"Me encargaré de él"
Terror. Eso era lo que sentía Magnus. Si Alec no llegaba a sobrevivir, era su culpa, porque no podia hacer nada. Se sentía inutil y no sabía que hacer.
"No te duermas Alec, no te duermas", Magnus trataba de hablarle con vos clara y tranquilizadora, pero tenia la sensación de que no le estaba saliendo muy bien, de que el miedo le estaba ganando.
Cada vez que pestañaba, Alec, mantenía cerrados sus ojos durante unos segundos. Segundos en los cuales Magnus sentía que desfallecía pensando que tal vez nunca los volvería a abrir.
"Alec, ángel, mantente despierto", repitió Magnus al ver que empezaba a dormirse
"Magnus... te amo", dijo Alec respirando con dificultad.
"Alexander, yo también te amo" contestó con la voz entrecortada "pero ni siquiera te atrevas a intentar despedirte, vas a luchar, ¿me escuchas?"
"S-si"
"Ahora, dame tu teléfono, tengo que llamar a Catarina"
Cada palabra que Alec pronunciaba se sentia como un millón de puñaladas, y sin embargo se las arreglo para contestar, porque como habia dicho iba a luchar, por Magnus.
"En el bolsillo izquierdo"
Delicadamente Magnus tomo el teléfono y marcó el número.
"Catarina necesito que vengas, rápido, por favor", dijo al borde del llanto para despues decirle la dirección a su vieja amiga.
"Aguanta un poquitito más mi amor, por favor, no cierres los ojos", susurró Magnus dejando caer unas cuantas lágrimas.
"Mhm..." Fue lo único que pudo contestar Alec, las palabras de repente ya no pudiendo salir.
"Por favor Alec, quiero ver esos hermosos ojos ¿si?"
"No me voy a ningun lado, ¿recuerdas?"
"Te conviene" replicó Magnus con un atisbo de sonrisa y los ojos húmedos
En ese momento se abrió un portal aunque Alec solo lo notó cuando escuchó una tercera voz hablar, sus sentidos ya demasiado débiles para distinguir de quién era, enfocándose en Magnus y la promesa que le habia hecho de no cerrar los ojos.
Escuchó a esa persona, Catarina supuso, preguntándole a Magnus sobre su magia y luego de eso todo se empezó a sentir más lejano, menos real.
"Alexander, cariño, ¿me escuchas?, tenemos que sacarte esa flecha, no te asustes", Alec escuchó la voz de Magnus un tanto distorsionada.
Y por unos segundos todo se volvió negro.
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"Catarina, no responde, haz algo", dijo Magnus desesperado con lágrimas en sus ojos.
"Sujetalo bien fuerte, porque, créeme, en cuanto toque esa flecha se va a despertar", Catarina de verdad rogaba que sucediera esto, porque de otro modo significaba que ya era demasiado tarde.
"A la cuenta de uno, dos, tres"
Hubo un segundo de silencio, pero que se sintio como una eternidad, hasta que Alec reaccionó. De repente lo único que se escuchaba eran sus gritos.
"Magnus, por favor, haz que pare", dijo Alec entre gritos y llorando, quien, de repente, tenía todos sus sentidos alerta.
"Un poquitito más Alexander", Magnus a su vez también lloraba. No soportaba saber que estaba generándole dolor a la persona que más ama. Cada grito de Alec le destruía el alma. Y además parecía eterno, porque el trabajo de Catarina debía ser delicado y lento para no lastimarlo más.
