19:42.
No llegó.
«No te quiere.»
«No le importas.»
Aún así, una pequeña parte de su ser tan solo quería aferrarse a la idea de que no lo había recibido, que tal vez estaba ocupado.
«Ocupado todo el día.»
Ya no le quedaban lágrimas, ni razones para tener miedo o arrepentirse. No tenía ningún motivo para seguir allí.
Mitch temblaba, estaba seguro de hacer lo que iba a hacer a continuación, pero ya lo había pensado. No iba a estropear su cuarto, por mas que ya no le fuese a servir, no, él era limpio y ordenado, no iba a irse y encima dejar un desastre.
Caminó con lentitud hacia el baño y abrió el grifo de la tina. Mientras ésta se llenaba, avanzó hacia el mueble de cajones que estaba bajo el espejo roto y abrió uno de ellos sacando un filoo trozo de metal.
«Ya no puedes arrepentirte» se dijo.
Con el cuerpo temblando pero firmeza en la mano que sujetaba la cuchilla, caminó hacia la bañera ya llena de agua tibia.
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«¡Maldición, maldición, maldición!»
Scott entró en pánico, 19:43 era bastante tarde, no bastante, tal vez demasiado a pesar de no saber para qué.
Torpemente sacó la llave errándole varias veces al cerrojo a causa de los nervios, y cuando por fin logró abrir la puerta principal corrió hacia el cuarto de Mitch. Estaba sudando, y de seguro quien lo viera diría que tenía cara de loco.
La puerta de la habitación tenía puesta la tranca, haciendo que su desesperación fuera peor. Intentó forzarla con fuerza, incluso corrió a la cocina y volvió listo para golpear la perilla con una sartén. Nada funcionaba. A este punto ya se hayaba gritando.
—¡Mitch! ¡Mitch abre la puerta!
Cuando estaba a punto de intentar derribar la puerta cuando recordó que llevaba una horquilla para el cabello de Kirstie en el bolsillo. Rápidamente la sacó y logró abrir la puerta.
El cuarto de Mitch estaba sumido en el más completo y absoluto silencio, además de en completa obscuridad. Con terror recorriendo sus venas, caminó lentamente hasta llegar a la cama, que vio revuelta, y alcanzó a ver un pequeño destello de luz que se asomaba por la rendija de la puerta del baño. Sus piernas temblaban, y cuando entró se le heló la sangre.
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Su cuerpo se sentía pesado, sus ojos se cerraban y el sólo quería dormir. Tan sólo dormir y no despertar, no despertar para no seguir sufriendo, era lo único que pedía. Sus antebrazos dolían, y latina estaba roja, aunque él comenzase a ver negro. Apenas logró distinguir una voz fuera del cuarto, y eso tan sólo ocasionó que dos últimas lágrimas salieran de sus ojos antes de cerrarse.
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Scott se cubrió la boca con las manos.
—Mitch, no... n-no... qué...
¿Cuándo comenzó a llorar? Tal vez en el momento en que vio a su mejor amigo y amor tendido en una tina llena de sangre y a poco de morir.
Cuando reaccionó se apresuró a sujetar las muñecas del pequeño moreno, debía detener lo más posible el sangrado. Su piel estaba pálida, y sus labios resecos, pero aún se percibía su débil pulso y respiración. Lo sujeto por bajo los brazos y las piernas, intentando aún hacer presión en sus antebrazos, y salió corriendo sin importarle cerrar la puerta.
Debía llegar rápido al hospital.
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—Despierta Mitchie... ¿Ves una luz? No la sigas Mitchie, estoy aquí... por favor... Aunque no me necesites, seguiré aquí. Y yo te necesito...
La luz lo cegó en cuanto logró abrir los ojos. Giró la cabeza y vio a un dormido y desarreglado Scott con la cabeza y sus brazos apoyados sobre la cama, y marca de lágrimas secas en sus mejillas.
«No sirves ni para irte»
«Incluso ahora sigues fastidiándolo»
No podía evitar que mas gotas saladas resbalaran por su cara, santo cielo era tan patético. Su sollozo fue sonoro, pues despertó a Scott.
—¡Mitch! ¡¿En qué demonios pensabas?! Lo siento, tuve muchos atrasos en el camino, y vi tarde en mensaje porque estaba en... algo...
Mitch notó la duda en su voz al ecie eso último y algo mas dentro de él se quebró.
—Mitch, ¿qué tienes? ¿por qué hiciste eso?
—Incluso... I-incluso ahora te fastidio...
Scott pareció comprender.
—Mitch... oh... oh no, Mitch... No. Tu no me fastidias, ¿por eso lo hiciste?
Él no respondió.
—Mitch, tu no me fastidias, eres lo mejor que me ha pasado y ¡no tienes idea..! No tienes idea de cuánto me asustaste hoy... Por cierto... tienes visitas.
El castaño volteó la cabeza junto al rubio hacia la puerta, y vio entrar a tres personas que creyó que no volvería a ver.
—Chi-chicos...—su voz sonaba rasposa.
Un golpe sordo resonó en la habitación, y él llevó su mano a la majilla recién golpeada.
—Ki-kirstie...
—¡¿En qué demonios pensabas , Mitchell Coby Michael Grassi?! ¿Por qué tomaste esa decisión, Mitch?
—Lo... lo siento, yo... yo sólo estaba harto de que me dijeran tantas cosas, de que me trataran mal, y-yo...
Y se permitió soltar todo, todo lo que llevaba años cargando consigo. Al acabar, todos estaban llorando. ¿Cómo no habían notado por todo lo que pasaba su amigo? ¿Qué clase de amigos eran ellos?
—Y... y luego Scott comenzó a faltar en casa...—rió por lo bajo—y ¿qué iba a hacer yo? Era lo último que me quedaba... pero siempre inventabas excusas Scotty... comencé a creer que te fastidiaba, y bueno no sabía que hacer...
Scott bajó la cabeza.
—Scott, debes decirle. Ahora.
Kirstin tenía una mano en el hombro de Scott, y Mitch no comprendía que pasaba.
—¿De qué hablas, Kirst?
Scott le sostuvo la mirada unos segundos, antes de levantarse y salir de la habitación con Kevin y Avi.
Algo en el pecho del moreno se rompió nuevamente, antes de ver como la puerta se abría otra vez, permitiendo el paso a los chicos. Scott llevaba un ramo de rosas blancas, mientras Avi y Kevin cargaban un cartón pintado de colores y con la inscripción: "¿Mitch Grassi, saldrías conmigo?"
Mitch se largó a llorar otra vez, había sido un torpe, casi había dejado atrás a ese encantador y hermoso rubio que lo traía loco. Se cubrió la boca con las manos y asintió mirando a Scott, que soltó una risa y corrió a abrazarlo.
Al final, si había logrado encontrar algo que lo atara.
Scott era su luz, y sabía que siempre estaría ahí para él.
Y él también.