A veces, sólo a veces, tenés la sensación de que hiciste las cosas bien. Que lo que te pasa es merecido. Que está bien que te pase a vos. Que la vida te preparó una cama mullida y caliente en medio de la noche más atroz del invierno. Ahí estaba yo, en mi cama calentita, mientras afuera caía una lluvia inolvidable y los pescaditos se morían de frío.
Un poco de suerte no estaba mal.