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El reloj marcó las 5:00 am, cuando Marian abrió los ojos, apagó la alarma de su celular que sonaba más estruendosa de lo normal, se reacomodó entre las sabanas y abrazó el cuerpo siempre tibio que ocupa el lado izquierdo de su cama. Preguntándose de nuevo como es que siempre puede estar a esa temperatura tan cálida, cuando la recamara parecía estar varios grados bajo cero.

—Si no nos levantamos ahora, llegaremos tarde—

Marian resopló al escuchar su voz enronquecida, sin hacer caso, abrazó más su cuerpo eliminando todo el espacio, casi pareciendo un único bulto postrado sobre la cama, entre las sabanas color marfil, respiró cerca de su nuca, haciendo que se revuelva, quejándose por el efecto que esto tiene en su piel.

—No hagas eso—se quejó. Marian dibujo una media sonrisa en su rostro. Movió lentamente y con maestrías sus manos por el abdomen plano y trabajado de su acompañante, llenándose de su suave tacto, poco a poco, llevada por la lentitud con la que siempre le gusta deleitarse del hermoso cuerpo moreno que se abraza a ella todas las noches, llegó hasta una parte muy recóndita de su vientre, de ahí en más, solo restaría unos cuantos escalones para llegar al cielo.

La respiración de ambos seres era pesada, solo había sido un recorrido pequeño desde el pecho hasta el vientre, y se sintió como si hubiera recorrido todo el cuerpo, nada podría impedir que antes de ponerse en pie, hicieran el amor como tantas veces desde hace un año.

La mañana había llegado más pronto que siempre, tuvieron que correr para alcanzar el autobús de las 7:00am, y llegar pronto a su trabajo, no le molestaba, más bien ya están acostumbradas a la desagradable sensación de permanecer de pie y perfectamente embalada entre otras personas que como ellas requerían llegar temprano, y no esperaban encontrar puestos, por supuesto, más bien agradecieron que las personas hicieran un disminuido espacio entre ellas para que pudiese subir a la abarrotada unidad colectiva.

Marian hizo esfuerzos para no reír cuando al cruzar el portal de su pequeña oficina, encontró a su amigo Daniel, con el ceño fruncido y cruzado de brazos.

—Llega temprano Dan, pero muy, muy temprano. Esa junta es importante—mofó el joven de más o menos un metro ochenta de altura, cuerpo delgado y cabellera abundante castaño oscuro, vestido casual, con Jeans gastados y camisa de cuadros blancos y azul.

—Imitas muy mal mi voz—dijo ella sonriendo de oreja a oreja, como siempre después que tenía una de esas entretenidas mañanas—Solo nos retrasamos un poco—

—¿un poco? Si no me lo dices, no me doy cuenta —Daniel miró detrás de su pálida amiga—¿y donde esta...? —

—En el cafetín—interrumpió la mujer, buscando entre los papeles en el desorganizado escritorio que ocupa la mayoría del espacio en la no tan espaciosa oficina—No, nos dio tiempo de desayunar—advirtió—Aquí esta—señaló emocionada, tendiéndole a su amigo y compañero un tomo empastado en color negro, con letras figurando en color dorado sobre la piel de la portada, donde se podía leer Proyecto X de interés para la reunión de hoy.

—Bien—masculló el hombre, centrando su atención en revisar aquel puñado de papeles que podría cambiar sus vidas, esta mañana.

Restaban tres horas para la llegada de un importante ejecutivo a la empresa en la que los amigos laboraban, son ingenieros de un año de graduación, compañeros desde el inicio de su carrera universitaria, y amigos también desde entonces. Después de obtener un título en la Universidad Politécnica Central de Venezuela, en la capital del país, decidieron mudarse al occidente, los tres hacia la ciudad de Maracaibo, estado Zulia, conocido por su actividad industrial petroquímica, y su gran movimiento comercial, desde entonces los tres amigos trabajaron en todo tipo de cosas, tiendas, farmacias, ventas informales, nada afín a su carrera, debido al déficit de oportunidades en su rama, o lo complicado y burocrático en el sistema de empleo de las grandes industrias, Marian y Daniel, tienen claro que se debía más a lo segundo, que todo lo demás.

PROYECTO XWhere stories live. Discover now