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La perdida mirada de YoonGi estaba posada sobre su propio reflejo, era un completo desastre. Había escuchado los incesantes gemidos de su madre toda la noche, la mujer estaba follando nuevamente con otro hombre; su vecino. Por más asqueado que se sentía YoonGi no podía escapar de aquella cruda realidad, era lo que por alguna razón le tocó vivir.

Juntó su mano con el reflejo que le propinaba el espejo, suspiró, no veía nada nada más que un simple desastre que no merecía vivir, levantó la manga de su suéter negro topándose con sus singulares marcas, ahogó un pequeño sollozo y bajó la manga, mordió fuertemente su labio inferior cuando una de sus voces hizo un sugerencia.

~ Deberían estar en diagonal 

El chico no dijo nada, sólo se limito a acercarse a su buró y saco un frasco lleno de pequeñas pastillas blancas.

Una pastillas.

Dos pastillas.

Tres pastillas.

Siempre hacía eso, tomaban dos dosis más de lo que le habían indicado, según él eso lo hacia sentir mas "relajado" aunque eso era solo un pretexto para atascarse de medicamentos para que esas malditas voces dejaran de acosarlo.

Dejó el frasco a un lado y tomó su mochila, dio un último vistazo en el espejo sintiéndose asqueado de su propio ser.

Caminó por el estrecho pasillo pasando por al lado del cuarto de su madre, donde escucho un suave gemido. Hizo un cara de asco, le repugnaba esa mujer, por más que fuera su madre, le provocaba asco. 

Al salir de la casa caminó sin prisa a la estación de buses, tenía mucho tiempo aún, su turno empezaba al medio día, disponía de tres horas todavía, ¿en qué consistía su trabajo? La verdad nada complicado, era el chofer de uno de una de las más importantes lideres de la mafia en Corea del Sur. 

Era un trabajo algo arriesgado, pero ya no le importaba si caía en la cárcel, ni cuanto tiempo estuviese encerrado dentro aquellas frías paredes, no le importaba nada.

Subió a uno de los buses que lo dejaría en la casa de Jeon SoMi, se puso sus audífonos y se dispuso a dormir durante todo el viaje, que duraba aproximadamente una hora.
El sonido de la música lo distraía completamente del ruido que causaban todas las personas que iban en el mismo autobús, poco le interesaba escuchar voces nuevas. Pasada la media hora se bajó en su paradero, luego comenzó a caminar de manera calmada en dirección a la casa de la mujer para la cuál trabajaba, le había bajado el volumen de la música, ahora escuchaba el sonido que causaban cada uno de sus pasos.

En diez años aún conservaba frescas las memorias de todo lo que había pasado con un niño bajito, de mejillas abultadas con labios carnosos y rosados; adorable. Cada vez que lo recordaba no podía evitar que una estúpida sonrisa se formara en sus labios, a pesar de todos los momentos de dolor en los que no estuvo JiMin para consolarlo con su actitud inocente y llena de alegría, no le guardaba rencor. A veces se preguntaba qué habrá pasado con él, cómo se encontraba, qué sentía, qué le faltaba, qué apariencia tendría ahora... ¿Lo recordaría siquiera?

Perdido en sus pensamientos llegó a su destino, entró a la gran mansión mientras guardaba su celular en los bolsillos de su pantalón, por alguna extraña razón sentía que ese día sería especial, tenía ese presentimiento.

Todos ahí lo conocían por lo que no andaba dando explicaciones o pidiendo permiso siquiera, fue hasta la oficina de su jefa tocando tres veces la puerta suavemente, escuchó un suave "pase" y procedió a entrar haciendo una pequeña reverencia.

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⏰ Última actualización: Jan 28, 2019 ⏰

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Detrás De Ti ˏˋ°YoonMin•*⁀➷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora