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Varias escenas de mi vida parecen estar repitiéndose periódicamente. Y lo peor del caso es que, ni la primera vez ni ahora, me han producido dicha. Por el contrario, agitan mis pensamientos y dejan allí en mi pecho un peso diferente.

Jungkook sentado en el segundo peldaño de la escalera que conduce a mi puerta. Namjoon suspirando ante mi actitud o palabras. La hoja en blanco de mi cuaderno de notas, y mi mano estática, oprimiendo el lápiz como si aquella fuerza fuera útil.

He pasado los últimos días buscando algo, una sensación, un sentimiento que he perdido. He pasando mis últimos días buscando paz, queriendo escapar de esta amarga repetición. Y anoche pude entenderlo.

La arena blanca cubría mis pies descalzos, la suave brisa quitaba el flequillo de mi frente, y el rugir del mar era lo único que ocupaba mi mente. Estaba sola, yo y las olas, ni Jungkook, ni Namjoon, ni mi ansiedad. Estaba sola y estaba feliz. Por alguna razón lo estaba. Por alguna razón mi pecho se sentía cálido y cuando desperté esta mañana tenía en mis labios una sonrisa.

Había salido del bucle. Había vuelto al principio, en mi querido Busan, donde todavía tenía por delante las decisiones a tomar, todavía no había cometido errores, aún podía ser valiente, y entendí que aquello me había dado esa paz.

No he podido pensar otra cosa desde entonces. Incluso ahora. Mirando esa tormenta que se cierne de a poco junto con el ocaso de este día, ahora que los relámpagos y estruendos parecen anunciarle a la ciudad su llegada, ahora, pienso en esa playa. La imagino con la misma tormenta, relámpagos y estruendos, y la nostalgia me hace sentir la arena bajo mis pies y el aroma a sal en mi paladar.

Bajo la vista a mi móvil que vibra en mi mano. Y su nombre logra quitarme de mis fantasías. ¿Desde cuando es él el culpable de arrancarme de ellas en vez de arrastrarme hacia allí? Si era justamente él quien pisaba conmigo aquella cálida arena, cuando aún nuestro retos se basaban en chiquilladas, y mi mente valiente soñaba en grande.

Supongo que es un talento que se adquiere al crecer. Volverse cobarde, deshonesto, complicado, arruinarlo todo.

Abro el mensaje y sus palabras me inquietan, algo que se ha vuelto habitual.

>>Es noche de tormenta. Llevo cervezas.

Cuanto habían cambiado las cosas. Si en otro momento aquello me hubieran alegrado el día y hoy sólo lograban colocarme ansiosa.

Lo cierto es que él y yo, ya no éramos los chicos que corrían por las playas de Busan, ya no éramos siquiera los mismos de la última tormenta.

Luego de que Jungkook volvió, he estado preguntándome más que nunca qué estamos haciendo. Sus pies continuaban siguiéndome por los pasillos de la biblioteca. Yo aún cocinaba doble los martes por las noche, pero a pesar de que nuestra rutina quería impartirnos la sensación de que todo era igual, nuestras miradas al cruzarse dejaban en evidencia que no lo era.

>>No.

Contestó a su mensaje. Lo lee al instante, y asumo que lleva sus grandes ojos clavados en la pantalla esperando mi respuesta.

>>Explicate.

>>No dormiré en casa hoy.

Trago grueso al presionar enviar, y bloqueando el móvil lo arrojo sobre el sofá gris, y vuelvo mis ojos a la ventana. La vista desde aquí difiere a la de mi apartamento y a pesar de ser mejor, de pronto me incomoda hallarme de cara a esa tormenta en un lugar distinto.

—¿Qué haces? —Su gruesa voz se abre paso entre el bramido del cielo, y de forma inconsciente me hago con una sonrisa antes de darme la vuelta hacia él.

Challenge ✦ Jeon JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora