Sangre de la sangre

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5

Había pasado un día entero desde que el rey abandonó el palacio. Durante ese tiempo, estuvo deambulando por el bosque hasta encontrar un camino que subía por la montaña. Avanzó por el desfiladero, siguiendo el curso del río y cuando hubo pasado por la tercera curva, bajó por la pared del desfiladero pasando por un camino muy estrecho y rocoso. Furihata, que lo seguía desde el principio, casi se mareó de ver el vacío. Además, todavía ni sabía porque Seiji no lo había mandado a la mierda cuando descubrió que lo estaba siguiendo. Furihata se llevó un buen susto cuando Seiji lo sorprendió por detrás, pero no hizo nada más que eso. El tirano se mantenía en silencio y Furihata, ya que no sabía si podía seguir a su lado o no, prefirió seguirlo.

Después del sinuoso camino, los dos siguieron el río por su orilla. Por suerte, no era época de lluvias torrenciales y el río no llevaba mucho caudal. Seiji seguía callado y Furi esquivando piedras sueltas. Al cabo de un rato, el rey se adentró a una cueva. Furihata tragó en seco, no le entusiasmaba mucho la idea de meterse en un lugar estrecho y oscuro. Seiji no lo esperó, así que era ahora o nunca. Y Furihata optó por el ahora. Apoyó las manos a las paredes rugosas y húmedas para no caer, y se juntó con Akashi en el inicio de un puente. Al menos, el techo era alto y no había piedras ni obstáculos en el suelo. Unas antorchas iluminaban el paso, así que todo se volvió más fácil. Al final del puente, se extendía un enorme lago oscuro, parecía no acabarse nunca.

Akashi se tensó y frunció el ceño. Empezó a cruzar el puente con paso ligero, y Furihata se quedó cerca pero no avanzó tanto como él. Seiji llegó a la pequeña orilla al rededor del puente.

–¡Sal! ¡Sal, maldito demonio! – durante unos minutos, todo permaneció en silencio. – ¡Sé que estás ahí!

Al final, Seiji cogió un puñado de arena de la orilla y la lanzó en el agua. La arena flotó unos instantes después de desaparecer. Parecía que no iba a pasar nada de nada, pero al cabo de unos segundos se originó un remolino en el agua y emergió de ella el dicho demonio, bajo la apariencia de un hombre rubio.

–Y ahora, ¿por qué me ensucias el agua? –soltó el demonio.

–Ya está suficientemente sucia con tu veneno.

–No te resultó tan repugnante cuando bebiste de ella para sellar el pacto.

–Me la has jugado, demonio. ¡Lo has estropeado todo, sé que ha sido por tu culpa!

–Eh, eh – musitó el demonio –Tú querías ser rey, y lo eres.

–¡Me hiciste matar a mi padre!

–Tú tenías la ambición para ser rey, y yo la incentivé para que lo fueras con totalidad. Te incrementé tus emociones para que pudieras lograrlo. Que tu padre haya muerto por el camino, ya no es cosa mía.

–¡Por tu culpa no puedo controlarme!

–¿Ah, que ahora yo tengo que decirte cómo tienes que comportarte?

–Cállate y quítame esta maldición. – el demonio rodó los ojos y se quedó flotando. –Ahora, Nash.

El demonio se quedó quieto, con la mirada ensombrecida. Era peligroso que alguien supiera su nombre real, pues si ése alguien le ordenaba algo junto a su nombre, no le quedaban muchas opciones que no sea obedecer. Debía de ser cauteloso antes de que ése humano empezara a ordenarle cosas. Pero Nash era listo, más que cualquier humano, y sabía jugar; así ha sido a lo largo de dos mil años.

–Acércate. – Nash no podía deshacer la maldición a la que se refería Seiji, porque cuando sellaron el pacto, Seiji accedió a todo. Era parte del contrato, y Seiji ya había conseguido ser rey tal y como habían acordado. –Entra en el agua.

Sangre de ReyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora