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Algunos días después de tú ida.

Jungkook

Corrí. Me detuve. Corrí de nuevo. Empujé un par de personas. Corrí de nuevo. La maleta traqueteaba con cada fisura del piso a la velocidad que yo la halaba. Corrí más y más.

Me detuve justo frente a los separadores de felpa rojo borgoña para ver las pantallas con los horarios de los vuelos. Mierda. Había perdido el mío. De no ser por la tonta secretaria que se había tardado un mundo en archivar mis papeles de residencia, todo esto no hubiese pasado.

Me dirigí a la fila y le dije a la mujer tras la computadora que necesitaba un nuevo vuelo hacia Corea. La mujer hizo algunos arreglos para que mi dinero no hubiese sido gastado en vano teniendo en cuenta que mi familia gastaba demasiado a su aerolínea. Me tendió el nuevo pasaje que decía que debía esperar diez horas para el siguiente vuelo. ¿Qué carajos iba a hacer diez horas en el aeropuerto? Teniendo en cuenta que la residencia de mi familia estaba lejos, por lo que regresar no era una buena opción.

Tomé asiento en una de las mesas de té frente a los cafetines y dejé mi maleta al lado. Dado a que había acondicionamiento, sentía mis dedos entumecidos gracias al frio. Me adelanté y compré café para proveer de un poco de calor a mi cuerpo.

Me sentí vacío. Me sentí como si lo que había pasado hacía una semana en el mismo aeropuerto aun me dañara por dentro. Había visto sus lágrimas caer y yo no había hecho nada. Nada. Era un mal chico.

Me froté los ojos y respiré profundo para tranquilizar el nudo en mi garganta que no desaparecía desde entonces. Necesitaba llegar a ella. Decirle que nada de esto haría que la olvidara, que jamás la dejaría de amar. Que aunque estuviera lejos, siempre iba a estar para ella. Siempre.

Miré mi teléfono. Ella no había intentado llamar ¿me odiaba por haberla dejado ir? Me estaban sucediendo las mejores y peores cosas de mi vida al mismo tiempo.

Guardé mi móvil y tomando mi maleta me incorporé para caminar alrededor. No había nada nuevo, solo las letras en los letreros que no entendía. Me sentía desubicado ¿cómo iba a soportar estar tan lejos de todos y todo lo que conocía?

El móvil vibró y acepté de inmediato la llamada.

—He recibido la notificación.

—No he llegado a tiempo. El siguiente vuelo sale en nueve horas. —respondí mientras entraba a una tienda donde vendían chocolates.

—¿Esperaras?

—Sí. No hay tiempo suficiente para regresar a casa y volver. —Le sonreí a la dependienta y me volví para tomar una de las cajas doradas con lazos rojos.

—Bien. Estaré allí lo más pronto posible.

—No tienes que hacerlo, papá. —dije.

La dependienta pasó la caja dorada sobre el laser y me dijo el costo.

—Esperaré, no te preocupes. —le di el dinero.

—Está bien.

—Bien. —respondí y la mujer me dio la bolsa. —Hablamos luego.

Mi padre terminó la llamada y cogí mi cambio. Era extraño pagar con dinero físico para mí, pero debía hacerlo mientras el papeleo se estaba verificando. Tomé la bolsa y salí de allí. Me esperaban nueve horas demasiado abrumadoras y largas.


Pasadas cinco horas más, aun me encontraba sentado en una de las bancas frente a una enorme fuente que caía desde el tercer nivel hasta una piscina que la recibía con luces de diferentes colores neón. Algunas plantas acuíferas rodeaban el agua y servían de separadoras con las baldosas de alrededor. Revisé mi móvil, nada.

DOS SEGUNDOS POR SIEMPREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora