Capítulo 4

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Sus besos me tenían desbordada, casí atontada. No podía moverme, solo podía sentir como me deshacia entre sus hábiles manos y labios. Recobré la poca cordura que aún me quedaba en lo profundo de mi mente, trayendome a la realidad de lo que estaba pasando.

- Basta, basta... - Forceé on el, quitándolo de mis labios ya sobre mí con mi pantalón a medio sacar. Respiré enderezando mi cuerpo, mientras el me miraba a ver si lo decia en seri. Se acomodó sobre la cama, alzando el rostro tratando de calmarse.

Creo que estaba volviendome loca. Apenas y conocía al hombre. ¿Qué rayos pasaba conmigo?

- Santo Cielo. - Miré al techo aún tumbada sobre la cama. Acompasando mi respiración. Tapé mi cuerpo, volviendo a vestirme sentandome del otro lado de la cama. Tapando mi boca, observando alrededor. ¿En qué momento tiramos todo al suelo en el recibidor? Ojeé la cama y me ruboricé.

Estaba toda deshecha y eso que literalmente, no habíamos hecho nada aún.

Nunca me habia pasado algo asi. ¿Como perdí tan rápido los estribos? Yo no era de las que cedía ante un desconocido, ni por muy extremamente guapo que fuera.

- Lo lamento... - Dijo el, sacandome de mis pensamientos. Miré apenas a su lado, avergonzada. - ¿Te encuentras bien? - Sentí miraba hacía mí. Solo asentí.

- ¿Qué... qué fué eso...? - Titubeé confundida, tratando de entender sí tenía algún significado loco. Anormal de su clase.

Estuvo en silencio un momento, luego tocó.

- ¿A qué te estás refiriendo, como tal? - Respiró profundo, enderezando su camisa.

- Jamás, habría hecho algo así antes. - Le miré. - Con nadie, apenas te conozco. ¿Estoy drogada...? ¿Me diste algún tipo de... afrodisiaco?

El me miró y sus ojos brillaron un poco. Unos ojos, azules grisaceos como cuándo una tormenta comienza a formarse. Eran hermosos.

- No necesito someterte a drogas para rendirte a mí de esa forma.

Lo miré fijamente.

- Creo que tienes un muy alto concepto de tí. - Me levanté enderezando mi cabello de camino al baño. El me detuvo.

Miré su mano intentando contener las ganas de golpearlo.

- Sueltame... - Siseé entre los dientes.

- Mujer, ¿acaso sabes a lo que se somete mi cuerpo al tenerte con semejante proximidad? ¿De verdad? - Le miré fijamente.

- ¿Las mujeres suelen creerte esas frases? - Tensé mi brazo sacandolo de su mano.

El pareció fuera de foco.

- Espera, ¿qué? - Preguntó aturdido. - Es totalmente en serio, Jenna. Es como si me aguijonearan la entrepierna con electricidad cada tantos segundos.

Hice una mueca de asco.

- Auch... - Bufé.

Respiró profundo.

- No me provoques... - Sus ojos se oscurecieron.

- Intentas decirme que esta cuestión... - nos señalé a ambos. - ¿Es cosa de los tuyos?

El asintió.

- Eres mi luna... mi compañera. Eres mi propia pieza del rompecabezas que hace que todo funcione. - Respira profundo. - Todo. - Afirmó. Y medio me ruboricé.

Carraspeé.

- ¿Y por qué eso me afecta a mi? yo no soy como tú.

El objeto en mi cuello comenzó a brillar nuevamente.

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