34. Lunes, Otoño

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Soy un cuerpo sin vida que se enamoró de un corazón latente. Idealicé la necesidad de encariñarme con alguien a quien le importe de verdad, pero me miro cayendo sin sentir nada en un denso océano que me engulle. Pero no tengo miedo a pesar de mi existencia efímera. La constante decadencia hace darme cuenta de lo siniestro que puede llegar a ser la realidad del amor. Sin cruzar la línea que me delimita en mi saco de huesos, sigo volando hacia abajo con la esperanza de toparme con el suelo. No me suelto de la mano que aún me agarra con fuerza desde el precipicio, aunque si sus fuerzas se agotaran, tampoco le echaría la culpa. Flotaría en el aire y revelaría mis mentiras cargadas de lagrimas rebosantes de dolor y desesperación que sentiría al ver su cuerpo baldío. No por mí, no por mi vida, no por mi futuro sino por el suyo.

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