Finalmente abrió la puerta que se encontraba cerrada con varias trabas grandes que el había ido agregando a medida que podía conseguirlas, y que las iba viendo necesarias. Revisó para ambos lados del pasillo. Nada. Silencio sepulcral. -Genial- se dijo a si mismo. Cuando estaba a punto de cerrar la puerta se frenó en seco como si algo terrible hubiera pasado y exclamó - ¡Finn, hermano, casi me olvido de vos! - instantaneamente se dió cuenta que había gritado demasiado fuerte esa frase e hizo una mueca de arrepentimiento. Se quedó en silencio total por diez segundos, pero no escuchó absolutamente nada. Por suerte, no había llamado la atención de nadie indeseado. Volvió al departamento, tomó a Finn, lo enganchó a su mochila y se decidió a cerrar la puerta.
Luego de bajar los 3 pisos por escalera, se encontraba ante la entrada del edificio, por la cual se podía ver al exterior. Uno se preguntaría por que alguien viviría en un tercer piso, en un departamento pequeño, cuando se podría elegir cualquier lugar, o al menos cualquier lugar que estuviera en una sola pieza. Bueno la razón, lejos de ser estratégica, era por costumbre, por recuerdos y por miedo. Ese había sido su departamento cuando había sociedad, en el había estado con sus amigos, de los cuales no sabía nada hacía meses, ni siquiera si seguían con vida, o si habían perecido como el noventa y nueve porciento de la población que vivía en la ciudad antes de que cayeran los malditos gases, en el había estado con su novia, se había enamorado de ella, en el se había peleado con su novia, y por sobre todo, en el había estado su familia que era lo que el mas amaba en el mundo y era lo único que deseaba ver todos los días.
Miró hacia el exterior, y finalmente empezó a caminar hacía afuera. La misión de hoy era encontrar víveres no perecederos,o no tan vencidos, enlatados en lo posible, y cualquier cosa que le pudiera servir para el viaje que estaba por emprender dentro de una semana. Salió por la puerta del edificio con la máscara puesta y miró hacia todos lados. Recién había amanecido hacía una hora y el sol ya iluminaba las calles de la abandonada ciudad. La temperatura rondaba los 21 grados celcius, bastante elevada para esa hora de la mañana, pero ya se encontraba en pleno verano por lo tanto era de esperarse. El cielo estaba completamente despejado al parecer, lo cual permitía una mejor vista del panorama, y por lo tanto declaraba que iba a ser un buen día para "carroñar", un termino que le gustaba mas a Tomás en vez del humilde "Buscar víveres".
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La Promesa
AdventureBuenos Aires, Argentina. Luego del ataque químico, Tomás se encuentra solo en el corazón de la ciudad. O al menos no tan solo, aunque, teniendo en cuenta la compañia con la cual cuenta por las noches, cualquiera desearía estar solo. El tiempo pasa...