Aragorn, el Dúnadan

Capítulo 1. Gilraen y Arathorn

1932 T.E.

No quedaba mucho para que se pusiera el sol en pueblo Dúnadan en Eriador.
El pequeño Aragorn jugaba con los cabellos dorados de su madre, mientras esta leía en silencio libros antiguos de sus padres.
Cuando Aragorn tiró demasiado fuerte de uno de los largos cabellos de Gilraen, esta sonrió y cojió a su hijo. Lo miró a los ojos, grises, iguales que un cielo en un día de tormenta, aunque estos emitían un brillo casi imperceptible.
En ellos, veía la pesada carga de generaciones y generaciones antes que él y la esperanza de una raza que había sido la gloria y el orgullo de Númenor. Pero esos días antiguos solo se recordaban en leyendas y cuentos.

A Girlaen le pesaba que su hijo hubiese de cargar durante toda su vida con el deber de recuperar esa gloria olvidada. Así lo veía en sus visiones, cuando escudriñaba en el futuro de los Dúnedain.

Recordó el día cuando ella y Arathorn se habían prometido y su padre y madre hablaban sobre el compromiso
Flashback

— Gilraen es demasiado joven para pasar el resto de su vida atada al destino de Arathorn
— Pero Dihrael, con quien continuará Arathorn, la generación de Elendil, sino con la mujer a la que ama? 
— No lo se Irvowen. Pero nuestra hija no tiene porque llevar esa carga sobre sus hombros. El destino de Aratohrn se ve escaso, y Gilraen aún esta en los inicios de su prospera vida. No debe casarse...
— Si se casaran ahora, la esperanza para nuestra gente nacerá, pero si se demora, no vendrá mientras dure esta edad

Sin decir más Dihrael calló. Su mujer tenía razón. Arathorn debía procurar la continuidad de su raza y Gilraen estaba destinada a ayudar a Arathorn.

Fin Flashback

Gilrael tenía a Aragorn en la falda. Llevó su mano derecha el colgante que le había regalado Arathorn. El Arbol de Nimroth en Númenor. Representaba la esperanza de él y su pueblo. 

—Guarda este regalo como señal de esperanza - decía Arathorn mientras se lo ponía en el cuello de su esposa —  la sombra cae sobre los pueblos de este mundo pero la semilla de nuestro pueblo prevalecerá, como lo hace la semilla de Nimroth, y mi amor por tí, Gilraen.

Acarició la planta colgando de su cuello y cerró los ojos. Los recuerdos de su marido eran ahora más lejanos y débiles, como rodeados por una espesa niebla que impedia verlos con claridad.

El pequeño Aragorn había quedado dormido en la falda de su madre. La madre lloraba en silencio dejando que sus lagrimas cayeran por sus mejillas mientras veía esconderse la última luz del día.
Ese fué el último rayo de Arien que compartiron Gilraen y Arathorn en vida, tras que Arathorn recibiera la herida de una flecha orca en el ojo izquierdo.