Chapter I

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Otro día más en el que tenía que buscar la forma de salir adelante y ser fuerte, estaba cansada de sobrevivir.

Con el paso de los días me había acostumbrado a ocupar el dinero justo y necesario sin ninguna excepción. Apesar de que Scott me había insistido en que su casa era mi casa no podía aprovecharme de ello, me sentía avergonzada por lo ocurrido, humillada. Abandonada por mi familia.

No les importó en lo más mínimo dejarme tirada en Estados Unidos, no era como si después de lo ocurrido les quedará una pizca de afecto. Tampoco importó que me dejaran mal frente a los demás, no importó cuántas veces les supliqué que me escucharan y me perdonaran. Sólo era una niña, era muy joven.

— ¿Estás ahí, [____]? —Escuché a Scott hablando y había olvidado que estaba contándome algo, una vez más me había quedado inmersa en mis pensamientos.

— Disculpa, estaba pensando —Contesté observándolo con una mueca a lo que él soltó un suspiro. Debía de estar muy agotado frente a mí actitud, hace un año y medio que nos conocemos y aún tengo el problema de quedarme en otra dimensión mientras el charla conmigo— Lo siento...

— Tranquila. ¿Otra vez sucedió? —Sabía bien a qué se refería, asentí llevando mi mirada nuevamente a mi plato con una tostada a medio comer y una taza de café sin beber. Sus brazos rodearon mi cuerpo reconfortantemente a lo que correspondí gustosa, le agradecería eternamente todo el apoyo y la ayuda que me daba.

— Muchas gracias, Scott. No sé qué habría hecho sin tí —Ahí venían otra vez esas imágenes odiosas que ya estaba cansada de ver.

Aquél fatídico día en el que dejé mi hogar y me quedé sola en la calle, estaba muy lejos de casa y no tenía dónde ir.

{FLASHBACK}

— Hey, ¿Estás bien? —La mano de Scott se posó sobre mi hombro. Ahí no lo conocía, sólo era una persona más que se había topado conmigo.

— S-Si... Estoy bien, gracias —Alcé la mirada luego de pasarme casi toda la noche en un banco de un parque enorme, mis ojos se encontraron con un pelinegro de ojos verdes y piel pálida, unas facciones muy bonitas y una sonrisa cálida.

— No te creo. ¿Tienes a dónde quedarte? —Soló negué con la cabeza tímidamente, me sentía como una pequeña sin sus padres— Puedes venir a mi casa, creo que es mejor a que te quedes en éste banco pues van a pintarlos en cuestión de horas —Su mano apuntó a un letrero que daba el aviso en grande, solté una pequeña risa y le agradecí durante todo el camino.

{Fin FLASHBACK}

No le dije lo que ocurrió hasta pasado unas horas, con él pude desahogarme y contarle la verdad que mis padres no quisieron oír.

— ¿Cómo es posible que justo cuando busco un trabajo, me dicen que ya no está disponible? ¿Es acaso una broma? —Me quejé lanzando el lápiz sobre el periódico ya con todos los empleos publicados marcados con una X en rojo.

— Estoy seriamente considerando en que deberías ser promotora, no tienes un mal cuerpo. El problema es que no sabes lucirlo. —Contestó mi compañero, le lancé una mirada fulminante y luego una bola de papel de periódico con la foto de una modelo de Victoria's Secret voló hasta su rostro.

— ¡Prefiero morir antes que eso! No quiero terminar siendo un símbolo sexual, o una “Diosa del sexo” y quedar como Marilyn Monroe! —Llegó hasta mí y dejó unos cuántos dólares, llevé la mirada hacia él y alcé una ceja sin entender qué esperaba.

— Quiero que salgas a tomar un café, luego vayas al supermercado por un par de cosas para la cena y vuelvas con la mente más fresca, las caminatas siempre te despejan. —Soltó y me sonrió, era cierto. Siempre que necesitaba respuestas a algo (excepto a ese asunto del pasado) daba caminatas y llegaba inspirada para seguir.

Me coloqué de pie y le abracé con fuerza, lo solté mientras me miraba con esa dulce mirada de hermano mayor y salí con el dinero y mi bolso (el cual no era para nada costoso, era de esos cruzados porque de ser una cartera ya la hubiera perdido o estropeado). Decidí ir a una cafetería económica pero de calidad, así que caminé durante unos 20 minutos y por fin llegué a lugar.

El aroma a café, leche y capuccinos flotaba por el local, me paseé hasta encontrar una mesa en el segundo piso. Una mesera se me acercó y decidí pedir un capuccino de vainilla junto a un trocito de torta, lo bueno es que era muy barato el lugar.

Al cabo de unos minutos la joven volvió con el pedido y tras agradecerle nuevamente me dejó sola. De mí bolso extraje una pequeña libreta en la que solía escribir, era algo así como una especie de diario.

— Hola, buenas tardes... —Llevaba un par de líneas y esa voz grave me quitó la inspiración, alcé la mirada hasta el dueño de ésta.

Al instante me topé con un par de ojos celestes, un cabello rubio muy dorado, una piel algo bronceada, sus labios eran rosados –su cara era como si los dioses la hubiesen hecho, bueno... todo él se veía hecho por dioses ¡Él era un Dios!–, un ardor recorrió mis mejillas y por supuesto no pude evitar sonreí de manera cortés.

— ¿Sí? ¿Qué ocurre? —Su sonrisa se ensanchó y unos dientes blancos se dejaron ver.

— Quería saber si podía sentarme aquí contigo, claro si no es molestia —Asentí alegre, hace mucho no tenía compañía al estar en un café. Siempre iba sola y no tenía nada más que hacer que beber un capuccino y ya— Por cierto, mi nombre es Chris Hemsworth. Mucho gusto, ¿Cómo te llamas?

— Yo soy [____] Belker, el gusto es todo mío Chris. —Extendí mi mano y él la estrechó suavemente dedicándome una amplia sonrisa aún.

Comenzamos a conversar cosas triviales. Luego me preguntó por mi acento, notó que no era de ahí y yo por supuesto le dije que me había mudado a Estados Unidos por voto de mis padres pero que me sentía mejor allí, no entré en detalles y pronto me preguntó si trabajaba.

— Ojalá pudiera, pero creo que nadie busca a una muchacha de 19 años sin experiencia... —Contesté desviando la mirada hacia mí trocito de torta a medio comer.

— Entiendo, y... ¿Cuándo cumpliste los 19? —Lo ví tomar un poco de café mientras me miraba fijamente, no era para nada incómodo.

— El mes pasado, así que eso lo hace más difícil —Solté una leve risa y él igual, hasta ahí llegó el tema.

Cuando terminamos nuestros pedidos llamé a la camarera y saqué mi dinero, Chris se me adelantó y pagó por mi— Yo invito, no te molestes.

— Creo que es demasiado, no quiero parecer una aprovechada —Iba a insistir pero la señorita se fue, él se puso de pie y me invitó a ir con él hasta la puerta.

— ¿Me darías tu número de teléfono? Me ha agradado mucho ésta pequeña salida improvisada —Una vez más asentí amablemente y le dicté mi número, luego de anotarlo cada uno se fue por su lado.

Me fuí caminando hasta el supermercado y compré lo que debía, al menos ya tenía todo listo por hoy. Mañana vería qué hacer para trabajar, sólo no esperaba morir en el intento.

¿Sugar Daddy? «Chris Evans y tu»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora