Era una noche lluviosa. El cielo estaba triste, no le gustaba ver a la ciudad llorando, por lo tanto, él no quería dejar de llorar. No pasaba mucho después de lo ocurrido en la ciudad de Barranquilla, no pasaba mucho que en ella se vio manchas de sangre y cuerpos tirados en un andén cerca del perjudicado CAI porque este hecho había ocurrido hace tan solo unas semanas. Semanas en las que la ciudad se preguntaba porque había sido atacada en tan cruel forma, cuando se suponía que allí no ocurría ningún atentado de este tipo, ya que lo único malo que se podía ver era la pelea que ocasionaba la mujer del hombre que llegó borracho después de pasarse un fin de semana tomando con sus amigos en un bar. En esta ciudad solo se podían escuchar noticias de este tipo, las cuales eran conocidas por las señoras que salen todas las mañanas al frente de su casa para barrer y a su vez, darse cuenta de lo que hacen los vecinos que están ubicados cerca, o incluso, lejos de su casa.
-¿Y qué más pasó? –Preguntó la enfermera.
-Nada, mis papás me trajeron para acá para que lograra sanar mis heridas y a su vez, poder superarlo del todo.
-¿Tú también lloraste? –Me miró con unos ojos de una madre comprensible.
-No te imaginas cuánto. Nunca en mi vida me había sentido mal. Nunca había querido morirme. Nunca había querido irme... –Acercó su mano a su mejilla y secó una lágrima.
-¿Irte? –Dijo la enfermera.
-Sí. Irme. Irme a Barranquilla cuando debí hacerlo.
···
-¡Laura! –Le gritaron.
-¡Laura! –Le volvieron a gritar.
-¡Hey, pela'! –Gritaron nuevamente.
-Te he dicho que no me digas así, tengo cabello en mi cabeza. –Se volteó en su dirección. El muchacho la miró sonriendo.
-Y yo ya te expliqué que es lo que significa eso, no te hagas la marrana. –Rió fuerte.
-También sé lo que es marrana pero no quería responderte antes. –Volteó sus ojos. Cruzó sus brazos.
-¿Por qué corazoncito mío?
Se acercó a la muchacha y con su mano derecha le subió el mentón. La miró a los ojos fuertemente, hasta que esta le quitó la mirada.
-¿Por qué la quitas? –Preguntó.
-Porque me da miedo. –Dijo Laura.
-¿Qué te da miedo? –Buscó sus ojos.
-Lo que siento aquí. –Señaló el corazón del muchacho. Lo miró a los ojos y este le sonrió.
-Esto es muy bueno. He dicho.
Iván salió corriendo y comenzó a reír por toda la calle. Gritaba: ¡Siiiiiiiiiiiiiiiii! ¡Me dijo que me quiere! ¡Siiiiiiiiiiiiiiiiii !
Los muchachos estaban en la salida del colegio Santa María De Las Calles , ese era el lugar y el momento para encontrarse y hablar un poco -aunque la mayoría de las veces Laura saliera huyendo-. La muchacha estaba en octavo grado y el muchacho estaba en noveno grado. Él era mayor que ella por un año y ella era todo lo contrario, tanto en estatura como en edad.
La joven estaba pronto a terminar el grado que estaba cursando, pero tenía problemas en una asignatura: español. Ella sabía hablarlo, fluidamente, aun cuando es de nacionalidad americana. El meollo del asunto es que sus padres son colombianos pero su madre se embarazó en Nueva York y la tuvo allá, sus primeros años de vida los pasó allá y hacía apenas unos meses que se mudó a Barranquilla para según su padre, conocer la otra parte de su vida y de su sangre –aunque ella no quería, porque ya tenía amigos, estudio y una linda familia allá-. Pero bueno, a ella no le iba bien en esa asignatura porque le costaba leer la literatura que estaban dando: literatura colombiana. No le gustaba y no quería saber nada de ese país que le había robado su tranquilidad –según ella-.
-Te va a tocar ir a esas clases extras de español.
-No papá. No quiero.
Laura y su padre estaban negociando su ida a las clases del profesor González, clases que la ayudarán a pasar la asignatura sin ningún problema.
-Hija, tienes que ir y no te estoy preguntando si vas a no vas. Es una orden y punto.
-Pero papá... -Se quejó la muchacha.
Ella no quería ir a esa clase porque eso significaba que se iba a encontrar más de seguido a Iván y eso no le convenía –o al menos eso pensaba ella-.
Por otro lado Iván estaba muy contento porque sospechaba que en la clase que él era monitor, Laura iba a estar lo más pronto posible, ya que por ahí se había enterado que la americana tenía problemas en la asignatura.
-¡Corazoncito mío! Te voy a ver más. -Pensó el chico en voz alta viendo las estrellas tirado en el suelo del patio de su casa.
Estaba ahí porque su madre lo había enviado a recoger las hojas del suelo que dejaban el árbol de mango de la vecina, pero este había quedado encantado con la noche estrellada que se veía desde ahí. Se sentía muy afortunado de no tener altos edificios como vecinos que no lo iban a dejar ver tan bello espectáculo astral.
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Explosión (Editando)
Teen FictionEra una noche lluviosa. El cielo estaba triste, no le gustaba ver a la ciudad llorando, por lo tanto, él no quería dejar de llorar. No pasaba mucho después de lo ocurrido en la ciudad de Barranquilla, no pasaba mucho que en ella se vio manchas de sa...