No sabía qué hora era, sólo sabía que ya era lunes, el día que tendría que empezar las clases en la nueva escuela. Abrí levemente los ojos. Estaba acostado sobre mi izquierda y veía como la luz del sol se iba colando por la ventana que era notablemente más grande que la de la habitación en mi casa poseía.
—¿Acaso no piensas despertar? —sentí la voz de Michael detrás de mí y mi corazón dio un salto; me di la vuelta rápidamente para encontrarme con él, quien estaba de brazos cruzados mirando por la ventana. Me pregunté cuánto tiempo hacía que estaba allí.
—¿Qué haces aquí? —cuestioné enfadado luego de bostezar. Por alguna razón sentí que aquel bostezo le quitaba seriedad a mi enojo, pero estaba tan cansado que no había podido evitarlo. Me senté en la cama y prendí la pantalla de mi móvil para ver la hora, donde me percaté de que eran las siete en punto de la mañana—. ¿Eres una especie de acosador o algo así?
Él rió por lo bajo y se alejó hacia la puerta, como si se hubiese tomado en serio aquel comentario.
—Vine a despertarte, pero como no atendiste a la puerta, entré —explicó—. No hace mucho que estoy aquí de todas formas. Baja a desayunar cuando estés listo.
Sin cuestionar, pues me parecía una pérdida de tiempo, me levanté de la cama con desgana y me dirigí al baño a darme una ducha rápida mientras Michael salía de la habitación. Luego, bajé a desayunar junto a él.
Mientras comía, lo analicé detenidamente. Estaba leyendo un libro mientras tomaba lo que supuse sería té —y pensé para mis adentros, qué cliché—. No me tragaba aquella apariencia de intelectual que trataba de venderle al mundo; una persona no podía levantarse tan temprano y abrir un libro como primera cosa que hacía en la mañana y no ser un psicópata. Okay, quizás estoy exagerando. Pero había algo en él que me decía que no estaba siendo cien por ciento el mismo.
Al notar que estaba observando tanto, bajó el libro.
—Edgar Allan Poe —dijo, haciendo referencia al autor del libro—. Una lectura un poco complicada para esta hora.
—Creo recordar que leímos alguno de sus cuentos en literatura —comenté. Me sorprendió que lo recordara, pues realmente no era muy asiduo a la lectura.
—No es que sea fanático de sus obras, pero mi prometida me lo recomendó, por lo que pensé en darle una oportunidad a este.
Me enseñó la tapa del libro; se leía "el gato negro" en letras mayúsculas. No obstante, no fue eso lo que me llamó la atención, sino el hecho de que había mencionado a su prometida. Y eso significaba que estaba pasando en casarse con ella. No supe porqué, pero aquel dato me extrañó, puesto que no me imaginaba a Michael casado. No porque fuera él, ya que no lo conocía lo suficiente como para asegurar una cosa como esa, más porque él era muy joven para ello en mi opinión (sin siquiera saber yo su edad realmente).
ESTÁS LEYENDO
Mis reglas, Alexander Mison ©
Teen FictionAlexander Mison no cree tener alguna semejanza con Michael Gastrell, sin embargo, van a tener que convivir por tres meses, ¿qué puede salir mal? «Del odio al amor hay tan solo una delgada línea».