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¿Has visto el cielo aclararse hasta hacerse azul?
¿Que la brisa huele a incienso, y hojas de abedul?
En tus manos está el tiempo, y la felicidad
Tan sólo extiéndelas, no temas, ya no hay soledad.Ver a Aidan Swafford, y al resto de chicos de la banda, fue como un sueño, decidió Linda, y tomada de la mano de Jennifer, cantó sus canciones entre lágrimas de emoción. Tal como lo había prometido tía Helen, estuvieron detrás del escenario mientras la banda tocaba.
Todas sus letras le encantaban, y lo mejor era que no se trataba de letras compradas, sino que el mismo Aidan Swafford las componía. Él era el compositor, vocalista y guitarrista de la banda. Habían empezado muy adolescentes y poco a poco habían ido ascendiendo hasta ser lo que hoy eran. 2R2 era estable, y con una proyección para seguir cantando juntos los siguientes veinte años.
—Ha sido fenomenal verlos tan de cerca —decía Jennifer cuando el concierto hubo concluido y los artistas fueron transportados a una camioneta hacia el hotel donde se estaban hospedando—. Le podré contar a mis hijos y mis nietos que tuve a Aidan Swafford a dos metros de mí.
—Sí —sonrió Linda mirando con la misma cara ilusionada a la camioneta que se alejaba—. Tan cerca...
Al día siguiente, Helen llevó a Linda al hotel donde se hospedaba la banda, y ella, feliz, pudo ver otra vez a cada uno de los integrantes. Le hubiese gustado que Jennifer estuviera con ella, pero su amiga tendría que conformarse con sus relatos y las fotografías que pudiese hacerles a los chicos.
Y luego se dio cuenta de que no podría tomarles fotos, pues su teléfono fue decomisado por seguridad.
—Les presento a la hija de un amigo —dijo Helen, y Linda la miró extrañada. ¿Por qué simplemente no había dicho que era su sobrina? —Lindsay... saluda a los chicos.
— ¿Lind...? —murmuró Linda mirándola confundida, pero Helen la interrumpió.
—Vamos, querida, no tienes esta oportunidad todos los días—. Linda la miró aún más perdida, pero le extendió la mano a los chicos. Drew, el baterista, era alto, rubio, de cabello largo y rizado y unos hermosos ojos ámbar; Kenneth tocaba el bajo, era pelirrojo, sus ojos eran azules y el rostro pecoso, muy delgado, pero muy guapo; y Roy, el tecladista, tenía el cabello oscuro, al igual que sus ojos, con una mirada un poco pícara y de modales algo bruscos. Aidan brillaba por su ausencia.
—Siempre que viene a Chicago —dijo Kenneth—, se pierde por un día entero. Creo que tiene una novia aquí—. Los demás se echaron a reír, y Linda sonrió también disimulando todo lo posible su decepción.
Se quedó allí largo rato observándolos. Eran dinámicos, llenos de energía, y al parecer iba a poder conocerlos un poco más.
Todos estaban entre los veintiuno y veintidós años, dos de ellos tenían novia, uno era declarado gay, y Aidan nunca tenía pareja estable; de los demás se conocía su procedencia: Connecticut, Nueva York, Los Ángeles, pero de Aidan se presumía que era inglés; ya antes se habían entrevistado a los padres de los chicos, menos los de Aidan; y todos estaban siempre encantados de abrirle la puerta de sus propiedades privadas a la prensa, mostrando así enormes mansiones o lujosos áticos, excepto Aidan, que decía valorar mucho su privacidad.
En conclusión, la vida de los otros tres integrantes de la banda se podía diseccionar con lupa y palillos, hasta se podía sumar a cuánto ascendía su patrimonio y ganancias anuales, pero Aidan terminaba siendo un enorme enigma, lo que sólo conseguía que más y más gente se hiciera preguntas y su curiosidad se exacerbara.
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Un Rey sin redención
RomansaAidan Swafford, en apariencia, es un hombre feliz y despreocupado, un cantante mundialmente reconocido que lo tiene todo; a las mujeres, el dinero, un par de escándalos... Pero todos desconocen que vive preso de la más profunda melancolía, y que esa...