Capítulo 4: Alma corrupta.

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Bulma cerró la puerta de la habitación y se apolló contra ella mientras respiraba y masajeaba su cuello adolorido, aún preguntándose cómo había sido el milagro para que estuviera viva.

Una sombra de temor la inundó por completo, sus piernas cedieron al descenso de adrenalina anterior, y las lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas, de un modo incontrolable. Había estado demasiado cerca de la muerte y por más entera que se hubiese mostrado en ese instante, ahora su mundo se derrumbaba. ¿Que había hecho?. Estaba a varios metros de un asesino...

Vegeta, en su habitación, lloró como aquella noche maldita en que su destino le arrebató como un capricho, cualquier atisbo de felicidad. Si alguien osara entrar por esa puerta y mirar sus lágrimas, le mataría. Se levantó y cerró la puerta con un tremendo portazo. Nadie podía verle llorar, NADIE. ¿Qué pensaba aquella mujer?. ¿Qué se había creido?. ¿Pensaba que era un debil que necesitaba su inutil ayuda?. 'Deja que te salve'. Esa frase embriagadora se coló en cada célula de su cerebro. 'Deja que te salve'. Por más que cerraba sus ojos, la visión de su pesadilla anterior le atormentaba. Y de nuevo la rabia absoluta. 'Deja que te salve'. Y la sucesión de caras que gritan aniquiladas por él mismo. Disfrutó matándoles, rió en su dolor. Se deleitó en el sabor de la sangre salpicada en su cara tras el genocidio. El era un monstruo, y le gustaba serlo, era malo, MALO. ¿Quien necesita ser salvado?. Destruiría el infierno si era necesario. Sería el más malo entre los malos. - YO NO TENGO SALVACIOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOON. - El grito desgarrador hizo temblar toda la casa.

Bulma paró de llorar, su corazón se congeló en la frialdad de aquella voz dolorosa y en su risa desquiciada.

Maldijo una vez más su encierro, el infierno implacable que le tenía atrapado por la eternidad le hacía sentir que su mente comenzaba a perder la razón. No es que él hubiera sido una persona muy equilibrada en vida, es que ahora, después de vivir los horrores y sufrir en sus propias carnes las crueldades que él mismo infringió, se sentía deseoso de morir para no seguir padeciendo esas miserias. Pero irónicamente ya estaba muerto, y pertenecía al club de los enviados al infierno por Vegeta y sus amigos. Un club bastante tétrico, pero quizás lo único que le libraba de la locura permanente.

- ¿Por qué le dejaste vivir?. - Una sombra de silueta picuda le hizo frente.

La otra sombra, de texturas más lisas y tamaño menor se detuvo unos instantes antes de contestar. Estaba claro a quién se refería. - ¿De verdad lo quieres saber?. -

- ¿Tenemos algo más que hacer?. - Ambos rieron a carcajadas locas, realmente ese encierro les estaba afectando demasiado.

Por fin, uno de ellos paró de reir, se puso serio de repente y comenzó a contar la historia que le llevó a la perdición.

Yo sabía, sabía perfectamente que era un error dejarle con vida, una parte de mi lo intuía, mis leales consejeros me lo advirtieron, pero otra parte de mi me repetía engañosas palabras de tranquilidad. A esas alturas de mi vida, había probado todo, el sexo en todas sus formas, desde el bochornoso romance idílico y platónico, hasta la más sádica y salvaje violación o asesinato, pero ya nada me excitaba como antes, ni siquiera las drogas más selectas obraban en mi el efecto que buscaba, me sentía tan vacío, el poder había dejado de entusiasmarme, estaba de vuelta de todo, necesitaba tanto un aliciente... Ah, Cell, deberías haber vivido lo que yo para saber lo que se siente. En mi vida probé los placeres más... prohibidos. Hasta que descubrí mi verdadera vocación, mi mejor talento: Corromper almas.

Me deleitaba en la pasión retorcida de aniquilar la mente y el espíritu de mis elegidos. Les buscaba fuertes, dificiles de manejar, determinados, hostiles, pero mi último capricho era tomar un niño. Ver hasta que punto podría llegar a moldear su alma a mi imagen y semejanza. Yo, me eregí como la reencarnación perfecta de un creador de oscuridad. Así podía probar mi energía, no sólo la puramente violenta, sino la que escapa de la pura perversión más absoluta del espíritu. Soy un poeta de la tortura, jajaja, un poeta de las almas rotas. Es algo tan romántico, sentir como se desvanece la vida de unos ojos vivaces y llameantes de convicciones nobles, hasta llegar a acabar por odiar su propia existencia... Entonces es cuando surge en su interior. El mal es una semilla que se siembra cuando nacemos, y que se riega con el miedo, el odio, el dolor, la ira... Es un arte genuino el que yo poseo para explorar los sentimientos de cada cual, y llegar a invocar justo lo que yo deseo en ellos. Estaba excitado con la sóla idea de coger en mi regazo un niño saiyán y moldearlo, lentamente, malignamente, sutilmente... Sería mi obra maestra... Imagínate, ¡un cachorro de esa raza única!. ¡Qué creación podría salir de semejante material!. Una estirpe de guerreros férreos, indómitos, ingobernables, salvajes, rudos, nacidos para combatir... Tendría en mi poder nada menos que al Príncipe de los saiyajins, seleccionado durante décadas, para que fuese el más fuerte entre los suyos, el más orgulloso, bravo e implacable. Me ahorraron el trabajo de seleccionarlo yo mismo. Había barajado la posibilidad de la creación experimental en laboratorios de un niño con las cualidades idoneas para mi juego, pero no fue necesario, cuando le vi por primera vez, supe que era perfecto para mis planes.

Seducción Fatal //VB//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora