Capítulo único: ir acompañado era la opción

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Mediados de febrero del 2017, invierno. Sábado por la mañana, ocho cinco am. Nueva York, upper west side*. (Lado noroeste de Nueva York)

Si había algo que eliminaría sería el frío, claro luego se arrepentiría de aquella decisión ya que no podría acurrucarse —por muy infantil que suene aquello—en los brazos de Charles. Las mañanas de febrero tendían a ser crueles, con el frío rompiendo en los cuerpos, donde la piel expuesta; sobre todo narices llegaban a quedar rojas hasta descascaradas. Pero aun así el sol salía para brillar y entorpecer el sueño de las personas comenzando a mover la ciudad al mismo ritmo que el de la semana.

Incluso siendo sábado.

No puedes esperar tranquilidad en la ciudad de Nueva York al fin y al cabo.

Erik siendo condenado por una cita de exámenes se une a ese grupo de gente que tiene que levantarse temprano para ir a hacer trámites. No como su compañero a su lado que sigue en el tercer ciclo de sueño. O al menos eso piensa él.

Charles había prometido acompañarlo.

Charles sigue durmiendo.

Él quiere dormirse a su lado, con todo el calor que las sábanas, mantas y cubrecamas proveen a su cuerpo y al de Charles. Pero nuevamente, él tiene una cita de exámenes médicos. Sin pelos en la lengua —cuando no—declara que odia los hospitales y médicos. Sobre todo esos últimos que se llenan los bolsillos de dinero con sólo dar un par de diagnósticos, par de píldoras y jarabes con sabores a jabón.

—Cariño, como si tú no te llenaras los bolsillos de dinero con cada caso. —habla la voz soñolienta de su compañero todavía con la cabeza debajo de la almohada.

—Estoy hablando de los médicos Charles—refunfuña defendiendo su trabajo—, lo mío es distinto. —toma el cobertor y sábanas para destapar al telépata que ya se ha hecho bola tal erizo.

—¡Erik no seas idiota! ¡Hace frío! —exclama Charles mientras se da vuelta para encararlo vestido con su pijama de verano. Lo cual es extraño, ambos lo están siendo invierno, pero la cama es tan caliente y pesada que esos estrafalarios pijamas de polar o género quedan abrumadores a la hora de dormir.

Además, el profesor de genética cree fervientemente en la creencia que dormir con menos ropa es más cómodo y se evita el frío.

Charles Xavier es un pervertido.

Aun así ambos duermen con pantalones cortos y poleras manga corta o musculosas, en el caso de Erik, ya que el más bajo dice que no tiene brazos que mostrar como su orgulloso compañero.

El alemán se ríe para darle un beso en la frente al gruñón de Charles, al contrario de la creencia de sus conocidos cercanos —que se hacen llamar amigos—, exceptuando a Raven ya que avala aquel conocimiento, Erik suele despertar de buen humor, claro que la condición suele estar en: suele. Mientras el esforzado y prodigio profesor de universidad es un hámster gruñón; como suele decirle Erik en forma de insulto por sus mejillas rellenas, siendo inmediatamente despachado al sillón del living sin saber cómo, y escuchando gruñidos próximos del castaño sobre estar gordo y que su metabolismo no es como el de su "novio" con six pack de chocolate amargo.

Pero eso es otra historia.

Siendo ya las ocho con nueve minutos, algo bastante tarde-si es que quería llegar a la hora-. Erik se levantó dejando a Charles con la mirada pegada a él.

—No olvides llenar ese pequeño frasco...—rió entre palabras el genetista mientras Erik abría los ojos por haber olvidado eso. Charles se revolcó en la cama buscando calor entre sábanas.

Y nuevamente, vale recalcar, Erik odiaba hacerse exámenes.

Odiaba a los médicos.

Odiaba las muestras de orina o de cualquier índole.

Mañana de sábadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora