Sus manos se movían ágiles por sobre las toallas, doblando y acomodando en los cubículos de aseo. El plástico resonaba bajo sus pies mientras volvía al área de llegada.
Mordió sus uñas una última vez, la sirena que anunciaba el arribo comenzó a chillar por todo el lugar; pasos presurosos y parloteos dirigentes ordenando posiciones. Él y los betas llegaron hasta su lugar asignado con su tablilla de apuntes, cinta métrica, una báscula y un espejo de ortodoncia.
Las feromonas noquearon sus fosas nasales haciéndolo trastabillar y soltar un jadeo; después de tantos años seguía sin acostumbrarse a la sensación decadente y lúgubre que se expandía por la atmósfera cuando la mercancía llegaba. Sus pensamientos parecían anatematizar su existencia cada que miraba a uno de sus iguales en tan deplorable estado. A jaloneos llevaban los apesadumbrados cuerpos, cada uno se encargaría de examinar un asignado.
Sus piernas se retorcían con cada lastimero paso y los sonidos llegan como ecos, visión borrosa y oscilatoria, le era difícil enfocar y aún más con el alfa apresurando sus pasos. Las luces aumentaban las constantes punzadas en su cabeza. Sintió que tocaría el suelo cuando al monumental hombre lo aventó con brusquedad, pero no fue así. Un joven de onduladas hebras castañas lo recibió con su cálido tacto con sus dedos rodeando lo que ahora eran unos frágiles brazos; se sentía tan cálido el toque de sus dedos aún sobre la tela de su playera. Tierra húmeda y pimienta picando en su garganta delirando sus sentidos, casi podía rodearse en la sorpresa.
-Ropa fuera- ordenó Austin, mientras lo miraba con su típica sonrisa ladina, ahogó un jadeo mientras colocaba los guantes de látex y miraba al desgarbado muchacho frente a él. Era tan sólo unos centímetros más alto que él y, aún con su agrietado rostro y contornos violáceos opacando sus ojos añiles podía saber que era joven, incluso pequeño. La piel pálida era abrillantada por el sudor, cabello azabache hasta los hombros. Y un inefable olor a arándanos y almendras a mezclados con sincronía, pero rebajado por la pestilencia de aromas ajenos.
Notó que el chico estaba fuera de sí, así que lo ayudó a despojarse de sus vestiduras para evitar problemas con los guardias que los miraban impacientes. Lo miró de nuevo.
Pobre chico, seguramente sería enviado al área roja.
Hizo su chequeo correspondiente anotando todo en el papel sobre su tablilla. Los movimientos trémulos del chico pelinegro le estaban dificultando las cosas y Rasmund no tardaría en llegar.
-¿Edad?
Los balbuceos incongruentes le estaban haciendo perder la cabeza, pero como un milagro doliente, uno de los alfas que habían traído golpeó a la delgada beta que lo examinaba. El caos se desató con los guardias que empezaron a golpear al ajetreado y molesto alfa, risas burlonas y gruñidos por mantener el orden, gemidos lastimeros por los omegas que aún seguían vagamente dentro de sus cabales y notaban el peligro engullendo el aire.
Lograron estabilizar el orden con golpes y amarres, el piso emplayado se hallaba manchado de sangre. Los guardias chocaron puños victoriosos mientras volvían a sus posiciones y otro beta atendía al herido.
-Te puedo ayudar si quieres-, su columna cosquilleo ante la ronca voz en su oído. No quería temerle, ya había desarrollado cierta amistad con el entintado castaño a sus espaldas, pero aun su cuerpo temblaba recordando aquel dia. Se giró brusco manteniendo sus emociones a raya y encarando al hombre alto con una pacífica sonrisa.
-No, gracias.
-¿Seguro? He notado tu papeleo… algo vacío-. Chasqueo la lengua con superioridad ganando un suspiro de rendición.
-Bien.
Sus posiciones se volvieron rígidas mientras formaban una fila con los brazos en sus espaldas. Se formó junto a Katrina, una omega madura de facciones finas, ojos amielados y cabello rojizo, era la encargada de guiar a los nuevos.
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Bad essence. (Kellic)
Fanfiction[OMEGAVERSE] Rosas frescas y labios resecos, nada cambia al atardecer. Pinceles burdos entintados con sangre. Lágrimas sin gloria en caras dolosas. Sostendré tu mano en el camino lúgubre de la incertidumbre; estoy en el mismo infierno que tú.