Mi identidad. (¿Lo mejor de mí? Hasta lo último de mí).

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*Yo...amaba admirar el mundo desde lugares elevados, que me hicieran sentir lejos o cómo si no estuviera ahí, anhelaba ser uno con el viento.

-Sigo sin entender ¿qué hice mal? Mami, hice todo lo que me pediste.- Le dije cuando comenzó a llenarme de preguntas.

-Sí, pero hay cosas que no debo pedirte que hagas, sabes muy bien que los Martes debes estudiar Anatomía a las 6 pero en vez de ello te veo allá arriba del árbol. ¿Qué haces ahí?- Se encontraba parada ahí con su mirada de siempre, molesta y firme.

Contemplar la libertad de los pájaros en ese enorme cielo. Pensé. -. . .Nada mamá.- Caía de agotamiento emocional mientras iba por las ramas.

-Entonces deja de perder tiempo y baja inmediatamente, porque no estoy muy contenta con tu actitud hoy.- Bajé del árbol con un enorme nudo en la garganta que no me dejaba respirar. -Tu profesor de violín ya me ha contado que tu práctica hoy estuvo sosa, ¿Qué tienes que decir en tu defensa?- Con sus brazos cruzados y dando golpecitos de inconformidad con el pie.

-Estoy cansado...- Y vaya que lo estaba, estaba cansado de hacer tantas cosas y ni siquiera poder disfrutarlo, de no vivir una niñez y lo peor de todo que nunca fue suficiente todo lo que hiciera, siempre pero siempre había algo de que quejarse de mí, de algo que hacía o que no hacía.

-¿Cansado? Pero si dormiste tus ocho horas anoche, bueno, yo te mandé a dormir temprano después de tu clase de Italiano, a menos que me hayas desobedecido y te quedaste despierto haciendo, no sé que cosa, pues no es mi culpa si no tuya.- Hice una mueca mirando a otro lado, otra queja que agregar a la lista; sentía a veces que moriría sin ser suficiente para ella.

-¿Crees que al Duque Breccia le parecerá que te cases con su hija si faltas a tus clases básicas?-

-¡MAMÁ! A MI NO ME AGRADA ESA NIÑA, NI SIQUIERA SERÍA SU AMIGO.- Grité con todas mis fuerzas, cosa que quería hacer con frecuencia, deseaba gritar todo lo que odiaba, me molestaba, lo que me hacía sentir ahogado, comprimido en cosas finas, estresantes y para nada cómodas.

-Bien, a mi no me interesa lo que piensas, es una damita muy educada, bastante inteligente y con clase y te vas a...-

-¿Clase? Es lo que menos tiene o al menos no para tratar de forma educada y con respeto a los demás.- Mi mamá me abofeteó después de expresarme de forma tan honesta.

Reprimir todo lo que siento y pienso es algo que tuve que hacer desde ese momento pues entendí que no sería escuchado ni comprendido.

Odiaba tanto mi vida, odiaba ser Milgore, odiaba existir y envidiaba aún más ver a otros niños de 'clase media' (como mamá solía llamarlos) jugando, riendo y corriendo en las calles, mientras les miraba a través de los vidrios del auto, cuando tenía la oportunidad de sentirme más miserable que los demás.

-¡¡Ve a tu habitación y reflexiona en lo que has dicho!!- Solté lágrimas mientras me asfixiaba con mi coraje, y salieron más en la trayectoria a mi habitación. Y me preguntaba con constancia '¿Qué hago mal?'.

Repetidas veces solía pensar en el suicidio a pesar de ser tan pequeño, ahora, no estoy seguro de si era un pensamiento demasiado inmaduro pues en ocasiones me lo sigo planteando. Podrían todos pensar que he sido un niño maleducado y malagradecido, que lo tiene todo y no necesita nada para ser feliz, sin embargo, las cosas que uno necesita conforme crece están lejos de el dinero, el prestigio y los bienes materiales, cosas que tuve en abundancia en esa época pero carecí de lo que en verdad necesitaba.*

Los brillantes rayos de sol entraban por la ventana, la cual, dejaba caer la sombra del barrote atravesando el rostro del joven Milgore, que descansaba de forma plácida mientras los altavoces le abrían paso a avisos de libertad a los pacientes, Paula se apresuraba a darle una visita al muchacho.

La pesada y vieja puerta rechinante activó los sentidos de él y por fin logró despertarse gracias al sonido de unos cortos pero coquetos tacones. -Tim, ¡buenos días!- Le dijo educada.

Le miró somnoliento pero sin dejar esos ojos llenos de rencor. -Deje los modales, ¿me viene a sacar de aquí? Porque sólo eso me interesa discutir.-

Sonrió sinceramente -Bueno, de acuerdo.- Le abrió paso a la puerta e hizo un gesto para que saliera.

-No me vacile, es suficiente estar en ésta mazmorra para enfermos y dementes cómo para que venga a jugar conmigo.- Le dice mientras se voltea para darle la espalda, dejando leer su odio a los manipuladores. -Retírese, con sus seguramente corruptos socios y déjeme pudrirme aquí.-

-No lo haré, te estoy ayudando a salir.- Acomoda su cabello todo para el lado derecho encima de su pecho para después cruzarse de brazos.

Desconfiado dirige su mirada a los ojos miel de Paula -Usted no haría eso, su carrera y reputación se irán al caño si lo hace, deje el juego, no logra convencerme.- Su respuesta fría hacen que Paula trague saliva y cambie el rumbo de sus ojos al suelo.

-Puede ser que pierda esas cosas, puede que no, puede que entre a la cárcel o sólo reciba una sanción, o que el abogado de los Milgore esté sobre mi con demandas pero, ¿y eso qué?.- Camina hacia él lentamente, se pone detrás y le empuja haciendo que se mueva.

-Pero, ¿qué hace?- Desconcertado mira hacia atrás, casi llegando a la puerta

-Apoyarte en esto.- Ahora rondan dudas en la mente de Tim, ¿por qué le intereso a ésta mujer? ¿Qué quiere lograr con lo que hace? -¡Basta! No,...no voy a dejarla ayudarme.- Cierra la puerta de una patada y se pone de frente a ella.

Paula suspira. -Timoteo, ¿Por qué no confías en los demás? Estoy tratando de ayudarte ¿no lo entiendes?.- Se le acerca.

-No quiero traerle problemas, además ¿Por qué? ¿Por qué me ayuda? Mi bienestar no le importa a nadie y..-

Lo interrumpe de forma brusca y se exalta-¡Porque quiero hacerlo!- Paula se detiene, no quiere que le invada alguna emoción que Tim pueda malinterpretar.-Me interesas, y creo que no es justo que estés aquí.- Un ligero silencio se asoma a la habitación.

El muchacho no sabe como reaccionar, ese interés repentino en él le come. -Por favor, deje de compadecerse de mí y váyase, no quiero ver a nadie quiero estar solo.- Lo necesitaba, estar solo lo dejaba pensar mejor, más, si ahora estaba confundido con el comportamiento de la doctora; pero a la vez entró en él un sentimiento que no lograba describir del todo.

-Creí que querías irte de este lugar.- Timoteo la miró y después cerró los ojos tirándose al suelo, sólo sacudió su cabeza haciendo constantes no.

-¿Qué es lo que sucede?- La mujer castaña se hincó a su lado. -¿Cuándo fue la última vez que te escucharon Tim? Él se cubrió el rostro, no lo soportaba más, estaba sollozando y no podía dejar que nadie le viera en esa situación tan vulnerable. -Por favor.- Le apretó tiernamente el hombro. -Dime quién es en verdad Timoteo Milgore.-

Jean-Martin Charcot Hospital PsiquiátricoWhere stories live. Discover now