Carta No. 3

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El ruido de las sirenas de la policía retumban en las paredes de la habitación. La sangre resbala por mis manos.

Miro ambos cuerpos inertes y no siento ningún remordimiento, en vez de eso siento un gran alivio y placer al saber que he sido yo quién les ha arrebatado la felicidad que pudieron tener.

Me dirijo a la cocina de la pequeña casa con toda tranquilidad, tomo el cuchillo más grande que encuentro. La poca luz que entra por la ventana me permite observar el brillante e impecable filo del cuchillo. Decidida vuelvo a la pequeña habitación.

La sorpresa me inunda al ver al chico sollozar sobre el otro cuerpo, por un momento me recuerdo y dudo, pero nadie tuvo piedad de mi sufrimiento y yo... No la tendré.

Mis pasos fueron silenciosos, él aún no sé inmutó de mi presencia, estando detrás de él no dudé ni un segundo. Levanté el cuchillo y lo dejé caer sobre su cuello con tanta fuerza que su cabeza se desprendió de su cuerpo y la sangre cubrió mi cuerpo.


L.C.


JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora