Prólogo

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"¿Podemos empezar todo otra vez?"
-Anónimo

Ania
Que raros somos los civilizados. Todos tenemos relojes y ninguno tiene tiempo. Nos perdemos en la ruidosa ciudad relegando la vida misma. Te ves feliz ¿Lo eres?

El viento es frío. Ver las expresiones en sus rostros destruye mi mundo; tristeza, incomodidad, angustia, dolor; pero hay algo...susurros. Rara vez veo chispas entre los humanos y este día vi un grito. Mi salvación.

A lo largo de la historia nos han puesto muchos nombres; dioses, ángeles, demonios, magos, brujas; pero todos son erróneos.

Somos los encargados de proteger a la humanidad ¿De qué? De si mismos.

[***]

4 de noviembre de 1476

-¿Estas segura? - preguntaron en unísono

-Claro. Solo cuídense las espaldas y de paso cuíden la mía también.

El ambiente era cálido, y tranquilo.

Brincó a la acera y se acercó a un puesto ambulante. Tomó lo que pudo. Y salió corriendo.

-¡Una ladrona! Rápido, ayuda. Se escapa. - grito el vendedor

Un guardia se acercó al vendedor.

-¿Qué fue lo que le robo?- pregunto al vendedor

-Un racimo de uvas y tres peras.

El joven guardia lo miro con molestia.

-Tiene más dentro de su puesto. Me parece insignificante...

-Para nada es insignificante- salió de las sombras un hombre alto. Era su superior - Este hombre compro su mercancía con muchos esfuerzos. Son suyos,  y el no decidió dárselos a esa sucia rata.

-Iré detrás de ella-el joven agachó la cabeza.

-Corre- ordenó el jefe

A pesar de que ella había tomado una ventaja sobre el, el joven ya estaba detrás de ella en pocos minutos.

-Detente- ordenó el joven guardia

Ella lo ignoro. La persecución fue larga; y ella pronto la llevo a otro nivel, subió a una serie de carretas perfectamente acomodadas para que diera un salto a los tejados de las pequeñas casa de la población, él empezaba a cansarse.

-Solo quiero que me devuelvas lo que te robaste. No te haré daño.Te doy mi palabra.

Ella se detuvo al escucharlo.

Volteó y lo observó algunos minutos. El se acercó lentamente; de las delicadas manos de la chica surgieron el doble de lo que había robado, en cuanto el las tomo.... Ella se desvaneció.

El se quedo pasmado. Bajó de los tejados. Caminó despacio. Se encontró con sus compañeros. La mayoría se burlo de él.

Maximiliano, su amigo, se molesto con él. Solía decirle que ser blando no le llevaría a ningún lado.

-¿Y la rata?-pregunto su jefe

-La mate...

Todos se quedaron callados, no esperaban esa respuesta.

-¿Estas loco? Sabes que tienen que juzgarla- lo regaño, a pesar de estar complacido.

El joven tenía la mirada perdida.  Necesitaba encontrarla.

-Bueno. Mañana los cuatro cardinales necesitamos hablar contigo. Pasa por la corte- anunció orgulloso.

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