Capítulo 13

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Por supuesto, yo le llevaré estos documentos al capitán Ackerman.

Aseguré para acto seguido darme la vuelta e iniciar trayecto. Pocas ventanas, demasiado ladrillo y muchos pasillos era todo lo que mis ojos podían percibir. Nada fuera de lo habitual realmente.

Qué conveniente que a lo lejos veo al hombre que busco acercarse y ahora sin mucha prisa continuo caminando, después de todo no irá a ningún lado. Mientras me aproximo aprovecho para mirar el techo y notar así la acumulación de moho en el mismo.

¡Eh Ruselle, cuidado! —escuché de repente y cuando volví la vista para encontrar al dueño de la voz, ¡Sorpresa! Estrellé contra el muro mi dura cabezota.

Mierda... —logré susurrar mientras intentaba inútilmente levantarme del suelo tras el golpe que me hizo terminar en él.

Ruselle, ¿Te encuentras bien? —Procedió a preguntar después de ayudarme a levantar.

Sí, sólo fue un pequeño golpe.

Sí, sólo un pequeño golpe que hace a tu frente sangrar, seguro podrás con eso todo lo que resta del día.

Exacto —afirmé dedicándole una pequeña sonrisa emotiva.

Sólo es sarcasmo idiota, no puedes andar por ahí con esa herida sobre tu frente.

Oh, me lavaré el rostro y si lo noto grave iré a la enfermería —contesté entregándole los papeles. Tome, son para usted, tiene que revisarlos.

Eres más testaruda que una mula. Es tarde, a estas horas la enfermería ya está cerrada, vamos a mi oficina, voy a tratarte eso.

Pero...

No eres mi subordinada pero sigo siendo tu superior, no es una petición o una sugerencia, es una ordensin decir ni una palabra más se dio la media vuelta y comenzó a alejarse, no había que ser un genio para saber adónde se dirigía y en lo que a mí constaba no me quedaba más opción que seguirlo. Una vez en su oficina tomé asiento en el largo sofá que estaba delante del ventanal, tal vez así él podría ver mejor la gravedad de la herida aunque sigo insistiendo en que realmente no es para tanto.

Me veo en la obligación de repetirte que debes mirar por dónde caminas de un estante tomó una caja metálica de color blanco y se acercó a mí, no sin antes un sermón sobre la importancia de los cuidados personales y que un soldado siempre debe estar en excelentes condiciones.

Capitán usted está exagerando, no es como si hubiera perdido un brazo.

Y si así hubiera sido estoy casi seguro de que hubieras salido con la misma excusa "es sólo un brazo, no es para tanto"

Claro que no. Yo sí le tengo pavor a perder alguna extremidad, pero ese no es el caso ¿Verdad?

No respondió, a cambio tomó mi barbilla e hizo que echara ligeramente la cabeza hacia atrás mientras él por su parte acercaba su rostro para "inspeccionar" el daño. Sus manos estaba tibias, podía sentir las yemas de sus dedos pasearse por mi piel, mientras el capitán estaba ocupado yo me encontraba analizándolo; mis ojos conectaban directamente con su cuello y parte de su torso ya que él estaba de pie, desde aquí podía notar perfectamente cómo se marcaba sutilmente la nuez de Adán en su garganta y cómo esta subía y bajaba cuando tragaba saliva, todo su ser olía a limpio y siendo francos no era de sorprenderse. Me daba cierta envidia lo pulcro que se notaba su uniforme, impecable y sin una sola arruga.

Sólo Una Vez MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora