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-Azcárate

-Hola Doctor

Laura estaba de pie viendo desde la ventana como pasaban las personas de Nueva York sonriéndole a la vida. Aún seguía nevando en la ciudad, pero el frío y la nieve no era tan pesado de hacer qué los niuyorkinos disfrutarán de la vida. Antes que llegara el doctor, estaba pensando en los posibles pensamientos que tendrían esas personas, ¿Será que pensaban en sus trabajos?, ¿Pensarán en sus hijos?, ¿Pensarán en sus papás?, ¿Pensarán en algún viaje que quieren realizar? Eran muchas las preguntas que se hacía Laura, preguntas que estaban haciendo que sobre su mejilla cayeran lágrimas.

-Señorita Laura, debo decirle que su recuperación nos tiene muy sorprendidos. Ha sido pronta y satisfactoria.

Laura volteó para ver al doctor. El señor vestía con un gran porte, aún con tan solo un uniforme de médico de hospital.

Para Laura esta noticia era muy insignificante. Para ella ya no tenía gracia vivir. No sin su amado, no sin Iván.

...

-Asómate mi amor.

-¡Vete! ¡Te van a ver mis papás!

-No va a pasar... Asómate.

-¿Por qué eres tan terco?

-¿Por qué eres tan necia?

-¿Por qué me contestas con otra pregunta?

Laura e Iván hablaban por teléfono. El joven la intentaba convencer de hacerla asomarse por la enorme ventana de su cuarto. Le tenía una sorpresa.

Ella estaba en vestida en pijama y acostada sobre su cama grande que ocupaba en su cuarto. No quería ver lo que él le tenía preparado por temor a su ruidosa reacción.

-Hagamos algo. Me tocará amenazarte...

-Ni te atrevas. -Contestó Laura.

-Ya no me tomaré el trabajo ni siquiera de preguntar. Subiré hasta tu habitación.

-¿Qué? ¡No! -Murmulló la chica.

Colgó el teléfono.

Iván estaba subiendo hasta llegar a la habitación de Laura. Se apoyó de la pared nada lisa que envolvía la casa de los Ascárate. Cuándo al fin pudo llegar hasta su ventana la tocó muy fuerte para que ella le abriera.

-Eres un atrevido. -Comentó Laura al abrirle la ventana de su cuarto.

-Un sexy atrevido.  -Le sonrió.

-¿Cómo hiciste para subir eso? -Señaló Laura.

Detrás de Iván había un enorme oso de peluche cubierto por una camisita roja.

-Se llama Usa. -Iván lo llevó hacia dónde estaba ella para que lo tomara entre sus brazos. Ella lo vió, lo abrazó y le sonrió de vuelta a Iván.

-¿Usa? -Preguntó curiosa.

Iván tomó delicadamente el oso y lo hizo a un lado. Se acercó lentamente a Laura con la mirada seductora que ella tanto amaba.

-Si señorita. -Susurró más cerca de ella. Su objetivo era acorralarla con sus brazos.

-¿Por qué Usa? -Comentó Laura algo inquieta.

Iván la tomó por la cadera. La cargó sobre su barriga, abrazada junto a él. La llevó hasta un rincón de la habitación y la pegó en la pared.

-Porque ese fue el lugar que me regaló a una hermosa princesa. -Le susurró en su rostro.

Laura lo miró fijamente.

-¿Ah sí? -Preguntó Laura.

Iván tomó su mentón lentamente y lo inclinó hacia su rostro. Tenía ganas de besarla. Tenía unas inmensas ganas de amarla con todo su ser.

-¿Puedo besarte? -Preguntó.

-Eso no se pregunta. -Sonrió Laura.

-Amor, déjame darte un beso. Pero no un beso cualquiera.

Ella lo miró con timidez. Sabía a lo que se estaba refiriendo.

-Dejame besarte con fuerza. Déjame...

Laura lo calló. Le dió un beso, un beso lento.

Con sus labios podía sentir cada fibra de su ser.

Se separó de él. Lo miró a los ojos y le sonrió. Se acercó a su oídos.

-Puedes hacerlo. -Le susurró justo ahí.


Explosión (Editando)Where stories live. Discover now