[01]

29 2 0
                                    

Narrador omnisciente.
Una vez que katherin salió del hospital se encontraba caminando por las calles de la ciudad, tratando de llegar a su casa con las indicaciones que le habían dado en la recepción del hospital y estaban escritas en un pequeño papel.
Caminaba por las calles, mirando los edificios, las calles, las tiendas, los coches que pasaban, a las personas, pero simplemente no recordaba nada de eso.

Caminó por unos quince minutos hasta que llegó a su "hogar" según la información que le dieron en el hospital.

Al llegar se encontró con un gran edificio blanco con detalles color terracota, de dos pisos, dos coches estaban estacionados frente de la barda que rodeaba toda la casa, era un terreno grande.

Narra katherin

Al pararme enfrente de la puerta pude ver que habían cámaras de seguridad, sino me equivoco las cámaras estarán por toda la parte de afuera de la propiedad... Conforme me acerque a la casa pude ver que en el techo habían paneles solares vaya, si que en verdad me adoptaron por una familia rica... Pero siento que no podría olvidar todos los lujos en los que vivía.
Me paré enfrente y toqué el timbre.
—¿si?, ¿en que puedo ayudarle?— miré a un lado y me encontré con un nombre, de unos cincuenta y tantos años, vestido de manera elegante con un esmoquin negro, tenia un detalle de color rojo en su bolsa de su saco. Tenía un abundante bigote, pero estaba bien definido, por más que tratabas de buscar no se le veía un sólo cabello mal peinado o algún bello de la barba. Su abundante cabello lleno de canas sólo lo tenia a los lados y por sobre sus orejas. Su parte calva, brillaba, debe ser por la luz del día, pero ese brillo le daba un toque diferente a su apariencia. Me miraba de una manera que no lograba distinguir, de una manera cómo si tratase de reconocer mi rostro.
—Amm, pues verá, recién salí del hospital y me dieron una dirección, la cual es esta, en donde vivo, aquí en donde estoy ahora— dije mientras trataba de hacer que las palabras suenen lo más convincentes, mi mente estaba hecha un lío, así que sólo me acerqué y le entregué el papel.
Leyó lo que estaba escrito en el papel y pareció entender todo.
—¡Oh!, Señorita katherin, disculpeme, soy nuevo trabajando aquí. Me notificaron que llegaría, pero no me dieron alguna descripción suya ni que día vendría.— dio una reverencia y se hizo a un lado. — Pase, en un momento le informo a sus padres de su llegada, mientras puede ir a su habitación.—
Se dio la vuelta sin más y empezó a caminar hacia el interior de la casa. Le seguí, entramos a la gran casa, él delante y yo por detrás. Me dijo que espere ahí, mientras él subía las escaleras. Las subía con facilidad, a ser sincera se veía más ágil de lo que aparentaba su edad.
Él desapareció minutos después por un gran pasillo.
La habitación en la que me encontraba era enorme. Los altos muros y en el techo colgaba un gran candelabro de cristal. En las paredes había un diseño de pilares, cómo si estos fueran los que sostenían el techo. Toda la habitación estaba pintada de un color hueso.
En las paredes del primer piso habían ventanas, enormes ventanas protegidas por unos gruesos barrotes de hierro.
Demasiada seguridad para una casa ubicada en una ciudad "tranquila". Seguí caminando y encontré una sala, con varios sillones, color café, no, más bien un color terracota. Eran cinco de los cuales cuatro estaban colocados al rededor de una pequeña mesa de cristal, el último sillón, el cual era mucho más grande que los demás se encontraba al otro lado de la habitación, enfrente estaba colocada una televisión de pantalla plana, era enorme. Todos los sillones se veían cómodos, encima de estos se encontraban pequeños almohadones de color violeta, tan llamativo, tan elegante, tan siniestro...

La Cura MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora