3.-Tony

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Tony's P.O.V:

El corazón me late con fuerza en la garganta, las manos me tiemblan y una fina capa de sudor perla ambos costados de mi frente. El aire acondicionado del local está funcionando a todo lo que da a pesar de no ser verano y el compresor hace un zumbido monótono y lejano. Las espesas gotitas saladas no tardan en secarse sobre mis sienes. Me relamo el labio inferior sin percatarme de que lo he estado mordiendo con tanta fuerza que ahora soy capaz de percibir el regusto metálico de la sangre en las encías, paladar y papilas gustativas. Me mira, pero al mismo tiempo es como si no me estuviera mirando a mí, porque no es la primera vez que lo hace, de Clay se puede esperar todo, hasta lo más impredecible, y esa es precisamente una de las cosas por las cuáles yo tuve que tomar mi distancia. Me estaba haciendo daño, tanto amor por él me estaba lastimando, me hacía llorar, no podía amarlo, ni quererlo, ni sentir algo más que no fuera sincera amistad porque Hannah siempre estaba allí, entre nosotros, entre nuestras palabras, nuestras canciones y nuestros recuerdos. 

Por lo que veo, creo que no la ha superado, mi reflejo brilla en sus orbes, pero muy en el fondo sé que es caso perdido, sé que la está viendo a ella. Nada de lo que haga o diga puede borrar nuestro pasado, no tenemos demasiadas cosas en común, pero de todas las que en algún momento pensé que podrían unirnos, la que más presión ejerce es un nombre de chica. Hannah. Y ya no está, porque soy un estúpido, y Clay también lo es.

Recuerdo algunos momentos del año pasado, el estómago me da un vuelco. La ansiedad me carcome desde la planta de los pies hasta el último cabello que recubre mi cabeza. Quiero abrazarlo, necesito abrazarlo porque aunque no me lo diga, sé interpretar su mirada, el fingido desdén con el que intenta comportarse y esa seriedad que hace que sus rasgos se vuelvan un poco más afilados y ligeramente entusiastas. Cuando le conocí, debo admitir que estaba un poco nervioso, titubeaba cada dos palabras y la adrenalina que me fluía en el torrente sanguíneo me mareaba ante la rapidez con la que todo ocurría. Lleva puesta una chamarra de mezclilla con algunas pegatinas bordadas a la altura del pecho y una polera lisa de color turquesa.

Me quedo de pie, completamente estático, el pulso me retumba en los tímpanos y un escalofrío hace que de pronto se sienta como si estuviera en pleno Diciembre. La Navidad pasada fue triste y melancólica, me quedé bebiendo una lata de cerveza junto a Clay, quién por cierto se pasó cuatro horas llorando frente al pino que su mamá había decidido comprar aun en contra de su voluntad. Era verde y frondoso, rozando el tamaño estándar de todos los arboles navideños artificiales que se venden en las tiendas departamentales, a excepción de que este producía un olor terroso y cada cinco minutos desperdigaba agujas secas sobre la moqueta.

Estamos frente a frente en lados opuestos de la librería. Lo tengo tan cerca que puedo aspirar el olor de su colonia, es mentolada pero al mismo tiempo herbal y apacible, una combinación almibarada de lo que supongo es almizcle y cedro.  Debato internamente si debería cruzar palabra para entablar la conversación que nunca tuvimos pero dejamos pendiente, o fingir que no nos hemos visto nunca en la vida y seguir con nuestras rutinas personales. Lo noto inquieto y aunque me dedica una sonrisa nerviosa que hace curvar las comisuras de su boca de una forma inusual y casi chistosa, sus ojos no me sonríen y no puedo evitar sentirme un poquito culpable al respecto, aunque sé perfectamente que no he hecho nada, por lo cuál no merezco reproches ni mucho menos exigencias tontas del porqué me comporté como un imbécil y no me despedí apropiadamente.

No me siento precisamente orgulloso de haberlo hecho, pero era la única medida de auto-protección que tenía. Clay era mi mundo entero, le había contado cosas que nunca antes me había atrevido a decir en voz alta, se lo había presentado a mi familia con la misma confianza con la que se presenta a un novio, y me fue tremendamente doloroso entender que no había nada entre nosotros y por lo tanto, yo no tenía ningún derecho sobre él, ni viceversa. La equivocación la estaba cometiendo yo, y era mejor apagar las falsas esperanzas y las ilusiones cada vez más deshilachadas antes de que saliera lastimado, porque con Clay Jensen, las personas nunca salen ilesas. Y entonces pienso que tal vez por eso Hannah hizo lo que hizo, porque no podía con todo esto, y tal vez yo tampoco pueda con esto, pero sin embargo lo intento, porque se supone que eso es lo que debes de hacer cuando alguien cercano a ti decide acabar con su vida. Desvío la mirada, empujo todos esos pensamientos que me revolotean en la cabeza y doy un simple asentimiento antes de volver a perderme en los pasillos. 

Escuchó las zapatillas deportivas de Clay estampándose en el suelo. Me está siguiendo la pista. Frunzo el ceño con cierto recelo y me giro sobre los talones en el mismo momento en el que él tropieza, golpea su cadera con el filo de una de las mesas de madera labrada y ruedo los ojos. Parpadea un par de veces, seguramente pensando que este no es el reencuentro por el que tanto ha estado esperando, pero no me inmuto, ni hago nada que pueda darle una señal equívoca. Estoy intentando salir adelante, por eso me mudé, por eso dejé la puta carta que justo ahora debe estar en algún basurero de la ciudad o bajo la almohada del chico que parece igual de perdido que hace un año.

El corazón se me estruja. 

—Clay, que bueno verte por aquí.

Las palabras se le atoran en la garganta y tose de cinco a seis veces para hablar.

—Tony. -Se rasca uno de los costados del cuello y traga saliva de una manera extrañamente aparatosa.- Creo que tenemos, ya sabes, creo que deberíamos hablar...

—¿Realmente lo piensas?—La ironía sale a flote en mi voz, no me esfuerzo por disimularla. No tengo ganas de discutir, así que me encojo de hombros con indiferencia.—Pues que mal, no tengo mucho tiempo que digamos, y de todas formas considero que no hay nada de lo que podamos hablar ahora que no hayamos hablado con anterioridad.

Ignoro su voz cuando le escucho llamarme. Tal vez me necesita, pienso, tal vez se sienta mal, tal vez, incluso, está aquí para darme la oportunidad por la que yo tanto me desvivía. 

Siento la necesidad de disculparme...

Pero no lo hago, y sigo caminando. 

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⏰ Última actualización: May 24, 2018 ⏰

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