—¿Y qué tal? —preguntaron al unísono los tres chicos a través de la pantalla de mi laptop.
—Nada mal —contesté, sentado en el suelo de la habitación.
Al verlos a los tres juntos haciendo lo que más me gustaba, que era hacer música, sentí melancolía. Extrañaba estar con ellos, escuchando las bromas malas de Max y a Lucas haciéndose el interesante cada vez que estaba cerca de Nina (era muy malo disimulando que le gustaba, siendo Max el único que no se daba cuenta; y gracias a dios que no se daba cuenta, porque aquello se convertiría en un caos).
El garage de la casa de la madre de Max siempre había sido nuestro punto de encuentro para practicar o simplemente divertirnos un rato; llevábamos siendo amigos desde la primaria y la música es una de las principales razones por las que habíamos comenzado a hablar, a pesar de ser niños de tan solo nueve u ocho años.
—Todo sería tan fácil si estuvieras aquí —comentó Max, levantándose de la banca detrás de su batería, aún con las baquetas en sus manos. Tuve que acercarme a mi laptop para poder escucharlo bien, ya que estaba lejos de la suya que me permitía ver el escenario.
—Y yo desearía estar allí ahora mismo —aseguré, honestamente.
De repente una exclamación se escuchó desde dentro de la casa —se entendió algo así como "chicos vengan"— y por la voz femenina supuse que era la madre de los hermanos Mayer. Además, ambos voltearon a la puerta, para luego mirarse mutuamente y acatar la orden sin siquiera decir adiós, dejando a Lucas a solas conmigo.
El pelirrojo dejó su guitarra a un lado y se acercó a la pantalla. No sabía de qué se trataba todo eso, pero estaba observando atentamente cada uno de sus movimientos.
—Alex —llamó mi atención; en cuanto a su tono de voz, sonó a como cuando un padre se sentaba a tener contigo una charla para hacerte saber que podías contar con él—. ¿Ocurre algo?
—¿Por qué lo dices? —pregunté. Sabía la respuesta, pero no estaba preparado para hablar sobre el asunto que me tenía tan pensativo esa semana.
—Es que no parece que seas el de siempre —trató de explicar—. Estás tan callado y no le hablas con sarcasmo a Max, que es lo que más me asusta.
Aquello lo hizo reír brevemente.
Imaginó, sí, que estaba actuando diferente. Si Violet, quien no lo conocía de nada, se había dado cuenta del asunto, obviamente que sus amigos se darían cuenta también. Y más Lucas, quien siempre observaba cada detalle con rigurosidad.
—Sólo estoy cansado —dije—. Estoy estudiando en serio. Además, extraño mi hogar.
—Lo imaginé —admitió él, dejando escapar un suspiro de alivio. Viéndolo actuar tan comprensivo, me daba el empujón para decirle lo que estaba pasando, pero, ¿de verdad seguiría actuando así sabiendo realmente todo?—. Me alegro de que sea sólo eso.
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Mis reglas, Alexander Mison ©
Teen FictionAlexander Mison no cree tener alguna semejanza con Michael Gastrell, sin embargo, van a tener que convivir por tres meses, ¿qué puede salir mal? «Del odio al amor hay tan solo una delgada línea».