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¿Será que mi peor enemigo es el tiempo? No por el más evidente hecho de que somos simples mortales, no, va más allá de eso. Es que "El tiempo lo cura todo" me suena a una amenaza oculta detrás de un consuelo. Lo cierto es que conmigo lo cumple con una eficiencia apabullante.

Y he aquí la conclusión a la que he llegado -por ahora-, mis constantes malas decisiones son meramente culpa del tiempo, que no me permite recordar la lección y me hace caer otra vez en él mismo error.

Muevo el vaso con mi trago a través de la barra. Lo alzo y lo apoyo una y otra vez, dejando círculos que me esfuerzo porque sean perfectos, y formando con ellos vaya a saber qué. Namjoon a mi lado me escruta con su incisiva mirada. Lo sé aunque trate de ignorarlo, aunque me esfuerce por mantener mis ojos en las aureolas de agua que estoy dejando por allí. Sé que está esperando que le diga mi último desacierto para darme una charla, pero la verdad prefiero evitarlo esta noche, porque un sermón de Namjoon no es algo que precisamente me suba el ánimo.

Otra vez miro un suceso de la vida diaria como si allí se escondieran las respuestas que necesito. Como si el creador nos hubiera querido jugar una broma y hubiera ocultado las cuestiones del mismísimo universo en la marca de agua que escurre mi vaso, o en la brasa de un cigarrillo mientras se consume, o en el movimiento de una rama en una tarde de viento.

Mi provisoria solución no me conforma y continúo escudriñando. No sé si las respuestas que todos buscan se encuentren tras estas nimiedades, pero la mía es mucho más sencilla. Y es que en mi cabeza la crisis existencial de cualquier ser humano ha sido sustituida por otra. No tengo interés en saber de donde venimos, hacia donde vamos o esa clase de cuestiones que podrían ser capaz de quitarte el sueño por noches enteras, no, la mía es simple. ¿Por qué mis decisiones apestan más que la misma mierda? Y mientras mis ojos se fijan en la oscura barra que descansa bajo mis antebrazos, mi mente sigue laboriosamente buscando culpables, y parece haber dado por fin con algo que podría ser un candidato mejor que el tiempo para la respuesta que necesito. Aunque tal vez más difícil de aceptar.

¿Por qué mis decisiones apestan más que la misma mierda? Porque las tomo con miedo.

El miedo. El miedo no es tan fácil como el tiempo porque depende de nosotros.

Mi mente se ha automatizado al fracaso, triste pero cierto. Y cuando una disyuntiva me golpea la cara, elijo siempre la opción más sencilla. Porque soy cobarde. Liso y llano. Voy incluso en contra de mi propio instinto. Y es que al final no se siente tan mal fracasar en algo que no deseabas en realidad.

Levanto mis ojos de la barra y miro al chico a mi lado con una sonrisa, porque he encontrado la respuesta por mi misma. Namjoon frunce el ceño y me sonríe de todas formas, aunque sé que se cuestiona que ocurre en mi cabeza.

—¿En que la has liado ahora? —pregunta, como sabía que lo haría si nuestras miradas coincidían.

—No es lo que importa, lo importante es que he descubierto el porqué.

—Eso ya lo sé yo. —Pongo los ojos en blanco y él suelta una de esas risas, que marcan sus lisas mejillas y transforman al hombre en un niño—. Sabes que creo que deberíamos estar juntos Yujin.

Ahí va otra vez. Namjoon es tan directo como una bala y más sabio que el mismo Dalai Lama. Pero en esta cuestión está equivocado, pues su naturaleza le prohibe ver sus verdaderas intenciones. Él no me quiere a mi, él quiere mi potencial yo. Lo noto en su forma de aconsejarme, de mirarme como si debiera sacarme de mi ignorancia y enseñarme a vivir correctamente. Lo apreció la verdad, pero vivir correctamente no parece ser lo mío.

De todas formas vuelvo a verlo cada vez que me llama. Como he dicho: decisiones de mierda.

–Nam, los dos sabemos que no me soportarías ni un día.

Su ojos me recorren unos segundos ponderando la posibilidad de que esté en lo cierto, y entonces su mirada se desvía sobre mi hombro, en dirección a la entrada, y lo veo inclinar su cabeza dudoso.

—¿No es ese tu amigo? —pregunta, he inmediatamente miro en la misma dirección.

Jungkook atravesaba la puerta del bar junto a Kang Seulmi, y sentí de pronto como si estuviera de incógnita en una zona VIP, pues los dos parecían sacados de una escena hollywoodense. Unas mesas más allá de la barra donde estábamos, lo vi correr una silla para que ella se sentara, e inconscientemente una risa nasal salió de mi.

Mis ojos debieron haberle pesado porque después de sentarse él también, miró en mi dirección, y segundos más tarde me guiño un ojo, con esa sonrisa torcida en su rostro que lo hacía ver como un engreído.

Rasqué mi entrecejo sólo con el dedo mayor de mi mano, exageradamente. Y lo vi reír, arrugando su particular nariz y enseñando sus grandes dientes -él entendía bien mis gestos obscenos encubiertos- hasta que la chica frente a él levantó la vista de la carta, y le robo la atención.

Él la miró como si de pronto todos hubiéramos desaparecido, como si al apuntarlo con sus grandes ojos miel ella lo hubiera transportado a otra dimensión, una en la cual él estaba destinado a observarla por siempre. Y no lo culpaba, ella era el concepto de perfección hecho persona. Y junto a él, las miradas que recibían no eran como cuando caminaba a mi lado.

Esta es la verdad sobre Jungkook: él luce como el chico perfecto porque realmente lo es. Y lo que lo hace incluso mejor es que no le importa, no pone esfuerzo alguno, simplemente así sucede.

Miré hacía abajo, a mi cuerpo. Mi pecho plano oculto bajo una camiseta con una inscripción, "I want your pizza not your opinion". Más abajo, mis jeans demasiado holgados y con más roturas de las que traen al comprarlos, de hecho algunas eran reales.

Al igual que él, yo no ponía esfuerzo alguno y no me importaba, pero a diferencia de él, esa era justamente mi condena no mi cualidad.

—¿Me estás escuchando Yujin?

—¿Hm? ¿Qué? No te escuchaba lo siento.

Namjoon resopló dejando caer su cabeza, y tomo mi mano que descansaba sobre la barra, haciendo que mis ojos fueran a parar a ese gesto.

—Yujin escucha. —Su mirada se puso seria de pronto y sabía lo que ocurriría—. ¿Por qué no lo intentamos? —dijo tomando mi mejilla.

No sé si esta vez fueron sus ojos los que pesaron sobre mi, pero por encima de Namjoon encontré su mirada. Sus negras orbes iban de las mías a la chica frente a él, y aquello me inquietó. ¿Por qué había abandonado aquella dimensión donde sólo Kang Seulmi existe?

Los labios de Namjoon sobre los míos me obligaron a atenderle. Y me separé un poco, confundida porque no supe cómo la conversación había llevado a eso. No era la primera vez que insistía en el asunto pero nunca había llegado tan lejos, y me había tomado por sorpresa. Al igual que lo hacía la mirada de Jungkook que ahora no se preocupaba en oscilar entre la mía y ella, se había clavado en mi. Parecía desafiarme, igual que siempre. Y aunque no pronunció palabra alguna, mi memoria trajo a mis oídos su voz, pronunciando aquella frase que había escuchado de sus labios infinidad de veces. "Shin. Yu. Jin. Te reto". Aunque en esta ocasión no tenía sentido.

La verdad, no sé porque lo hice, no tenía precisamente la necesidad de besar Namjoon, ni de cumplir una apuesta, pero de alguna forma devolví mis labios a los de él, por alguna razón le correspondí el beso. Mis labios, sólo ellos, porque mis ojos continuaban en Jeon Jungkook, y parecían impedirle que los suyos me dejaran, retándolo yo también. Y sentí, por primera vez, que nuestras provocaciones estaban llegando muy lejos.

Challenge ✦ Jeon JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora