Todo era de color negro, era una oscuridad infinita. Solo podía escuchar un débil pitido, sentía mis ojos pesados, no los podía abrir, no recuerdo cuanto tiempo estuve así, cuando por fin logre abrir mis ojos.
Todo era color blanco, seguía escuchando aquel pitido, el cual provenía de mi lado derecho, al voltear me encontré con una de esas maquinas de hospital que se encargaban de controlar los latidos del corazón. Me senté en la orilla de la cama haciendo que todos los cables se tensaran o se jalarán, así que de un movimiento rápido quite la aguja que estaba en mi mano, al quitármela me lastime mi mano haciendo que me doliera y ocasionando que saliera una pequeña gota de sangre y de inmediato la maquina emitió un gran pitido debido a que había quitado una cosa del dedo que me apretaba, sin tomar importancia me pare de la cama y camine hacia la ventana. Las persianas estaban cerradas al abrirla vi que estaba en un hospital, a ser sincera mi habitación tenia buena vista, pues podía ver los edificios de la cuidad. Al solo haber abierto la persiana pude ver mi reflejo en el cristal: mi cabello castaño me llegaba hasta los hombros, tanto mi cabello como mi flequillo habían crecido mas de lo normal, pues yo los recordaba mas cortos. Unas grandes ojeras se encontraban debajo de mis ojos color esmeralda grisáceos.
-Disculpe señorita- voltee de manera rápida hacia la puerta y me encontré con una enfermera, me le quede mirando: tenia ojos color miel, escondidos detrás de unos grandes lentes, todo su cabello rubio oxigenado estaba amarrado en una coleta alta. Me miraba de mala gana, no sabia porque, tal vez se debía a que ella tenia un cuerpo regordete en comparación con el mio, pues el mio estaba estaba ligeramente desproporcionado pues yo tenia mas pechos que trasero, pero eso se veía si alguien se quedaba demasiado tiempo mirando mi cuerpo, pues ese pequeño detalle no era tan notorio como el de ella que estaba regordeta y no solo era por mi opinión sino por que la gran papada se hacia notar debajo de su redonda cara. —En un momento mas vendrá el doctor a darle de alta— dijo y sin mas se fue dando un ligero portazo.
En lo que llegaba el doctor me dispuse a explorar mi habitación, a lado de la cama había ropa, por reflejo mire hacia abajo y me di cuenta de que solo vestía con la bata de hospital. Camine rápido hacia la ropa: me quite de manera rápida la bata y me puse la prenda de color negro, el cual era un suéter de color negro el cual me quedaba hasta debajo del muslo, debajo de donde estaba el suéter se encontraba un pantalón de mezclilla el cual me puse de la manera mas rápida que pude ya que se había abierto la puerta dejando a la vista a un joven que no aparentaba mas de los veinte. Su cabello castaño perfectamente peinado, sus profundos ojos cafés, sin duda era guapo. Sin darme cuenta me le había quedado mirándole, así que mire rápidamente hacia otro lado, miraba al suelo cuando escuche una leve risa. —¿Porque tan elegante doc?— pregunte al ver que estaba vestido con un elegante esmoquin color negro. Se rió ante el comentario y respondió con una linda y encantadora sonrisa. —Nada, es solo por el simple hecho de que me sacaron de una reunión importante para verificar tu salida pues yo soy tu doctor a cargo— me pasee por la habitación y me le acerque un poco. —¿A si?, y ¿Cual reunión?¿Ceremonia de matrimonio?— pregunte mientras con ambas manos tomaba su corbata y la acomodaba en su lugar. Por alguna extraña razón no podía dejar de sonreír, vi como su sonrisa se desvaneció de su rostro y en lugar de la sonrisa una expresión seria y tormentosa se apodero de su rostro. —No, solo el funeral de mi madre— en ese momento mi mente quedo en blanco. —Ah, yo... Yo esa no era mi intención, perdón—. Dije mientras acomodaba mi cabello de manera apenada y me alejé de él.
Él miro unas hojas que estaban en una carpeta que traía y empezó a leer en voz alta. — Katherin Allens, 17 años de edad, abandonada en el distrito 16 a los 9 meses de nacer, sin encontrar a padres biológicos la mandan a un orfanato y hasta los 10 años es adoptada por inversionistas multimillonarios...— dijo mientras me dedicada otra de sus encantadoras sonrisas, me quede mirándole de manera boba y sonriéndole.
—Ya sólo tienes que firmar aquí, y podrás ir a casa— dijo con una sonrisa mientras me entregaba unos papeles, los firmé en donde me pidió.
—Emm... Disculpe, doctor...—hable llamándole la atención pero me quedé callada al no saber si nombre. —Nathan, Nathan Peters— dijo mirándome como si supiera que preguntaría su nombre. —No recuerdo nada, ni cómo llegar a casa... En las hojas debe decir mi dirección ¿No?— él sólo asintió así que seguí hablando —¿Me podría dar un pequeño mapa de la ciudad?— terminé de decir mientras jugaba con mis dedos.
—¡Claro!— se volteo de nuevo hacia la pequeña mesa de noche y abrió el cajón, no tardó mas de diez minutos y se volvió hacia mi con un papel, me lo entregó y dijo de manera amable —Aquí tienes, y espero que te sea útil, espero que nos volvamos a ver, sólo que no en estas condiciones.— dijo y luego dejó salir una risotada, le respondí solamente con un igualmente, Nath. Y salí del consultorio..
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La Cura Mortal
General FictionLa vida no siempre es fácil, mas cuando no tienes recuerdos de tu vida, cuando despiertas después de dos años de un coma, cuando en tu primer día de clases en el instituto te hacen la vida imposible, cuando no termina el día y en pleno descanso se...