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Narra katherin

No habían pasado ni veinte minutos y ya estábamos atrapados en el tráfico. -Ahg, ¡Ya me aburrí!- dije mientras lanzaba mi mochila a un lado del asiento. Escuche un pequeño quejigo, miré a Pichith y a Frederic, ellos me miraban de la misma manera. Me acerqué a la mochila y la abrí, encontrándome con aquella bola peluda que según yo estaba en casa.
-¡agh! Moru, se supone que debiste quedarte en casa, ahora tengo que cuidarte y esconderte todo el día...- no terminé con el regaño, pues algo golpeó el coche. Los vidrios estaban polarizados y no podíamos ver que era.
Frederic salió del vehículo con mucho cuidado. Vi su rostro palideciere y subió rápido al auto. Cerro la puerta y puso seguros. -¿Que es lo que pasa?- Pichith se sentó a mi lado y tomó mi mano. -no es nada mis señores, es sólo que ya es tarde y si no nos apresuramos no les dejarán pasar al instituto- dijo mientras conducía de manera rápida.

Llegamos al instituto. Era un gran edificio blanco, con cuatro bardas rodeando toda la propiedad, y en la entrada principal había una caseta de vigilancia.

Pichith y yo bajamos del auto, en todo momento mantuve mi mochila en brazos, para así evitar que Moru se moviera. Le mostramos nuestras tarjetas de estudiantes y pasamos al edificio.

-gracias a mamá y papá, es que estudiaremos juntos este año, o sea, estaremos en las mismas clases mi linda katherin- habló Pichith mientras brincaba y daba vueltas por los pasillos. Yo sólo trataba de no reír muy fuerte. El timbre sonó y el pasillo se llenó de estudiantes, Pichith recibía el saludo de una que otra estudiante. En cambio yo, yo era golpeada por uno que otro hombro. Gracias a dios, tengo perfil bajo en la escuela. Sentía una que otra mirada encima de mi, y sólo me limité a bajar la mirada, trataba de caminar lo más rápido y cerca de Pichith.

-¡cuidado!- escuche un grito seguido de un golpe.
Abrí mis ojos encontrándome rodeada por muchos estudiantes. No veía a Pichith, y luego escuche un pequeño quejido. Volteé hacia mi mochila se movía. Moru, no pequeño, quedate quiero. Pensé.
-¡hey! Tú, a ver si tienes mas cuidado, no puedes caer sólo así sobre mi pequeña hermana- escuché la voz de Pichith, pero no lograba encontrarle. Mi vista estaba perdida en aquél chico que tenía frente a mi.
Era un chico, parecía de la edad se Pichith, pero él tenía un hermoso y ondulado cabello negro, con uno que otro rizo, unos hermosos labios, los cuales se veían suaves, cómo si tuviera ganas y necesidad de sentirlos contra los míos, o con cada parte o rincón de mi cuerpo... Inmediatamente alejé esos pensamientos al ver sus ojos color gris con uno que otro toque de verde olivo me miraban preocupados. Empecé a escuchar risas, burlas y toda clase de comentarios ofensivos hacia mi. Sentí mis ojos llenarse de lágrimas. Ya no escuchaba la voz de Pichith, intenté buscarlo con la mirada pero no lo encontré.
Si más, tomé mi mochila, la tome de manera brusca ya que había escuchado un quejido de Moru. Una vez que me levanté corrí lo más rápido que piernas y mi patético uniforme me permitía.

Salí del edificio principal y me senté debajo se un gran árbol. Me quité la liga de mi cabello, haciendo que mi ya algo largo cabello caiga a los lados, cubriendo mi rostro. Puse mi mochila a un lado mío y abracé mis piernas, ocultando mí cara entre mis rodillas.

-Hey, pequeña, ¿Estas bien?- mire hacia arriba encontrándome con un señor de unos treinta y nueve o más. Su cabello ya tenía una que otra cana, unos rasgados ojos azules se encontraban detrás de unas gafas con mucho aumento. -Si, y si me disculpa quiero estar sola, gracias- dije mientras me levantaba, una vez que lo hice le estaba dando la espalda cuando él me agarró de manera fuerte en brazo. Me giré bruscamente y le miré con odio. -Jovencita, soy un maestro, por lo tanto una persona mayor, y ¿Que se le hace a las personas mayores? Se le respeta, ahora sigame que la reportaré por estar fuera de su aula en horario de clases.- dijo mientras me jalaba al edificio principal.
-Espere, no quería saltarme la clase, es sólo que... Es mi primer día... Y, y yo no sabia nada...- dije algo asustada, no podía ser que mi primer día ya me estén reportando a la dirección.
Él maestro no me dijo nada. Pasamos por unos pasillos y se metió a un salón, claro tuve que entrar con él pues, todavía me tenía del brazo. Entramos y me di cuenta de que el salón estaba vacío.
-Oiga, espere, ¿No me iba a llevar a la dire...?- no termine de hablar ya que sentí cómo su mano apretaba fuertemente mi pecho izquierdo solté un quejido de dolor seguido por un gemido. -Así es, gime mi pequeña cordero- dijo de manera lasciva, su voz sonó mas ronca que cuando estuvimos en el patio. Intenté alejarme pero me tomó de mi cabello y lo jalaba. Haciéndome que suelte otro gemido. Ok, no debo de seguir haciéndolo, ya esta excitado sólo con apretar mi pecho y dos gemidos. Cada vez me entraba más y más pánico al ver cómo crecía su erección. Pues el degenerado usaba unís pantalones muy ajustados.

La Cura MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora