«Cap VIII: Trabajo»

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Los días para cierto rubio pasaron rápidamente. Finn ya no tenía por que quejarse, tenía un buen trabajo en el cuál ya había recibido muchas llamadas y asistido a muchas casas para arreglar los desperfectos para los cuáles había sido contratado.

Le hacía de plomero, jardinero, electricista, mecánico, limpiador de piscinas al igual que darles mantenimiento a estas entre otras.

Si, su trabajo y sustento estaba estable. Por lo que no tenía que preocuparse por la falta de dinero.

Ahora tenía una nueva compañera con la que se llevaba muy bien y con la que mantenía una bonita relación amistosa.

Ella parecía estar ajena al mundo, seguramente por que nunca había vivido en una casa o nunca había estado en familia.

Pero eso le era muy difícil de saberlo ya que el rubio no quería preguntar algo que no debía.

—¿Aquí es dónde guardas la comida entonces? —Preguntó la Cazadora señalando el refrigerador.

—Si, a si es —asintió Finn. Abrió la puerta del refrigerador y extrajo dos gaseosas de este, una para él y la otra para ella.

Esta observó la lata con desconfianza hasta que la tomó en sus manos.

—Gracias —agradeció un tanto insegura.

Observó a Finn, el cuál se encontraba preparando el desayuno.

—¿Qué haces? —Preguntó ella acercándose y poniéndose al lado de él. Mientras este estaba frente a la estufa.

—Preparó el desayuno para los dos —comento él.

Esta lo vio con sorpresa y le tomó su mano para detenerlo.

—No es necesario que me des de comer, yo puedo... —Sus ojos miraron a un costado por un segundo. —arreglarmelas sola.

Finn le dedicó una sonrisa tranquila. Retiró la mano de ella con delicadeza y con mucha confianza le dijo.

—No estas sola, maga —rompió dos huevos y los vertió en la sartén. —Además, no es bonito desayunar solo, ¿No crees? —La vio de reojo.

La chica estaba sin palabras. Nunca en su vida la habían tratado así. Así que no estaba segura de como actuar.

—¿Debo agradecer? —Preguntó insegura.

Finn negó con su cabeza.

—Nop, pero sería mejor que te fueras a dar una ducha o a lavarte las manos —le sugirió él. Ella se vio a sí misma. En efecto, estaba algo mugrienta. Desde que llegó a la casa de Finn no se había aseado, es más. Hacia meses que no tomaba un baño por lo que estaba asquerosa.

—¿Y cómo... —No sabia que decir.

—Usa el baño de arriba chiquita —bromeó Finn. Aunque a esta no parecía gustarle esos apodos, lo dejó pasar. —Puedes lavar tus ropas si gustas.

Ahora está fue la que le sonrió al rubio.

—No es necesario —sacó una mochila verde de su espalda, una que mantenía oculta bajo su túnica. —Aquí traigo más ropa.

—Estupendo —dijo él alegre. Por un momento creyó que tendría que prestarle algo de la ropa de su hermano Jake. Pero ahora veía que ella era una chica preparada.

El día paso de lo más tranquilo.

Desayunaron, salieron a hacer sus cosas, ambos ganaron dinero, volvieron a casa, cenaron, conversaron un poco y se fueron a dormir.

Hora de aventura: Finn el chico huérfano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora