Porque,
¿qué será de nosotros cuando acabe la esperanza?
Alguien tiene que infundirnos la confianza
Que, aunque así lo parezca no estamos solos
Aunque tengas sólo un amigo, ya lo tienes todo.En los siguientes días, Linda y Helen siguieron a la banda a tres conciertos. Uno en Las Vegas, otro en Miami, y el otro en Los Ángeles.
Como era de esperarse, tenían su propio avión privado, un jet en el que cabían dieciocho personas, personas que se peleaban el derecho de ir en dicho avión.
Linda había oído discutir a tía Helen por su par de asientos un poco avergonzada. Se sentía como la entrometida, la añadida. La cuestión quedó zanjada cuando Aidan intervino diciendo que las dos iban sin discusión. El organizador del viaje simplemente asintió al mandato de Aidan y no volvieron a poner en duda su derecho de estar en el avión.
Al interior, siempre era una fiesta. Linda se maravillaba de la cantidad de energía que tenía esta gente; se ponían de pie durante el vuelo, cantaban, bailaban, bebían, se escondían en los baños... La única manera en que fueran en silencio era que viniesen de un concierto que hubiese durado hasta la madrugada, sólo así se quedaban callados; y esto ocurría pocas veces, pues por lo general, luego del concierto descansaban en un hotel.
Una agitada y loca semana con 2R2 que pronto acabaría.
Había terminado conociéndolos bastante bien. Drew fumaba, mantenía con las baquetas en las manos practicando o golpeando cualquier superficie y simulaba los sonidos de los platillos con su boca. Kenneth era un mujeriego consumado, siempre estaba rodeado de mujeres de todos los colores y tallas, no discriminaba a pesar de tener novia; Roy era un dormilón. Parecía tener el horario corrido, siempre se estaba durmiendo, aunque estuviera de pie.
Y Aidan siempre estaba escribiendo. Mantenía una libreta pequeña en cualquier bolsillo, pero siempre perdía los bolígrafos, así que todo el mundo tenía siempre que estarle buscando o prestando uno. Él acusaba a Drew de escondérselos, y Drew sólo se reía sin negar ni aceptar la acusación.
Ahora viajaban hacia Los Ángeles, la última parada de esta temporada de conciertos. Animados, los chicos hacían ruido cantando y bebiendo. Hacían brindis por todo y por nada y el avión en general era una algarabía.
De repente alguien se sentó a su lado. Era Aidan, tenía puesta la capucha de su abrigo sobre su cabeza y unos audífonos. Sólo la miró un momento y se recostó en el asiento cerrando sus ojos. Tal vez quería dormir y por eso se alejaba del ruido.
Linda miró de nuevo por el cristal, viendo allí reflejado su rostro. Diablos, si tan sólo tuviese una piel normal, si tan sólo pudiera mirarlo fijamente a la cara...
—No dejan dormir —se quejó Aidan enderezándose en el asiento, y ella lo miró otra vez—. Diablos, necesito descansar. ¿No tendrás unos tapones de oídos, de casualidad? —ella meneó la cabeza negando.
En los días pasados, habían hablado un par de veces otra vez, desayunado juntos en una ocasión, y nada más.
—Si te tomas una pastilla, no importará el ruido —él sólo sonrió, descartando inmediatamente la opción—. Vas a tener que soportarlo.
— ¿Tú los soportas?
—Bueno... —suspiró ella—, para mí, esto pronto acabará, así que no me importa mucho.
—Es verdad, en cambio, yo tendré que seguir con ellos—. Linda se echó a reír.
—Te quejas, pero yo sé que los quieres—. Aidan hizo una mueca.
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Un Rey sin redención
RomanceAidan Swafford, en apariencia, es un hombre feliz y despreocupado, un cantante mundialmente reconocido que lo tiene todo; a las mujeres, el dinero, un par de escándalos... Pero todos desconocen que vive preso de la más profunda melancolía, y que esa...