Futuro

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Los Mugiwara estallaron de alegría cuando se enteraron de la noticia. Nami había regresado al Sunny lo antes posible para comunicar las novedades a sus nakamas y ahora forzaba una sonrisa mientras los observaba dar vueltas por la cubierta y ponerse manos a la obra con los preparativos para la partida. Sanji y Chopper se apresuraron a revisar el inventario de provisiones y equipo médico que necesitarían, aunque lo cierto era que lo tenían todo listo desde hacía tiempo; Zoro, Usopp y Franky ponían a punto los cabos de las velas al tiempo que gritaban a Luffy que dejara de dar saltos y les echara una mano, y Brook, por su parte, se marchó un momento al pueblo a comunicarles su partida a los pueblerinos, para que fueran a despedirlos si así lo deseaban.

Solo Nami y Robin subieron al puente de mando. Normalmente, su obligación en esos casos consistía en hacer las últimas comprobaciones de la ruta y supervisar el trabajo de los demás —en ocasiones prestando su propio poder para acelerar el proceso—, pero esta vez se limitaron a permanecer ahí de pie, en silencio. Nami, perdida en sus pensamientos, no recordaba que tenía una tarea que atender, y ni siquiera fue consciente de la presencia de Robin hasta que esta carraspeó, sobresaltándola. Recordó de golpe dónde se encontraba y se disculpó por distraerse, pero Robin solo sacudió la cabeza y le puso una mano en el hombro.

—¿Estás bien, Nami?

Había bajado la voz, como si no quisiera que el resto las oyera. Su tono era serio, con un fondo de preocupación, y Nami la miró sin entender.

—¿A qué te refieres?

Robin sonrió por toda respuesta. El gesto, seguido de su silencio, fue suficiente para que su amiga comprendiese de repente lo que le estaba insinuando, y no pudo evitar apartar la mirada, azorada. Como era de esperar, Robin había sabido ver a través de ella una vez más...

—Estoy bien. No importa. —Se encogió de hombros, en un gesto menos convincente de lo que le habría gustado—. Tarde o temprano tenía que pasar.

—Pareces triste...

Nami se abrazó a sí misma, encogiéndose de hombros. No quería hablar de aquello: sentía que, de intentarlo, correría peligro de derrumbarse.

Robin la observó en silencio unos segundos, como si estuviera decidiendo algo. Se giró un momento y, tras comprobar que Zoro y los demás seguían ocupados arriando las velas, le cogió una mano.

—Aún queda un rato —susurró, cómplice. Guiñó un ojo ante su mirada sorprendida—. Ve; les pondré cualquier excusa.

Nami, comprendiendo, empezó a sacudir la cabeza, dispuesta a negarse. No obstante, se mordió la lengua antes de decir nada: Robin tenía razón. No podía dejar las cosas como estaban. No podía irse sin más. No podía permitir que se repitiesen todas aquellas otras veces, continuar con aquel juego de azar...

Levantó la mirada hacia ella y le sonrió, agradecida.

—Volveré pronto.

Y, sin decir nada más, dio un suave apretón a la mano de Robin y se apresuró a marcharse escaleras abajo, hacia la cubierta. Poco después había desembarcado y corría de vuelta hacia la capital.


El viaje a pie le llevó más tiempo del que había pensado, incluso a esa velocidad. Cuando llegó a "El cofre del tesoro", jadeando, ya era pasado el mediodía. Saludó apresuradamente a Crag al pasar por recepción, casi sin aliento, y se dirigió directamente al despacho de Carina. Estaba tan centrada en su meta que no reparó en la lástima con la que él la seguía con la mirada.

Irrumpió sin más en la estancia, casi golpeando la pared con la puerta por el impulso. Carina estaba sentada a su escritorio, rellenando unos formularios, pero levantó la cabeza hacia ella cuando entró. Las dos se miraron a través de la habitación, en silencio.

[NamixCarina] Nunca más "Adiós"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora