Capítulo 1. ¡Bienvenidas a Mairena!

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Estaba allí, de pie. Con el pasaje de tren en una mano y la maleta en otra. Miraba hacia los lados, algo triste.

-         ¿Dónde coño se mete ésta? –Murmuré-

Me giré y allí estaban mis padres junto a mi hermano mayor. Observando cada movimiento que hacía. Que agobio… Pero, ¿dónde estaba Amalia? Estaba a punto de salir el tren que nos llevaría a Mairena de Aljarafe, Sevilla, y ella no aparecía.

-         Como se haya echado atrás y no piense venir la mato –Volví a murmurar-

Una voz sonó a un par de centímetros de mí.

-         Eso nunca, nena.

Me asusté. No me lo esperaba. Al darme cuenta que era Amalia esbocé una sonrisa y enseguida le abracé.

-         Pensaba que no ibas a venir, tonta.

-         ¿Y perderme dos semanas de vacaciones contigo? Ni de coña. –Sonrió-

Allí estaba Amalia, con su pelo castaño, largo y liso, con esa preciosa sonrisa y esos pequeños ojos marrones. Sin saltarme el detalle de lo enana que era pese a sus dieciséis años…me encantaba hacerle bromas sobre su escasa altura. Amalia y yo éramos amigas desde… ¿siempre? Nuestros padres eran amigos y desde antes de tener uso de razón estaba junto a ella.  Y si puedo asegurar algo es que ella era ese tipo de amigas que se puede contar para todo y siempre esté dispuesta a sacarte una sonrisa, por más que le cueste.

-         ¿Vamos ya, no? –Dijo ilusionada-

-         Espera, voy a despedirme de mis padres y mi hermano, ¿y tus padres?

-         Ya me despedí antes de entrar. Por eso tardé más.

Me giré y mi madre se me acercó, y me dio un beso en la frente.

-         Cuídate, ¿vale? Y cuando llegues me llamas. –Dijo emocionada-

-         ¡Sí, mamá! –Dije sonriendo-

Mi padre repitió las acciones de mi madre. Si es que eran realmente iguales.  Luego mi hermano me miró fijamente y después de acercó a darme un abrazo.

-         Te echaré de menos, enana. –Dijo sin separarse de mi-

-         ¿? ¿Echarme de menos a mí? Estoy sorprendida, señorito.

-         Claro, ¿a quién voy a joder yo a hora? –Dijo riendo-

-         Tonto. –Murmuré mientras me alejaba de sus brazos- Os llamaré. –Dije esta vez mirando a mis padres- ¡Os quiero! –Dije alejándome junto a Amalia-

Estaba demasiado feliz, y quizá algo nerviosa. ¡Esta experiencia iba a ser genial! Cogimos el tren que nos llevaría desde Málaga a Sevilla. El viaje no sería muy largo, y menos junto a Amalia que no tardaría en hacer de sus tonterías.  Digamos que el viaje fue todo menos aburrido. No paremos de imaginar cómo sería nuestra vida en estas dos semanas que pasaríamos en ese pueblo de Sevilla. Y en un abrir y cerrar de ojos estábamos allí, en Mairena de Aljarafe. Cogimos las maletas y salimos muy ilusionadas al exterior de la estación de trenes. Parecimos dos niñas pequeñas en un parque de atracciones. Nos miremos y nos dimos un pequeño abrazo como signo de ilusión.

-         ¿Y ahora donde vamos?

-         Y me lo preguntas a mi…-Dije riendo-

-         Me parece increíble que nos hayan dejado venir aquí, las dos solas, con lo desastres que somos.

Asentí riendo. Tenía demasiada razón…aún no sé como nuestros padres nos dejaron venir a pasar las vacaciones aquí. Nosotras. Laura y Amalia.  Unas chicas de quince y dieciséis años. En Mairena solas…no me lo acababa de creer. Con ayuda del GPS del móvil conseguimos ir a la calle dónde estaría la casa que alquilemos para pasar esas dos semanas: Calle Sol.

-         ¿Qué numero era la casa? –Dijo Amalia sin dejar de mirar el móvil-

-         Espera un momento –Abrí mi bolso y de allí saqué un trozo de folio donde estaba la dirección apuntada- La número…-Dije girando el papel- Veintiséis.

Caminemos por esa calle lentamente, observando cada número. Era una calle donde todas las casas eran iguales o muy parecidas por fuera.

-         Esta es la casa en la que viviremos estas dos semanas –Dijo Amalia señalando una casa…como todas las demás-

Entremos muy ilusionadas. Era muy espaciosa. En la planta de abajo tenía dos grandes salones, al lado de uno de ellos, una cocina bastante grande. Tenía un patio también bastante grande y un baño. También había una pequeña habitación completamente vacía. En la planta de arriba había cuatro dormitorios: dos con camas de matrimonio, una con una cama individual y otra con una litera. Cada cuarto tenía un baño propio (cosa que nos hizo muy feliz a Amalia y a mí), también tenía una habitación de la limpieza. Allí había una lavadora,  tendederos para la ropa, productos de limpieza, etc. Sin duda, esa era la única parte de la casa que no nos gustaba. Bueno, y lo mejor de todo: arriba del todo, en la tercera planta había una graaaaan terraza. Esta casa sería de un alquiler muy caro, pero nos salió muy barato por la razón de que nuestro padre era primo del dueño de esta casa (que nunca conocimos).  Amalia y yo nos encontrábamos en la terraza, descansando después de todo, pero necesitábamos dar una vuelta por allí y conocer el pueblo. Y eso hicimos. Nos encontremos caminando por la calle cuando..

-         Perdona –Dijo una voz a nuestras espaldas-

Amalia y yo nos giremos a la vez. Pudimos ver un chico algo más alto que nosotras, que tendría sobre unos 15 años, con los ojos marrones y el pelo castaño, y con una preciosa sonrisa que enamoraba.

-         ¿Esto es de alguna de vosotras? –Dijo con un precioso acento sevillano, enseñándonos un colgante en el que ponía “Laura”-

-         Sí…es mío. –Dije con una sonrisa tímida después de fijarme si llevaba mi colgante- Muchas gracias.

-         De nada. –Miró el colgante atentamente- Laura. –Afirmó sonriente-

Se acercó a mí e hizo un gesto para que me diera media vuelta. Luego, con mucho cuidado me puso el colgante.

-         ¿No sois de por aquí, verdad? –Dijo después de haberme puesto el colgante y colocándose delante nuestra-

-         No –Dijimos a la vez- Venimos de vacaciones dos semanas aquí –contesté-

-         Esa es nuestra casa –Dijo Amalia señalando a la número veintiséis-

-         Genial, ¿entonces viviréis en esta calle? Cuando queráis cualquier cosa me tenéis a mi hermano y a mí.

¿Hermano? ¿Sería tan simpático y guapo como él?

-         Por cierto, me llamo Jesús. –Dijo volviendo a esbozar esa sonrisa que me volvía loca, y después nos dio dos besos a cada una-

-         Como sabrás, yo me llamo Laura. –Sonreí-

-         Y yo Amalia.

-         ¿Sois hermanas?

-         ¡Qué va! –Contesté- Yo soy más inteligente que la enana esta, no podemos ser hermanas.

Jesús empezó a reírse y Amalia me miraba con cara de asesina, pero enseguida sonrío.

-         Tonta…-murmuró- Somos amigas, y venimos de Málaga.

Justo cuándo Jesús iba a contestar,  se giró al escuchar una puerta cerrarse.

-         ¡Dani! –Grito- Ven, estoy aquí.

Entonces salió su hermano, pero… ¡eran iguales! ¿Gemelos? Dani se acercó a nosotras.

-         ¡Hola, guapetonas! –Y se acercó a darnos dos besos a las dos- Yo soy Dani.

-         Yo soy Amalia –Dijo muy sonriente-

-         Y yo soy Laura –Dije también con una sonrisa-

-         Ellas han venido de vacaciones a Mairena, y van a pasar aquí dos semanas. –Recordó Jesús-

-         ¡Bienvenidas a Mairena!

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