22

108 9 4
                                    

Su mirada, que estaba posada sobre mis ojos, brilló mientras sonrió.

- Sí. Sara – afirmó.

- Sí.

- ¿Entramos al parque? – preguntó inseguro.

- Claro, perdón por haberme atrasado.

- No pasa nada.

Caminamos hacía la entrada en silencio seguramente cada uno planeando los próximos diálogos.

Me dejó sorprendida la fluidez que tiene con el español, podría pasar como un nativo de aquí más, hasta el tono medio ronco le combinaba con el acento.

Cuantos más pasos dábamos más incómoda se volvía la situación, era obvio que ninguno sabía cómo empezar, y hubiera sido mala idea que hablara yo primero.

- Primera vez que paseo por este parque – lo miré -. Hasta tuve que preguntar a la gente para llegar porque estaba perdido – dice entre unas pocas risas.

Parecía un pitufo al lado de él, bueno tampoco exagero, pero cuando lo miraba y me devolvía la mirada era un poco intimidante, aunque... A la vez me sentía segura. En persona es mucho más atractivo, ni siquiera conseguía modular palabra los primeros minutos, cuando me miraba. No podía evitar perderme en esos ojos que brillaban como el sol y parecía la miel más deliciosa del mundo.

- Como tú dijiste que vengamos aquí, pensé que si lo conocías – respondí todavía un tanto perdida en mis pensamientos

- Es que me acordé del parque que tanto hablabas y pensé, por qué no, vamos allá. Igualmente es bueno conocer lugares nuevos, seguramente tu conocerás toda la ciudad.

- Ya quisiera, sólo conozco lo principal... Y los parques.

- Este me parece genial pero, ¿por qué te gusta tanto?

- Pues... Es amplio, bastante floreado y... Queda cerca de mi casa.

- Por eso viniste corriendo, ¿verdad? – añadió con una sonrisa.

Abrí los ojos como platos.

<< ¿Cómo supo eso? >>

- Em... S-sí, es que... Ya venía tarde y pues... - agaché la cabeza ocultando mi vergüenza – Lo siento.

- ¿Por qué te disculpas? – dijo suavemente.

- Porque te hice esperar - ¿acaso tartamudeé?

- No importa. Por cierto, em, te gustan las... - empezó a chasquear intentando acordarse de algo y una sonrisa se formó en mi cara al ver su acto de nerviosismo – ¡Empanadas! Las empanadas de pollo – nuestras risas se unieron.

- Lo única que no me gusta comer son insectos así que, tranquilo, no lo he probado pero se lo escucha muy bueno.

- ¿En serio? He traído unas en esta cesta, - alzó una pequeña cesta de picnic, la cual en todo el camino ni la había visto - ¿te gustaría probarlas?

- Claro, ¿nos sentamos en alguna parte?

Nos detuvimos y él empezó a buscar un lugar hacia todos lados.

- Vamos allá – dijo con un ademán haca unos bancos en frente de un pequeño riachuelo, con el parque infantil a unos metros.

Nos sentamos y empezó a abrir su cesta sacando con una servilleta e tela blanca una empanada mediana ligeramente dorada.

Me quedó mirando hasta dar el primer mordisco.

<< ¿¡Pero de dónde ha salido este chico!? ¡Sabe a dioses esta empanada! >>.

Sin Destino AlternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora