Se hizo la tarde y la búsqueda de Tom no dio frutos. Simplemente, el desgano con el cual estaba haciendo las cosas, no ayudaba para nada a carroñar. En el día de hoy había sufrido muchos recuerdos dolorosos que atormentaban su mente, y al parecer hoy no era el día para juntar víveres. Decidió que volvería al departamento, para relajarse y encontrar algo que lo anime, como una cerveza, que aunque debido al calor de seguro estaban calientes, pero le ayudaba a recordar tiempos mejores, cuando podía salir a tomar algo con sus amigos, o simplemente tomar una cerveza bien fría con su padre. Caminó hasta el departamento y subió los tres pisos con desgano. Ingresó al departamento, pero algo le pareció extraño. Le recorrió el cuerpo una sensación extraña, como cuando alguien te esta observando. Miró en todas las direcciones pero no vio nada fuera de lo común. A estas alturas, ya no sabía si sus instintos le fallaban, si estaba muy cansado o simplemente estaba perdiendo la cabeza.
Ingresó al departamento, se quitó todo el equipo para salir, desenganchó a Finn de su mochila y la abandonó a un costado. Se dispuso a acercarse hacía la "heladera", que para lo único que servía era para guardar alimentos a forma de estantería, y tomó una cerveza de las que había. Cuando estaban con Mica, los dos se había dispuesto a buscar las mejores cervezas que pudieran y guardarlas, para tener un gran suministro de cerveza buena. Cerró la heladera y se dirigió hacia la mesa, donde decidió sentarse tranquilamente mientras degustaba su cerveza. Observó a la repisa que tenía adelante, y vio las dos latas de cerveza que tenía guardadas especialmente, unas Guinness muy difíciles de conseguir, separadas de todas las demás. Eran para cuando finalmente se reunieran con su padre, y pudieran tomar esa cerveza prometida hace meses. Anteriormente, habían tres latas, pero la que pertenecía a Mica estaba enterrada con ella. A Tom le pareció importante que ella tuviera su lata, ya que ambos las habían conseguido juntos.
-Hoy definitivamente no es mi mejor día Finn- Dijo Tom con voz melancólica
Se dirigió hacia la ventana y tomó su teléfono. Se dispuso a escuchar música, ya que no se sentía como para hacer nada mas. Luego de un par de canciones, la cerveza se acabó y se dirigió a tomar otra. Cuando esa se terminó, fue a tomar otra mas. Al terminar la tercer cerveza, se dirigió hacia la heladera para tomar la cuarta cerveza. Ya estaba oscureciendo y Tom no podía pensar con ningún tipo de claridad. Sin haber comido nada ni tomado agua, finalmente Tom se desmayó en la cama y se quedó dormido al instante.
Su mente se empezó a sumir en un sueño. Mica. Su padre. Su hermana. Su madre. Sus amigos. Todos iban apareciendo uno a uno delante suyo. Tom intentaba acercarse para abrazarlos pero a cada paso que daba, ellos se alejaban. Gritaba, pero no salía sonido. De pronto, Mica aparece pegado a su rostro y lo mira fijamente a los ojos. Tom quiere agarrarla, pero no puede moverse, esta petrificado. Hace todas sus fuerzas, pero son en vano.
- No pudiste protegerme - Dijo Mica de pronto
Tom intentó hablarle, pero seguía sin poder emitir sonido. Sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas.
- Cuidado con la oscuridad - Dijo ella
De pronto, cientos de mutantes salen de la oscuridad, y la toman de todas las extremidades, arrastrándola hacía lo profundo. Tom grita pero simplemente no puede hacer nada.
Se despertó sobresaltado y con los ojos llorosos. El sol ya había salido y tenía un terrible dolor de cabeza. La noche anterior al parecer no había ayudado en lo absoluto. Se levantó, se dirigió al baño y se lavó los dientes. Luego, fue a la cocina y tomó una botella entera de agua. Hoy debía ser un día productivo, y un simple dolor de cabeza no debía arruinar la salida. Ayer ya había sido una decepción, y dos días seguidos en la semana anterior al gran viaje sin carroñar podrían traer graves consecuencias. Tom se puso todo su equipo, ató a Finn a la mochila y se dispuso a salir. Cuando estaba cerrando la puerta tuvo la misma sensación que el día anterior, la sensación de ser observado. Miró para todos lados, pero no había nadie. Bajó los tres pisos por escalera y se dispuso a salir del edificio. Hoy revisaría con mas detalle los lugares del día anterior y agregaría nuevos, ya que ayer no había podido revisar gran parte de su lista.
Luego de revisar varios lugares, había encontrado unas latas de conserva de atún, arvejas, galletitas, unas botellas de agua y otras pequeñas cosas que podrían servir. Pasó por donde había visto el día anterior al deforme cruzar la calle y se dispuso a descansar en el mismo lugar que el día anterior. Abrió una de las botellas de agua y una lata de atún. Todavía estaba la del día anterior abollada en su mochila, entonces abrió esa. Luego de comer, le llamó la atención el lugar en el cual había ingresado el deforme.
-Por alguna razón debe haber venido- pensó Tom
Ingresó al local con mucha cautela. Estaba medio oscuro y sucio. Lo revisó de todos lados pero no encontró nada. Cuando se dispuso a salir, vio que detrás del mostrador había algo que brillaba. Se acercó y noto que se trataba de un arma, un revolver. Parecía estar cargada, pero Tom no sabía nada de armas, y menos había disparado alguna en su vida. Le pareció importante llevarla, ya que en Argentina no es muy común que alguien tenga un arma y podría ser de utilidad en el futuro, pero lo que Tom suponía es que debido a tanto tiempo guardada, podría malfuncionar, o al menos eso creía el. Por seguridad, la revisaría con mas cautela en el departamento, así que decidió que terminaría la ronda que tenía planeada y luego se dirigiría para allí.
- La verdad Finn, que hoy es un buen día, no tengo idea de como se usa esta cosa, ni si funciona, pero va a estar interesante averiguarlo - Le dijo Tom con cierto tono de felicidad en su voz al muñeco.
Tom salió del local y miró la boca del subterráneo en frente. Estaba oscura, como siempre. Odiaba ese lugar, así que empezó a alejarse de allí. De pronto, escuchó unos pasos rápidos que venían hacia El. Se dio vuelta rápidamente pero ya era tarde. Sintió un golpe fuerte en la cabeza y se cayó al piso. Lo último que sintió antes de desmayarse completamente, era como lo arrastraban a la boca del subte, hacia la mismísima oscuridad.
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La Promesa
AdventureBuenos Aires, Argentina. Luego del ataque químico, Tomás se encuentra solo en el corazón de la ciudad. O al menos no tan solo, aunque, teniendo en cuenta la compañia con la cual cuenta por las noches, cualquiera desearía estar solo. El tiempo pasa...