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Marian sonrió con picardía mientras sus ojos vacilaban desde las rodillas hasta los muslos, más allá podía notar ropa íntima roja, y así comenzaba a tornase sus mejillas, su interior empieza arder de excitación, subió la vista hasta su boca, unos labios en un tono rosado, entreabiertos mostrando la punta de una lengua roja, esa que le encantaría estar saboreando.

—Yo creo que con eso es suficiente ¿no? —Daniel habló— ¡Marian! —chilló al verla tan distraída.

La aludida volvió sus ojos a su amigo mordiéndose el labio.

—Si Dan. ¿de qué te preocupas? Si ya él aprobó todo el presupuesto, los consultores son lo de menos—respondió levantándose de la silla donde se encontraba.

—Todo tiene que estar en orden—apuntó un muy serio Daniel.

—Vale, lo dejamos todo en tus manos ¿te parece? — Marian sonrió y Daniel solo asintió ante la opinión de su otra socia.

—Como digas, Cata. Verán como está resuelto en un par de horas—

—Confiamos en ti—dijo la chica, giró sus ojos en dirección a la mujer de piel pálida y cabello negro que lucía realmente hermosa en su traje rosa palo, tanto que le cortaba la respiración—Marian, ¿Qué te parece si vamos a revisar los papeles en tu oficina? —

La aludida asintió y se encaminó de prisa a la puerta.

—Nos vemos a la hora del almuerzo Dan—dijo guiñándole un ojo, el joven rodó los ojos, y de inmediato una sonrisa se dibujó en su rostro, entendiendo lo que ocurría.

Al cruzar el portal de la oficina, Catalina Ruiz fue privada de su respiración por el impacto de unos labios rojos sobre los suyos, besándola con tal pasión que le robaban el aliento, sus manos viajaron hasta el trasero pronunciado de Marian, y lo apretó a su gusto, provocando que gimiera sobre sus labios, la pelinegra desabrochó el bléiser negro de Catalina, mientras besa su cuello lentamente, ella inclinó su cabeza para darle acceso apartando sus mechones de cabello castaños, abrió la boca para tomar aire, cuando sintió a Marian llegar hasta oído y meter su húmeda lengua, tuvo que apretar los labios para no gemir.

—Eres tan malditamente hermosa—le susurró Marian—Quiero comerte Cat, quiero comerte ya—le dijo con un tono cargado de erotismo que la enloqueció, de inmediato ataco su cuello con rudeza pasional, tirando de su cabello para tener mayor acceso.

El bléiser dejó de ser un estorboso problema, luego la blusa blanca de encajes, y posteriormente el sostén rojo, dejando expuesto un par de senos sonrosados, que no tardaron en ser saboreados por Marian. La pareja caminó torpemente hasta el escritorio donde Catalina apoyó el trasero, dejándose mimar por los labios que la invadían.

El encuentro de sus labios después de aquello, fue más arrasador, ya no era deseo, sino necesidad, las prendas de ambas fueron cayendo en el suelo, entre besos y caricias, miradas lascivas y chupetones, ambas disfrutando de la otra como si no lo hubiesen hecho tantas veces antes.

La desnudes se apodero de ellas, Marian blanca como la leche, y Catalina de piel morena, ambas de cuerpos envidiables, que ahora chocaban buscando contacto en su intimidad, todo lo que yacía en el escritorio ahora está en el suelo, mientras ellas se comen la una a la otra entre besos y caricias.

Marian hizo sentar a Catalina hincándose de rodillas frente a ella, besó primero sus muslos suave y delicada, y luego fue succionando fuerte, provocando gemidos cada vez más fuertes, eso la volvió aún más loca, sin tiempo que perder con la punta de su lengua buscó el clítoris totalmente mojado de Cat, quien ante aquello reprimió lo más que pudo sus gemidos, sintió la lengua de Marian recorrer suavemente su intimidad, hasta que comenzó a succionar despiadadamente su clítoris, sus labios uno por uno, para después penetrar su centro con la punta de la lengua, entonces ya no pudo evitar gemir sin parar.

—Mierda. Ma. ri. an. —decía—así, así, sigue, continua—

Marian sonreía orgullosa, sin dejar de deleitarse con el sabor de ella, era tan exquisita que al comenzar no podía parar, sentía como el cuerpo moreno se estremecía cada vez más, y por sus gemidos sabía que se aproximaba un orgasmo, como otras veces ella se correría por su causa, solo por y para ella.

Tomó toda su fuerza de voluntad para separar su boca de la intimidad de Cat, hinchada por su ataque, entonces clavo sus ojos en los castaños y dilatados que la miraban desde arriba suplicante, y sin piedad ni pausa penetro con tres dedos, el gemido que provino de los labios marrones de Cat se hizo eco en la oficina, en ese momento no pensó en nada más que no fuera volver a escuchar un sonido tan perfecto salir de sus labios, movió con maestría y con fuerza los dedos, hasta que minutos después la sintió vibrar sobre su manos, besó su vientre sonoramente y le sonrió complacida.

Aun con las piernas temblorosas Catalina se puso en pie, y ayudó a levantar a Marian, sus respiraciones eran pesadas, y sus ojos parecían inyectados de deseo, irradiaban excitación, si de algo estaba segura es que jamás se cansaría de poseerla, como lo haría justo ahora, hizo que tomara asiento en el sillón rojo que yace en una esquina de la oficina, mientras con su lengua acariciaba la punta de sus senos, fabricó un camino con sus besos directo a su boca, donde la besó con ímpetu, en el retorno volvió acariciar sus senos con sus besos, para después bajar a su vientre, sin prisa pero sin pausa llegó hasta el centro de su deseo, donde el juego comenzaría, succionó sin movimientos antecesores, los gemidos de Marian no se hicieron esperar de ninguna forma, eran sonoros y llenos de necesidad, sin dejar de frotarle el clítoris con la lengua, la penetro con dos dedos, en una embestida bestial, que hizo que un grito ahogado saliese de la garganta de la pelinegra, una, dos, tres y cuatro veces, sentía su interior ser explorado de una forma exquisita.

La lengua y los dedos de Catalina, le parecieron a Marian, lo mejor del mundo cuando pasado un lapso de tiempo que no pudo cuantificar sintió venir un arrasador orgasmo que crecía como una sensación abrumadora en todo su cuerpo, solo pudo gemir fuerte para descargar todas las emociones que la embargaban, los ojos castaños de su chica la escrutaban mientras ella pasaba por todas las etapas del orgasmo, la de suficiencia, la de dependencia y la de tristeza y la que se queda instalada la de felicidad.

Un beso lento y largo en los labios, selló aquel encuentro entre esas dos mujeres que se quieren más de lo que se confiesan a si misma por las noches, que aún no conocen los límites para amarse, porque lo hacen cada día más y más, no parece haber final para esto, no si depende de ellas, no mientras este en sus manos, por sus decisiones propias siempre habrán de estar juntas, porque ya temen vivir la una sin la otra, el amor es así, suponen, solo es dar y recibir, es sentirte satisfecho con ello, es no desear nada más, porque ahora lo tienes todo aunque sea poco, porque esa persona lo significa mucho más. 

PROYECTO XWhere stories live. Discover now