Eran las cinco de la tarde del jueves 17 de mayo. Mi avión a Barcelona salía a las seis y cuarto. Tenía muchas cosas por hacer y decidir. Compraría un pequeño piso en el centro, volvería a la universidad, quizás incluso podría conseguir un trabajo a media jornada. Algo que me gustase o que me sirviese como practicas para la carrera. Desde ese día no habría más tabaco ni alcohol. Tenia que volver a hacer ejercicio, tal vez ir a correr o nadar.
Desde pequeña me había gustado el deporte, pero desde que conocí a Daniel, hacia más de dos años, no había vuelto a practicar. El prefería otras actividades, como ir a un bar a emborracharse o ver cualquier deporte en la tele. Y yo como la niña tonta y enamorada que era, estaba feliz de poder estar a su lado. Me atrajo desde el primer día. Daniel era un chico alto, moreno, de intensos ojos marrones y pese a que nunca hacia ejercicio, el trabajo en la construcción se había encargado de moldear su cuerpo. Siempre era el alma de la fiesta, divertido y extrovertido.
Pero para mi llegó un momento que la diversión no era suficiente, quería una vida más allá de las noches de música y borracheras. Ya no quería volver a despertarme sin saber donde estaba, que día era o que había pasado la noche anterior.
Salí del aeropuerto de Barcelona a las ocho de la tarde. Cogí un taxi que me llevó hasta el centro de la ciudad y allí busque un hotel tranquilo en el que alojarme.
Las calles de Barcelona ya estaban llenas de turistas. El buen tiempo del mes de mayo había llenado las calles de jóvenes que venían a divertirse. Yo sin embargo buscaba algo más en esta gran ciudad.
A las diez de la noche ya estaba acostada, ya que la resaca aun no había desaparecido del todo y el ajetreo del viaje me había dejado agotada. Aun así me costo conciliar el sueño. Estaba sola en una nueva ciudad, donde no conocía a nadie y aunque no tenia miedo, empezaba a sentirme sola.
Al día siguiente me desperté a las nueve de la mañana totalmente recuperada. Baje a desayunar al restaurante del hotel, y comí con un ansia voraz. Me sentía como si no hubiese comido en meses. Una vez saciada, Salí del hotel en busca de una inmobiliaria. Tenia que encontrar un piso pronto. Necesitaba un sitio en el que establecerme, un hogar.
Me metí en la primera inmobiliaria que vi, y me atendió una mujer de unos cuarenta años de aspecto amable.
-Buenos días, ¿En que puedo ayudarte?
-Buenos días. Estoy buscando un piso en el centro. Algo pequeño, pero que este en buenas condiciones, y a poder ser que este disponible para entrar a vivir cuanto antes.
-Tenemos un par de pisos cerca que ya están vacíos, pero el precio de un piso en el centro es bastante elevado. ¿Vas a vivir allí sola?
-Si. El precio no es problema. ¿Cuando podemos verlos?
-Ahora mismo. Déjeme coger las llaves. Están cerca, así que podemos ir caminando.
El primero de los pisos que vimos era muy pequeño, de un solo dormitorio, en un edificio muy antiguo en la zona del Raval. Había sido reformado, pero aun así era un sitio muy oscuro.
El segundo, era más grande. Un piso de 3 dormitorios con un pequeño balcón, que daba a una plaza, en el barrio Gótico. No me desagradaba, pero preferí seguir buscando.
-Si ninguno de estos dos pisos te convence. Hay un piso en la zona de l’Eixample que creo que te puede gustar. Pero tendría que hablar antes con el propietario.
Esa misma tarde me volvió a llamar Marta, la señora de la inmobiliaria para ver el tercer piso.
El edificio era antiguo pero estaba muy bien conservado. Se había renovado recientemente por dentro y parecía un lugar muy acogedor. El piso se encontraba en la quinta planta. Nos recibió el dueño, un señor muy amable de unos sesenta años, que nos lo mostró muy amablemente. Hablaba del piso con mucho cariño, ya que había pasado gran parte de su vida en el.
Nada más entrar, un pequeño recibidor nos daba la bienvenida. En este había un armario empotrado a mano derecha. Y una puerta enfrente, que daba al salón. Este era una habitación rectangular con una puerta a mano izquierda que daba a una pequeña pero cuidada cocina, y dos puertas a mano derecha, una que daba a un pequeño aseo, y otra que llevaba al pasillo donde se encontraban las habitaciones. El salón estaba pintado de un tono amarillo pálido que daba al salón mucha luminosidad, y justo enfrente había una puesta doble de madera blanca, con ventanas de cristal, que daba a un precioso balcón lleno de plantas y flores.
El señor Antoni Bruguera, el dueño, nos guió hacia el pasillo. En este había tres puertas, una a la derecha, que era la habitación principal, muy amplia y con un gran armario vestidor, y dos a la izquierda, que correspondían al baño completo y a otra habitación, algo más pequeña que la primera.
El piso era un lugar encantador. No había lujos, pero era un sitio calido y entrañable, que hacia que me sintiera en casa.
-Señor Bruguera, su piso es precioso, No necesito pensármelo. Ya me imagino viviendo aquí. ¿Cuándo podría tenerlo disponible? Me gustaría instalarme cuanto antes.
-Bueno, yo y mi esposa ya no estamos viviendo aquí. Solo necesitaría un par de días para recoger lo poco que nos queda aquí.
-Estupendo. Pediremos hora para el notario y les avisare a ambos. –dijo Marta entusiasmada. Supuse que se llevaría una buena comisión por esa venta.
Tres días después ya estaba instalándome en mi nuevo piso. También había solicitado un traslado de expediente en la universidad para iniciar en el siguiente curso, que no empezaba hasta octubre, y había empezada a buscar trabajo para matar el tiempo durante el verano, cosa que en el momento de crisis en el que nos encontrábamos era prácticamente imposible.
Los siguientes días me los pase recorriendo Barcelona, conociendo cada rincón y paseando por los barrios antiguos. Compre una bici para moverme por Barcelona. Y casi cada día iba con ella hasta el parque de la Ciudadela donde me sentaba a leer aprovechando el tiempo primaveral.
Una tarde mientras leía bajo la sombra de un árbol, una niña de unos cinco años que correteaba por allí, tropezó y cayó a unos metros de mí. Me acerque a ella para asegurarme de que no se había hecho daño, y cuando levantó la vista las lágrimas ya empañaban sus preciosos ojos verdes.
-¿Estas bien pequeña? ¿Te has hecho daño?- le dije mientras la levantaba del suelo.
-Me… me duele la rodilla. – Consiguió decir entre pequeños sollozos.
Detrás de mi una chica que debería tener más o menos mi edad, corrió hacia nosotras.
-¡Elisabeth! Ya te había dicho que no corrieses. Mira como te has puesto. ¿Te has hecho daño?
La pequeña seguía llorando y no consiguió pronunciar ninguna palabra.
-Se ha hecho daño en la rodilla. ¿Tiene algo para limpiar la herida y alguna tirita? –pregunte a la joven.
-No, no llevo nada.
-Esta bien, yo tengo agua y pañuelos en la mochila. Con eso servirá para limpiarla. –Cogí a la pequeña de una mano y la llevé hacia el árbol donde tenía mis cosas. - ¿Te llamas Elisabeth? Es un nombre muy bonito. Yo soy Sara. Te voy a limpiar la herida de la rodilla para que no te duela. Así podrás seguir jugando. Ahora te va a doler un poco, pero tienes pinta de ser una chica muy valiente. ¿Verdad que si?
La pequeña seguía sin decir nada. Pero al menos había dejado de llorar.
-¿Es tu hija?- le pregunte a la chica que nos había seguido hasta el árbol.
-No, soy su niñera. Me llamo Nuria.
Limpie la rodilla magullada con un poco de agua mientras la pequeña se quejaba y seque el agua de alrededor con un pañuelo.
-¡Ya esta! ¿A que no te ha dolido nada?
-Un poquito… -dijo tímidamente.
-Solo es un arañazo. Desinféctala cuando llegue a casa y listo.
-Gracias. Vamos Elisabeth, tenemos que irnos ya. Dile adiós a Sara.
En ese momento, Elisabeth se acerco, me dio un abrazo y me dedicó una dulce y tímida sonrisa.
-¡Adiós pequeña! Y ten cuidado cuando corras, no te vuelvas a hacer daño.
Las dos se alejaron y yo volví a sentarme bajo el árbol y seguí leyendo un rato más antes de volver a casa.
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SERÁ UN SECRETO
RomanceSara, una joven de 22 años, huye de una vida de lujos y desenfreno que para ella no tiene sentido. Viaja a una nueva ciudad donde pretende llevar una vida tranquila. Allí empieza a trabajar como niñera de una pequeña llamada Elisabeth y conoce a su...