Todos en Santa Cecilia conocen esa leyenda, esa que los marco como el campo de la eterna guerra. Un pequeño pueblo lleno de coloridas calles, habitantes sencillos, tradiciones antiguas. Y su destino, que quedaría marcado con la muerte de un hombre.
Fue la noche en que Hector Rivera decidió alejarse de la único que conocía. - ¿Amor? No sea pendejo, Hector. Los nudillos de Ernesto parecían estar a punto de explotar por la fuerza con que apretaba sus puños. El líder de una insignificante banda de indeseados que ni un lugar tan agradable como Santa Cecilia podía aceptar o perdonar. Ernesto De la Cruz que había crecido entre aquellas mismas calles donde para el solamente existían esos viejos recuerdos de miseria, ningún color.
- Yo te protegí, yo te salve. Calles donde encontró a un flacucho niño descalzo. Pero ese rostro suplicante que un día le habían entregado su vida y su lealtad, se estaban alejando. - Ahora tengo alguien a quien amo. Tengo una familia. Y esto... Héctor apunto con su mirada al cuarto desvencijado donde se encontraban. Sobre la cama descansaban un par de armas, sin pena alguna reflejaban la poca luz que se colaba por las cortinas. - Esto fue lo que te mantuvo vivo, a ambos. Ernesto se puso de pie bruscamente, sus ojos reflejaban un sentimiento que Héctor no podía reconocer. - Lo se. Nunca podría olvidarlo... Aun que quisiera.
Un escalofrió recorrió el cuerpo de Héctor al pensar que el estaba sentado ahí a diferencia de muchos otros. - Pero nunca me perdonaría si algo pudiera sucederles a Imelda o... Su voz se quebró un instante. - O a mi Coco. Agacho la mirada. En silencio confiaba que Ernesto lo comprendería como tantas veces antes lo habría echo.
Un disparo que se pudo escuchar desde la plaza del Mariachi. Sus piernas se tambaleaban al intentar dar otro paso sobre la avenida empedrada. La gran mancha roja que cubría su pecho, el que inútilmente apretaba con sus manos también empapadas de sangre. Si aquellos par de últimos segundos no estuvieran tan enterrados como los cuerpos de Hector Rivera y Ernesto De la Cruz, esta historia seria muy diferente.
Pero ese solo era el inicio de como un día llegaría Santa Cecilia a la fama mundial, al ser la cuna de los dos carteles mas grandes de México.
La familia Rivera prometió venganza. De la Cruz, no pagaría su propia condena.
...
Escoltados por su escuadro de seguridad la familia regresaba a la residencia Rivera donde muy seguramente la fiesta por las buenas noticias estaría comenzando. - Deberíamos pasar por unos tamales con doña Pelos ¿No creen? Ya hace hambre. Las palabras de su padre rondaban a su alrededor, aun que la muralla invisible y gigante llamada " ESTOY EMPUTADO, NADIE ME HABLE, NADIE ME MIRE, NADIE RESPIRE " que Miguel había construido entre el resto y el, no dejaba pasar nada, ni siquiera los tamales. Se había comportado durante el resto de la reunión pero no podía creer que aun nadie mencionara el echo de que le miraron toda la cara de pendejo bien bonito. - Migue ¿Vas a querer de elote o de piña? Tal vez por que no podía verle a los ojos o era que la edad de la punzada como decia su mamá Helena, estaba entrándole por cada célula del cuerpo en ese momento. - No se, dímelo tu. Cruzo los brazos. - Importa una mierda lo que yo quiera. Y tan rápido como saboreo aquel valor, desapareció.
El silencio no se rompió mientras la camioneta bajaba su velocidad, la mano de Luisa apretó un poco la de su esposo sobre la palanca de cambios. Sentía como su voz bajaba hasta la punta de sus pies e internamente rogaba por poder comenzar a disculparse o por lo menos rezarle a la virgencita por su alma. Busco la mirada de su padre en el retrovisor pero el parecia muy concentrado en poder orillarse sobre la vieja carretera que conectaba a Santa Cecilia con la capital. - Yo... No... Es que... Ustedes. Apretó los ojos para que una lagrima no saliera, aun que adentro había mucho, no solo lagrimas.
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Amor o Plomo.
FanfictionLa unión de dos familias como aquellas nunca adornaría la portada de una revista social, el rumor que se escuchaba por el bajo mundo era bastante peculiar. El primogénito de los Rivera tendría que cumplir su deber, casarse con el ultimo heredero de...