Instinto...

1 0 0
                                    

«¿Qué pasaría si me cansara de vivir?» Mi mente atacó tras toda una noche en vela, reflexionando y haciendo una lista de todo lo que debería cambiar en mi vida pero que, seguramente, seguira igual. «¿Y si me harto de sufrir?»

Bueno, supongo que siempre me queda el suicidio. Una pistola en la boca, apretar el gatillo y... ¡Crac! Todo lo que he aguantado hasta ahora, el sufrimiento, el dolor de saber que tu futuro es tan solo una mera ilusión, y otra clase de dolor, el que viene con el frio y hace cambiar a mi piel y mis huesos... todo eso habrá acabado... Se que podría hacerlo, no soy ninguna cobarde, nunca lo he sido....

Pero tumbada en la cama, escuchando como se forma escarcha en los cristales de la ventana, es fácil olvidar que dentro de mi penosa existencia también hay cosas buenas.

Escasas, sí.

Pero en la manada todos cuidan unos de otros, todos comparten su dolor con todos, nunca me he sentido demasiado integrada en ella pero sé que ellos son mi familia y que no puedo fallarles de esa forma.

Nadie se porto bien conmigo hasta que lo hicieron ellos.

Nadie se planteó si quiera tratarme como a una más hasta que ellos me dieron un billete al paraiso.

Claro que había que pagar un precio por llegar hasta él. Año tras año de dolor, de cambios, de rozar el paraiso con los dedos para despues caer de nuevo al infierno con la llegada del verano...

«Tengo que aguantar, no me puede quedar mucho tiempo»

Ese pensamiento no me tranquilizó, a veces las transformaciones me parecian un mero premio de consolación.

Me levanté de la cama tirando las mantas al suelo y caminé hacia el salón en completo silencio.

No quería despertar a nadie.

Pero de pronto me encontré d frente con otra chica que venía de frente hacia mí.

No me lo esperaba y grité.

«Es tu reflejo, idiota!» Me recriminó mi subconsciente y resoplé, la chica pelirroja que estaba frente a mi, tan pequeña y flaca, con esa mirada casi fantasmagorica, vacia y cansada, era yo reflejada en el espejo de cuerpo entero del pasillo.

Me había asustado de mi propio reflejo.

Ya no era la aspirante a supermodelo californiana que era cuando llegué aquí.

-Paz...? Eres tú? -Me llegó la voz adormilada de Zack desde su habitación.

«Mierda» Corrí hacia la puerta, no quería que me viera. No ahora.

Estabamos a mitad de julio y ya estaba bien entrada la madrugada, salir ahora era un autentico suicidio. Salír ahora significaba despedirse de nuestra humanidad hasta el proximo verano.

Incluso aquí, en el lejano Moose Pass, había suficiente gente durante los meses de verano para despertar nuestros instintos animales y hacernos perder la forma humana.

La casa de Zack era un refugio.

Un refugio anti-humanidad.

Un refugio para monstruos que huyen de lo que son.

Relatos a las puertas del sueño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora