Vieja Amiga

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Bridgette había decidido aprovechar su estadía en Paris para saludar a sus parientes panaderos, los Dupain-Cheng. Además de ir a verlos por el gran cariño que les tenía, quería darles a conocer una importante noticia y pedirles un pequeño favor referente a esta.

Sabine y Tom estaban más que encantados con la visita de su sobrina y no dudaron ni un momento en invitarla a cenar para que les pusiese al tanto de lo ocurrido desde la última vez que la habían visto.

La azabache no pudo negarse a la invitación y ahora buscaba a su prima Marinette para pasar un rato juntas como en los viejos tiempos.

Subió al cuarto de su prima, aún recordaba cuando ayudó a remodelar el ático para convertirlo en esa habitación rosa llena de telas y posters.

– ¿Estás aquí Marinette? – preguntó al aire mientras abría la trampilla que servía de puerta.

No vio a nadie en la habitación, pero aun así entró a echar un vistazo, hacía mucho desde la última vez que había estado ahí.

Miró curiosa algunas telas dispersadas por el suelo junto a un maniquí con lo que parecía ser la base para un futuro vestido, sin duda Marinette tenía talento. También pudo ver posters de algunos cantantes como Jagett Stone o Clara Ruiseñor.

No pudo evitar sonreír al ver también fotos del hijo de Gabriel, le causaba gracia pensar que así fue ella alguna vez con Felix, si no se equivocaba había tenido más o menos la misma edad que Marinette cuando comenzó a admirar al Agreste. Adrien era un buen chico, la clase de persona que haría feliz a su prima, les deseaba toda la suerte del mundo a esos dos.

Se acercó al escritorio donde pudo ver papeles que iban desde apuntes de clase hasta dibujos de diseños de ropa y otros bocetos.

Iba a tomar una galleta del plato que estaba junto a los cuadernos cuando le pareció ver algo moverse rápidamente entre los estantes. ¿Ratas quizás? Aunque al acercarse su primer pensamiento fue que no recordaba haber visto nunca una rata roja moteada.

No estaba segura de lo que era, parecía una especie de juguete o muñeco. El color rojo, las antenas y los lunares negros le hacían pensar en una catarina. Tenía la cabeza bastante grande para su pequeño cuerpo y algo en la espalda que no supo identificar.

Algo en la cabeza de Bridgette se desconectó en cuanto la vio mejor, por algún motivo se le hacía conocida esa muñeca y algo se removió en su interior al acercársele.

Insegura rozó con sus dedos a la catarina, no entendía porque temía que fuese a desaparecer o algo parecido. En cuanto la tocó sintió como una corriente de emociones la recorría de repente.

Sus ojos se cristalizaron al momento en que una profunda calidez se instaló en su interior, no entendía por qué sonreía de esa forma ni a qué se debía esa repentina felicidad que la llenaba por completo, pero algo le aseguraba que llevaba mucho tiempo esperando ese momento.

No encontraba palabras para describir lo que sentía, era como si miles de emociones la sacudiesen en tan solo un segundo sin que pudiese hacer nada más que sentir dentro de sí como la recorrían.

No podía recordar quién era esa catarina ni cómo se llamaba, pero estaba más que segura que era alguien sumamente importante para ella, una vieja amiga muy valiosa con la que había esperado reencontrarse desde hace mucho tiempo. Sus emociones parecían no haberla olvidado en ningún momento.

Ahogó un sollozo y con delicadeza tomó la catarina en sus manos, como si intentase abrazar ese pequeño cuerpecito rojo.

La intensidad de sus emociones afloraron al instante en que la sintió sobre sus temblorosas manos. No entendía de dónde salía la sensación volar ni el deseo de salir a enfrentarse contra algo sumamente poderoso, como si de verdad pudiese lograr cualquier cosa solo con decidirlo, como si el mundo entero estuviese a su favor.

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