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El cielo se cae a pedazos. Y estamos encantados.

La fuerza del sol no logra ganarle a la densa oscuridad que lo ha cubierto todo, y el diluvio hace de las suyas, azotando con vehemencia el enorme laberinto de hormigón que nos rodea. Mientras lo observo todo a través del cristal, junto a él, encandilada, pues hay algo en aquel desorden que es increíblemente atractivo.

Sus pies descansan cruzados sobre el borde de la ventana, separados de la tempestad sólo por aquel vidrio. Los míos lo hacen sobre sus piernas, porque no alcanzan los suyos.

Mi cabeza se mece hacia arriba, despacio y se detiene, abajo, despacio y se detiene.

El tempo de su respiración batalla contra el murmullo de la lluvia y el pulso de su corazón, que late contra mi oído, y juntos dominan mi mente ahora, y es su culpa que no esté prestando atención a su elaborado argumento, pues aquel estribillo de sonidos y balanceos han logrado mitigar mi consciencia, y sus dedos trazando órbitas por mi cabello sólo consigue adormecerme aún más.

Sé que me hablaba del amor. De alguna forma su habitual discurso sobre su inapetencia hacia la vida, ha derivado en esto. Amor, quiero saber que dice al respecto, pero no logro despegarme de este letargo. No puedo dejar de sentir un adormecedor placer en estas condiciones. Como si estuviera presenciando la sinfonía más meliflua que existe. Sé que está hablando de amor, y aunque no logro enlazar sus palabras encuentro en aquella paz mi propia definición, ¿no debería el amor ser precisamente esta armonía?.

Sus dedos se detienen, quedan estáticos allí, enredados en mi cabello, y esa pausa rompe mi sosiego. Como si un instrumento hubiera desaparecido de pronto de aquella hipnótica orquesta, y vuelvo entonces a su realidad, escuchando sus últimas palabras con total entendimiento. "Debe ser caos" dice. Caos, no sé cómo ha llegado a esa conclusión, pero de pronto ha decidido que el amor debe ser caos. ¿No es justamente lo opuesto a lo que descubierto yo?.

Mis párpados abandonan aquella cómoda postura, al igual que lo hace mi cuerpo, sin premeditación alguna. Me incorporo de un impulso, quedo sentada en mi viejo sofá rojo y me giro hacía él, dándole la espalda al aguacero. Dejando de ver nuestra escena favorita para buscar sus ojos.

Por alguna razón siento la urgencia de ver su mirada mientras pronuncia aquella frase. Esos perfectos óvalos negros me miran expectantes y yo le pregunto qué ha dicho, aunque creo saberlo ya.

He dicho que el amor debe ser caos repite con total seguridad. Y su fino labio superior es atrapado por sus dientes, mientras me mira de aquella manera. Esa que me hace pasear sobre la orilla de nuestro limite. Y no sé cuál ha de ser la mirada que yo tengo ahora para que deje escapar una risa por su nariz. Su mano sube hasta mi rodilla, que llevo por encima de su regazo en este momento.

—Caos. —repito yo, sin preguntar, aunque él afirme con su cabeza como si lo hubiera hecho.

—Caos, debe volverte loco. Es la única forma de que valga la pena.—Deja caer su cabeza en el respaldo y cierra sus ojos.

Con total seguridad ha dado por zanjado el tema. Mientras en mi mente el asunto acaba de comenzar. Y es mirando su rostro unos segundos que entiendo que no me sorprende. Para alguien como él, que nada ha salido nunca fuera de sus planes, y que encuentra aquella sucesión de triunfos como algo aburrido, para alguien como él, amar, es perder el control.

El control, algo que yo nunca he tenido.

Apoyo nuevamente mi cabeza en su pecho, vuelvo a aquella imagen, y busco hundirme una vez más en esa composición.

Challenge ✦ Jeon JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora