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Las flores caen marchitas por el frío de la noche
Hace tiempo que el crepúsculo acabó
Ahora todo es hielo y profunda oscuridad
Todo fue un sueño, todo, una ilusión
Linda Cameron bajó del auto de su amiga Jennifer y caminó con paso indeciso por el sendero que llevaba al enorme salón de baile que la escuela había alquilado para su fiesta de fin de curso.
Miraba al suelo, y su flequillo, y el resto del cabello rubio rojizo, tapaba gran parte de su rostro. Llevaba puesto un hermoso vestido de seda azul, zapatos altos, y un caro perfume de Cartier, pero lo que en verdad quería usar era una bolsa de papel sobre su rostro; hoy más que nunca.
—No va a funcionar —le advirtió Jennifer en voz baja, pero firme. Ella, como siempre, se veía radiante y llena de energía. Vestía de negro, y su piel casi brillaba; a veces la envidiaba—. Te van a ver en algún momento.
—Ya me estoy arrepintiendo de haber venido —dijo deteniéndose, sintiendo su respiración agitada—. Debería quedarme en la casa, ni siquiera hay alguien que me esté esperando ahí dentro.
—Esto ya lo hablamos, Linda —insistió Jennifer tomándole los brazos—. No estás aquí por nadie más que por ti misma. Es un regalo que te estás dando a ti misma, un reto que debes asumir... ¿A quién le importa los idiotas de allá dentro? A la mayoría tal vez no los volvamos a ver, pero en ti quedará que fuiste una cobarde y preferiste esconderte en vez de dar la pelea, y esa no es mi amiga la valiente.
—Es fácil ser valiente cuando te ves bien.
—Yo te veo bien.
—Jennifer...
—Sé fuerte para ti misma. Sé bella para ti misma. Yo te acompañaré—. Linda cerró sus ojos con fuerza, y en un acto de valentía, levantó el rostro. Jennifer le sonrió—. Eres valiente, por eso te adoro.
— ¿A pesar de que... mi rostro se ve tan...horrible?
—Estás exagerando. Ya te he dicho que la mayoría de tus problemas se evaporarán tan pronto superes la adolescencia; tu acné desaparecerá y cuando cumplas cierta edad, podrás hacerte una cirugía en los ojos que te los dejarán como nuevos. Adiós gafas, adiós espinillas... pero si empiezas a esconderte ahora, y a sentirte menos, no habrá cirugía que pueda repararte—. Al ver la mueca desesperanzada que hacía Linda, Jennifer insistió—. Que nada ni nadie extinga tu luz.
Linda bajó la mirada otra vez. El problema era no sólo que necesitaba llevar gafas; podía conseguir un modelo bonito que le dieran un buen aspecto. El problema era que las gafas, sumadas al problema de su piel, la hacían verse francamente horrorosa.
Su piel se había arruinado nada más entrar a la adolescencia. Por alguna razón, su acné no era el normal, ese donde te salen espinillas aquí y allá y sólo te avergonzaban un rato. No. Su acné era desproporcionado. Tal como decía Roxanne, no tenía más acné porque no tenía más cara. Le salían pústulas rojas y enormes por todas partes; la frente, la nariz, las mejillas, la barbilla, y a veces también el cuello y las orejas. Su padre la había llevado a los mejores dermatólogos, y habían gastado toda una fortuna en cremas y tratamientos, pero nada funcionaba permanentemente; parecía mejorar los primeros días, pero luego todo volvía a su estado anterior, o peor.
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Un Rey sin redención
عاطفيةAidan Swafford, en apariencia, es un hombre feliz y despreocupado, un cantante mundialmente reconocido que lo tiene todo; a las mujeres, el dinero, un par de escándalos... Pero todos desconocen que vive preso de la más profunda melancolía, y que esa...