Las hojas suavemente se mecían bajo el templado soplo del atardecer, el cielo con borbotones de nubes danzaba; se tiznaba de violetas y azules en un lado, y rojizos y anaranjados en el opuesto. Se abrían dos frentes, el de la noche que poco a poco lo inundaba todo y el del atardecer, quemándose en una última exhibición de colores cálidos y volcánicos. Dubotsky se sentó en un banco de madera frente al estanque por donde algunos viandantes paseaban mientras echaban pan a las palomas. El sol apuraba su trayectoria por el filo del horizonte como si estuviera cayéndose, en señal del preámbulo de su desaparición y bienvenida a la noche. Se sentía confuso; un escalofrío recorrió su espina dorsal. No tenía la menor idea de que iba a hacer, a donde iba a ir, que iba a ser de su vida. Veía con incertidumbre el futuro desconocido, como si atisbara un extraño destino, que ahora parecía colgar de un hilo. Una sensación no acostumbrada le inundó.
Durante lo largo de su vida no había tenido que pensar en tomar decisiones importantes, los caminos que había tenido que escoger se habían desplegado dócilmente ante él, evitándole tomar decisiones que le pudieran llevar por derroteros poco previsibles o para cuya elección necesitara sopesar detenidamente. Su vida hasta ese momento había sido lineal y rutinaria. Acabó la escuela y se matriculó en la universidad de su misma ciudad, cursó empresariales y empezó a trabajar en la primera empresa que se interesó en contratarle y en la que había permanecido, por diez años, hasta esa misma tarde. Dubotsky, había sido un alumno de esos que pasan sin pena ni gloria, adaptándose a las exigencias académicas, como la gran mayoría de los estudiantes, sin quejas, pero sin un gran entusiasmo por lo que estudiaba y aprendía. Había sido, para ser más precisos, un colegial enclenque, timorato y de poca iniciativa. En su inocente vislumbrar, era incapaz de adivinar que la razón por la que tanta gente se incomodaba a su lado, era porque; poseía la capacidad de remover el interior de las personas mís allá de la consciencia que ellas mismas tenían de si. Podía, sin quererlo, provocar que estas ahondaran en profundidades de su psique desconocidas y tambalearlas con la mirada, una mirada que poseía la integridad de un santo. A veces reflejaba la iniquidad propia de los otros, sus miedos, las fallas de su alma, y otras veces sus grandezas. Claro que todo esto no era para nada demostrable empíricamente, pertenecía esa esfera de cosas que no se suelen racionalizar, pero que de algún modo se saben. Quizá por ello, inconscientemente, Dubotsky siempre evitaba confrontar los ojos de los otros y miraba hacia otro lado. Quizás por eso, suponía una amenaza para la mayoría de los líderes y ávidos de poder que no son conocedores realmente de las verdaderas razones de su ambición y por eso desde que trabajaba en Eins&Eins S.A, su jefe nunca le había permitido el ascenso a pesar de ser un trabajador perfeccionista y riguroso, realizar horas extra, llevar una imagen siempre impecable, una puntualidad rigurosa y el cumplir siempre con los objetivos. O tal vez porque simplemente no era un tipo halagador y con don de gentes.
Justo aquella precisa tarde en el parque, parecía como si el sol al despedirse se quemara, echara lava, y que las emociones de Dubotsky se mimetizarán con esos mismos colores y desprendimientos del cielo. La gota que había colmado el vaso fue ese adulador de Thomas, solo llevaba tres años en la empresa y durante todo aquel tiempo se había dedicado a minar el trabajo y la reputación de Dubotsky en beneficio suyo. Siendo ese el ardid para su propio ascenso. ¿Sería un cobarde Dubotsky por no plantarle cara, por dejarse arrebatar lo que por verdadero mérito le pertenecía?
En realidad, él no conocía esos tejemanejes propios del entramado social y el trato con los otros, no captaban su atención, no sabía de la competencia desleal y salvaje, de la traición, de la calumnia...En fin, de todas las armas que se utiliza con los otros para medrar o mermarles. Era un ingenuo, un cándido. Pero ahora, de algún modo, algo se le había removido por dentro, una extraña inquietud que había desembocado en la pregunta de sí se sentía a gusto con su vida, con lo que hacía. Se había dado cuenta en realidad de qué lo que se suponía que debía ir pasando una vez había empezado a trabajar no le interesaba, no iba a llenar su vida; ni ascender ni ganar más dinero.
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UNA VIDA CUALQUIERA
مغامرةDos personajes. Dubotsky y la Gorda cuyas vidas aparentemente normales van tomando giros insospechados. Van apareciendo personajes y situaciones de lo más insólito en sus vidas con los que tendrán que lidiar, convivir y enfrentarse e ir superponiénd...