Pasado

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—¡Eh, quieta ahí! ¡Que alguien la pare!

La plaza del mercado se volvió un caos mientras los gritos del hombre se elevaban sobre el barullo general. La multitud ocupada en sus compras giró la cabeza en su dirección, buscando el origen de aquel "¡Al ladrón! ¡AL LADRÓN!" incesante.

—¿Qué ocurre? ¿Qué le pasa a ese hombre?

—No lo sé. Debe de ser que le han robado.

—¿En la plaza, a plena luz del día? Pues sí que debe de tener agallas el ladronzuelo...

—¡Mirad, se va por ahí!

—¿Será que lo ha encontrado?

El ambiente se fue calmando cuando los gritos del mercader enfurecido se perdieron en la distancia. Poco a poco, el lugar fue volviendo a la normalidad, y compradores y vendedores, más tranquilos, regresaron a sus negocios como si nada hubiera pasado.

No muy lejos, bajo la fachada de uno de los edificios que rodeaban la plaza, una figura envuelta en un manto parecía totalmente ajena a los cambios de atmósfera a su alrededor. El supuesto mendigo esperó unos segundos más, prudente; luego, tras asegurarse de que nadie estaba mirando, se desprendió de la prenda. El rostro joven de una chica asomó bajo el manto y recorrió la plaza con la mirada antes de marcharse de ahí sin llamar la atención.

Solo cuando estuvo unas calles más lejos, tomando la dirección contraria a aquella por la que el mercader se había marchado persiguiendo un fantasma, sacó una manzana de su bolsillo. Se la comió tranquilamente mientras caminaba, sintiendo ganas de tararear al ritmo del tintineo del dinero bajo su ropa.

Se detuvo, sin embargo. Era demasiado pronto para alegrarse: tenía que ver cuánto había conseguido.

Una vez en un callejón apartado, lejos de miradas indiscretas y manos avariciosas, la muchacha se sentó en cuclillas y sacó cuidadosamente una bolsa de cuero del interior de su camiseta. Su peso y el brillo dorado que encontró al abrirla le hicieron sonreír. En la bolsa había por lo menos varios miles de berries.

"¡Bien! Con esto van dos millones en esta isla. Creo que ya puedo marcharme a otro sitio".

Todo ello robado a piratas y bandidos, con la única excepción de ese día. En otro tiempo quizás se habría reprendido por obrar de aquella forma, pero hacía años que había sustituido sus escrúpulos por determinación. Además, no podía sentirse realmente culpable, porque sabía que aquel mercader era un fraude: lo había visto timar a incontables clientes sin vergüenza alguna.

Volvió a guardar la bolsa tras asegurarse de haberla cerrado bien y dirigió la mirada al cielo, el pensamiento perdido entre las nubes.

"Ya queda menos", se dijo, suspirando. "Ya queda menos, Bell-mère-san...".

Un súbito alboroto en la calle transversal la devolvió a tierra firme.

—¡Párenla! ¡Que alguien la detenga! ¡¡Al ladrón!!

La chica resopló por lo bajo. ¿Quién era tan torpe como para montar semejante escándalo? Y justo después de su propio golpe en la plaza del mercado... Algunos no tenían lo que había que tener.

Se quedó quieta unos segundos, esperando a que remitiera el jaleo. Estaba a punto de salir de su escondite, pensando que ya había pasado el peligro, cuando alguien irrumpió en el callejón y chocó contra ella, tirándola al suelo.

—¡Eh!, ¿qué...? —protestó la chica, pero una mano en su boca le impidió terminar la pregunta.

Se revolvió con fuerza, tratando de incorporarse, y se encontró de frente con dos grandes ojos azules. Vio una chispa de reconocimiento en ellos al tiempo que la enfocaban con sorpresa.

[NamixCarina] Nunca más "Adiós"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora