20. Mi amigo Vegeta.

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Aún recuerdo la vez que Vegeta me dijo: "Kakarotto, prepárate, vamos a hacer la fusión". No pude evitarlo y me eché a reír.

Quizás vosotros, que nunca habéis llegado a fusionaros con alguien, desconocéis en qué consiste esa técnica en su esencia. Veis que se realiza una especie de coreografía y que al finalizar la misma, los dos guerreros que la practicaron son en ese instante uno solo, con su poder multiplicado por dos, con sus habilidades fundidas en un solo cuerpo de poder casi ilimitado en función de quienes sean los que la realizan. Cuando nosotros la hacíamos era memorable. Temblaba la tierra y el cielo, la energía emanaba de nuestro cuerpo como si fuésemos una fuente inagotable e impresionante.

Pero además de una técnica de combate, en lo más profundo de cada guerrero, se trata de fusionar dos almas. Y las mentes… también.

Es por eso que conozco cada ápice de su vida y él de la mía aunque ninguno de los dos mencionemos al respecto comentario alguno. Es nuestro pequeño gran secreto. Supongo que no fue sencillo para alguien tan orgulloso, misterioso y lleno de secretos como es él abrir su corazón a bocajarro y permitir que quien consideraba como su peor enemigo descubriera sus temores y sus dolores espirituales. Pero creo que aún más le molestaba que yo conociera sus debilidades. Y es que, por debajo de esa coraza se encuentra alguien fuerte, sin duda, pero lleno de dolor y temores casi irracionales.

Ambos aprendimos de nuestra fusión. Él supongo que comprendió lo que es tener una familia y unos amigos, una responsabilidad para con el mundo que se jura defender, lo que se siente al seguir la senda del bien, lo que puede conseguirse si uno es noble. Él me admiró y yo, le admiré. Si, porque habiendo padecido un infierno en su infancia, habiendo recibido unas enseñanzas diabólicas y, soportado, toda serie de maldades en su adolescencia, en su vida en general, supo sobreponerse a todo aquello y salir adelante.

Pero quizás el hecho decisivo que le hizo reaccionar fue una dolorosa conversación que tuvo con Bulma. Nadie salvo ella podría haberle dicho esas verdades sin haber acabado muerto, pero él ya la amaba entonces, aunque no quisiera admitirlo siquiera. Ah, ¡cómo le cuesta a Vegeta aceptar que él también tiene sentimientos!

- ¡SAIYAJIN! ¡SAL DE ESA MALDITA CÁMARA DE ENTRENAMIENTOS!

- ¿Qué quieres mujer maldita? ¿Acaso deseas que los androides vengan y se te coman por la noche? – bromeó con pose macabra y brazos cruzados mirándola desde el quicio de la puerta.

- No es que fuese una gran pérdida para la humanidad, pero no creo que tu estuvieras de acuerdo, así que… - siguió bromeando con su peculiar sentido del humor negro - se una buena mocosa y conecta la energía de la maldita cámara de gravedad y… - su rostro tornó a uno de furia - NO TE ATREVAS A MOLESTARME MÁS.

Pero Bulma no se movió un ápice y continuó mirándole, casi despedazándole con los ojos, fría, dura, seriamente, con los puños apretados y los dientes rechinando.

Vegeta la examinó con detenimiento. Tanto como le excitó aquella postura tan temperamental, y tanto como deseó tomarla allí mismo y hacer con su cuerpo mil diabluras… sintió una punzada en una parte escondida de su corazón cuando escuchó en la gélida voz una frase que no esperó nunca oír pronunciar a nadie. No al menos a alguien que después continuase viviendo.

- No eres más que un ser patético. No merece la pena que te diga más que esto.

La peliazul se dio la vuelta con la mirada sombría y decidió abandonar toda disputa. Vegeta la agarró inmediatamente. No podía permitir que alguien mancillase su orgullo de príncipe, de guerrero y de hombre. Con un movimiento rápido la arrinconó contra el frío metal del lugar, pero encontró que a su acción no siguió ningún grito, ni una expresión de temor en la faz de aquella mujer, ningún horror al verse al borde de la muerte. Nada, salvo un reproche doloroso en unas pupilas nubladas.

Seducción Fatal //VB//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora