Aclaración: ya había publicado este One Shot como uno aparte, todo lo que hice fue moverlo a esta historia y eliminar la publicación, pero es el mismo.
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Los doctores que andaban por los pasillos saludaban a aquel joven delgado, de cabello y ojos oscuros; se les había hecho costumbre verlo rondar los pasillos, especialmente del piso número 4.
El muchacho siguió su camino hasta la habitación que ya conocía, y abrió la puerta. Mentiría si dijera que el dolor al verlo ahí disminuía cada vez que entraba, que se acostumbraba. Porque ni siquiera todo un mes te ayuda a aceptar el hecho de que tu novio se encuentre en coma.
—Hola Daddy...—su voz se quebró al decir la última palabra.
Cada vez que entraba su mente recreaba aquel momento, no importaba cuanto se empeñara en olvidarlo. Se veía a él y a Scott en un auto, riendo como siempre.
Cómo extrañaba su risa...
Se veía a sí mismo molestando a Scott, haciendo bromas junto con el y golpeándole el hombro justo en el momento en el que doblaba en una curva.
Él no vio ese auto venir, no sabía que eso podía ocurrir, no era su culpa, no lo era, no...
Es mi culpa...
Eso escuchaba al despertar, lo escuchaba de camino al hospital, cuando lo veía ahí, tan tranquilo como cuando ambos se quedaban dormidos después de ver Bob Esponja, y él despertaba antes y lo veía dormir.
—Lo lamento...
Dio unos pasos tambaleantes y se sentó en la silla al lado de la cama, como todas las tardes, tomando con su mano la de Scott y viéndolo dormir.
Viéndolo respirar.
Tan solo el pitido de aquella máquina lograba tranquilizarlo, tan solo sabiendo que seguía ahí, a su lado. Le acarició el dorso de la mano con el pulgar.
—¿Sabes...? Ayer vinieron los chicos, me preguntaron por ti. Les dije...—tomó aire—. Les dije que habías mejorado, que los doctores te quitaron la mascarilla porque ya puedes respirar por tu cuenta, siempre has sido fuerte, aún...—se quebró — aún cuando en el fondo todos sabíamos que eras un oso de felpa.
Se permitió soltar una pequeña risa.
—¿Recuerdas aquel video? Recuerdo haberte dicho que me gustaban tus músculos... y tu dijiste que te gustaban mis cejas...
El eco de un sollozo rebotó entre las blancas paredes.
—Scotty... tienes que despertar por favor, ya... llevas un mes aquí. Ya llegué al punto de conformarme con escuchar el pitido de la máquina, de no esperar realmente nada más aunque en el fondo aún espere que despiertes y digas que me amas...
«Que me perdonas» pensó.
—Fue mi culpa Scotty yo...—no merecía llamarlo así—. Scott, lo siento tanto... No quería que esto pasara, no te merezco, ni siquiera merezco estar aquí ahora mientras tu descansas... No tengo ningún derecho a venir, a esperarte siquiera... Yo no...
Volvió a quebrarse, esta vez sin poder hablar. Los espasmos recorrían su cuerpo sin piedad alguna mientras los suspiros e hipidos no lo dejaban respirar. Un gemido de angustia salió de su boca, de lo más profundo de su ser, casi quitándole un peso de encima.
Cuando recobró la compostura, volvió a hablar.